KALEO transformó el pasado 5 de noviembre La Riviera en un volcán del rock. Compuesta de partículas incandescentes de materia combustible, la banda se caracteriza por ser como la erupción de un volcán islandes. La lengua de fuego de Jökull Júlíusson que se libera de una manera explosiva, acompañada de melenas, guitarras directas al pecho y energía desbordante, nos brindó una noche inolvidable.
El público venía dispuesto a recibir un buen chute de blues rock y respondió con un entusiasmo que hizo vibrar hasta el último rincón de la sala.
Fotografía: Vanesa Nérida
El camino èpico del éxito
Como muchas otras bandas, KALEO nace de la unión de un grupo de mejores amigos que asistieron juntos a la escuela primaria en las afueras de Reykjavik en 2012.
La banda islandesa de rock alternativo está liderada por el vocalista y guitarrista JJ Julius Son y destaca por su inspiración en la música folclórica islandesa así como por combinación de los estilos Folk, Blues Rock y Rock.
Fotografía: Vanesa Nérida
Su nombre, KALEO, le viene como anillo al dedo ya que significa "la voz" en hawaiano y es que Jökull Júlíusson tiene un timbre que no pasa desapercibido para nadie.
En 2014, se ganaron la atención del público con su tema "All the Pretty Girls", que obtuvo más de 87 millones de reproducciones en Spotify. Actualmente, tras una trilogía de éxitos globales, incluyendo el tema alternativo número uno “Way Down We Go” reconocen sentirse realmente agradecidos y conmovidos y disfrutando cada paso del camino, que hasta ahora, consideran que está siendo épico”.
Kaleo: Una moto de rock que nos hizo vibrar en cada curva
La Riviera sigue ardiendo desde el pasado 5 de noviembre. Desde el momento en el que la banda KALEO pisó el escenario del templo madrileño la temperatura subió y se expandió rápidamente, provocando explosiones.
Según la banda pone un pie en el escenario demuestran por qué se han convertido en una de las bandas de rock más importantes de la actualidad. Abrieron con temas como “Broken Bones” con una puesta en escena sencilla pero efectiva acompañada de un juego de luces exquisito.
Fotografía: Vanesa Nérida
KALEO se centró en lo esencial: la música. Y es que la banda no necesita ornamentaciones. Cada uno de sus componentes cumple su papel a la perfección para hacer de la función todo un espectáculo. Por un lado del escenario se encuentra la vitalidad y energía constante del batería David Antonsson, el bajista Daniel Kristjansson, que forman un tándem perfecto para animar al público. Por otro el pianista Þorleifur Gaukur Davíðsson y el guitarrista principal Rubin Pollock con unos solos que dejaron al público absolutamente alucinado. Por último, la voz de Júlíusson, que con su asperidad característica llena de emoción, resultó ser la guinda del pastel.
Su interpretación de temas como "Lonely Cowboy" fue sencillamente desgarradora, demostrando una sensibilidad y una profundidad que pocos cantantes poseen. Pero KALEO no solo es delicadeza, también es potencia. Momentos como los solos de armónica, que se entrelazan con las guitarras de manera magistral, nos recordaron la fuerza que la música directa ejerce sobre nosotros.
El estilo de sus canciones puede recordarnos en ciertos momentos a artistas de la talla de Kings Of Leon, The Black Keys o Bon Iver, pero con esteroides, ¡qué directo por favor!
Fotografía: Vanesa Nérida
Los tintes musicales de la banda oscuros mezclados con un toque de sensualidad hicieron a los presentes hacer un viaje a través de un setlist perfectamente estructurado, en el que la primera parte del concierto parecía que se lo sabían de antemano pues cantaron todas y cada una de las canciones de la primera a mitad al unísono.
Un viaje por tierras islandesas que hizo un recorrido desde los temas más folk de la banda, pasando de puntillas por algunos más rocanroleros, dando lugar a un arco central de la actuación en la que la banda se puso en círculo en el centro del escenario para interpretar una parte instrumental y finalizando con un rock apoteósico que puso a todo el público a bailar con temas como "Rock 'n' Roller".
Cabe destacar que la banda tan solo tiene tres discos a sus espaldas para la madurez musical que oscila.
Fotografía: Vanesa Nérida
El público, por su parte, se entregó en cuerpo y alma. Momentos como "Way Down We Go"y "No Good" se convirtieron en auténticos himnos de estadio que unieron a todos los presentes en una experiencia casi religiosa. Se llegaron a oír incluso rezos de “eres Jesucristo” y “te quiero” a lo largo del concierto.
Lo que más sorprendió fue la capacidad de Kaleo para mantener el ritmo del show durante todo el concierto. No dio apenas tregua. Y es que, a pesar de que la actuación duró poco más de hora y media, se nos pasó la noche volando.
En definitiva, la visita de Kaleo en Madrid fue una auténtica fiesta del rock. Una noche en la que pudimos comprobar que este género sigue muy vivo y que este tipo de agrupaciones se encargan de mantener la llama encendida. Si aún no has tenido la oportunidad de verlos en directo, no sé a qué esperas. Eso sí, llévate casco porque vienen curvas.