En una época tan narcisista como la que nos ha tocado vivir, es imposible que no se publiquen discos horribles, sobre todo por parte de superestrellas del planeta pop, tan rodeados de adoración incondicional que nadie se atreve a señalar cuando uno de sus álbumes suena realmente mediocre. Tenemos veteranos de estadio que no entregan un gran disco hace décadas, dioses del reguetón que dan su primer gran patinazo y también nombres de culto indie que parecen más perdidos que nunca en sus delirios culturetas. Si la crítica pop agoniza es en gran parte por negarse a reconocer los pasos en falso de sus ídolos.
Nadie sabe que va a pasar mañana, de Bad Bunny
Como escribimos en su día, este disco es un simple ejercicio de desahogo por las tensiones de la fama y también un ajuste de cuentas público con enemigos. Lo peor de escuchar estas 22 canciones es encontrar a un Bad Bunny ególatra a ratos, a unos niveles a los que nunca lo había sido. Ocurre, por ejemplo, en la apertura con "Monaco", donde recita unos versos que parecen del macarra Anuel AA: "Ustedes no saben lo que es estar en alta mar con doscientos cueros/ que la azafata te mame el bicho en el cielo/ lo que es tirar quinientos mil en el putero/ por eso tú opinión me importa cero". Más grimosa todavía es la rima "Si Pablo me viera, diría que soy un berraco", referida seguramente al traficante Pablo Escobar. La pose de gangster no le va nada y tampoco hablar sólo de la burbuja donde viven las celebridades globales.
Songs of surrender, de U2
Atención, pregunta clásica: ¿cuál es el último disco realmente bueno que entregaron los irlandeses U2? Seguramente Zooropa (1993), donde pusieron en duda sus métodos de trabajo pata alcanzar algunas canciones preciosas y desarmantes. El problema es que de eso hace ya treinta años y desde entonces solo han entregado a sus millones de seguidores discos que pueden calificarse como "menos de lo mismo”. El reciente "Songs of surrender" es un ejemplo palmario. En principio, se trataba de una jugada sobre seguro: reinterpretar 40 canciones de su repertorio para darles nueva sensibilidad. Con alguna excepción menor, fracasan estrepitosamente ya que las canciones clásicas no suenan renovadas y tampoco consiguen reivindicar Songs of Innocence (que les pareció injustamente maltratado) ni dar nuevas vidas a canciones de segunda. Sin ser un disco desastroso, se queda en intrascendente.
Don Juan, de Maluma
El chico guapo y malote de la música urbana actual es seguramente el artista que más a lo grande se la ha pegado este año. Intentó una demostración de fuerza creativa publicando este disco de nada menos que veintidós canciones y lo único que consiguió es sonar más disperso y desbravado que nunca. Los ‘samplers’ suenan más vivos que las bases, las intenciones mejores que los resultados y los músicos invitados brillan más que el artista principal. Seguramente la gran lección de ‘Don Juan’ sea que el alto carisma y voltaje sexual de un artista no puede sostener un disco por sí sólo, mucho menos un disco doble.
Plena pausa, de J Planetas
Pocos casos existen más evidentes de sequía creativa crónica que el de J, el cantante del emblemático grupo indie granadino Los Planetas. Comenzó su carrera demostrando que sabía copiar con frescura lo más nuevo del indie británico de los noventa, añadiendo unas gotas de pop español o francés, siempre con vocación cool, underground y epatante, pero también con capacidad de hacer canciones bonitas. Ahora se dedica solamente al saqueo cultureta, entregando proyectos que suenan a medio cocinar, vampirizando el legado de Enrique Morente (Los Evangelistas), la canción popular española vía Laibach (Fuerza Nueva) y ahora al director de culto de los ochenta Iván Zulueta. Los resultados son realmente sonrojantes, especialmente en cortes como "Arrebato (un buen día para Iván)", que parece escrita por una Inteligencia Artificial al primer intento. Hace años que J tiene en babia a su descomunal ego pero su coro mediático de palmeros sigue riéndole las gracietas 'creativas'.
For all the dogs, de Drake
Hace unos pocos días, se anunciaba que Drake, el rey del trap-pop, hará gira por Europa el próximo verano. Una pena que se haya decidido a venir a vernos cuando acaba de sacar su disco más flojo, una colección de estribillos previsibles, rimas archisobadas y bases que avanzan a trote cochinero. El canadiense, que fue clave en la evolución estética de nuestro C. Tangana, atraviesa un momento Alejandro Sanz, tan querido por el público como impotente en el plano compositivo. “Este álbum contiene varios de sus raps menos ambiciosos y no consigue muchas veces lo que sí lograba en otros, que era compensar la complejidad con melodía”, sentenció el ‘New York Times’.