Primero, las presentaciones, aunque no sean necesarias. Marco Antonio Muñiz Rivera (Nueva York, 1968) es el mejor salsero vivo, sin competidores que le pisen los talones. Su carrera arranca a comienzos de los noventa y va creciendo paso a paso, sin perder nunca el nivel en más de tres décadas en lo alto. Le respaldan una voz potente y expresiva, con mil matices, que amplifica cualquier cosa que cante. Su repertorio, basado en la salsa y el latineo, tiene un pie en el clasicismo y otro en los envoltorios que le permiten arrasar en la radiofórmula global. Por eso tiene todo el derecho a llamar a esta gira Historia Tour, porque cada cosa que hace es historia de la música popular.
Anthony es reconocible dese la primera nota, tanto por su registro vocal agudo y distinguido como por unas letras que no temen mostrar la vulnerabilidad masculina ni la rendición incondicional a las mujeres de las que se enamora (aquí no manda la promiscuidad, sino las elegías del amor romántico). También es una artista rendido a sus influencias: recordemos aquel Viña del Mar 2012 en que se puso de rodillas ante José Luis Perales antes de cantar a dúo “¿Y quién es el?”, clásico que hoy también recuerda en una interpretación vibrante. Otra versión donde suena es “Abrázame”, uno de los grandes himnos del gigante Juan Gabriel.
El concierto del martes no era uno más, primero porque los de Anthony nunca lo son y segundo por el desastre absoluto que fue su vista a la capital en 2022.Hablo del 22 de junio en Ifema, una noche aciaga se mire como se mire. Hubo quien llegó a la puerta del recinto con media hora de antelación y terminó entrando cuarenta minutos tarde. Una cola interminable de más de unos dos kilómetros fue la tortura para la mayoría de los fans de Marc Anthony, ya que a ratos te obligaba a pisar el asfalto por donde circulaban los coches.
Decenas de personas renunciaron al espectáculo para pedir la hoja de reclamaciones. Tampoco se perdieron gran cosa: los problemas técnicos se tradujeron en mal sonido y Anthony parecía muy corto de voz, usando todos los trucos conocidos para cantar lo mínimo posible: discursos al público, ponerle el micro para que cante en vez de el artista y algún finiquito de sus himnos por la vía rápida. Desastre absoluto que, por ventura, no tuvo nada que ver con los placeres de anoche.
¡Valió la pena! Así se ha disfruta de este clásico de @MarcAnthony en el #WiZinkCenter pic.twitter.com/lKKeiWPmzZ
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Perfecta comunión con el público
Su gran aliada para presentar Muévense (2024) es una banda de salsa perfectamente engrasada, que le sirve de colchón para brillar. La primera canción de la noche es “Palla voy”, con su tremendo ritmo: “Pa'onde está la fiesta (pa'llá voy)/ Pa'onde está la rumba (pa'llá voy)/ Pa'onde están las chicas (pa'llá voy)/ Pa'onde me llamen pa'llá voy”. Frases clásicas y sencillas, que encierran deseos eternos. El público viene entregado de antemano, con ese agradecimiento que caracteriza a los latinos para todo músico que ha alcanzado la grandeza. No hay comunión similar a la que han mostrado en el Wizink artistas y audiencia en las noches de Roberto Carlos, Romeo Santos o el propio Anthony, que ofreció un recital colosal para presentar El cantante (2007), su tributo al insuperable Héctor Lavoe.
¡El #WiZinkCenter a reventar con @MarcAnthony! pic.twitter.com/9RQkMC57Eh
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Si “P’allá voy” es perfecta para abrir la tremenda parranda, luego suelta “Valió la pena” para romper el termómetro y las caderas. Llevamos diez minutos de show y ya estamos todos metidos hasta el cuello. Hablamos de una canción imponente, de lo mejor de su repertorio, que arranca con ese mítico “Mirándote a los ojos/ se responden mis porqués/ me inspiran tus palabras/ y mi casa está en tu piel…”, que podría haber escrito cualquier gran poeta clásico, desde Santa Teresa hasta Federico García Lorca. Sin prisa pero sin pausa, van cayendo los temazos, con un repóker final memorable compuesto por “¿Qué precio tiene el cielo?”, “Parecen viernes”, “Mala”, “Tú amor me hace bien” y un eufórica “Vivir mi vida”. Lo que no se entiende mucho es que prescinda de “Ale Ale”, el himno de la hispanidad que está entre lo mejor de su nuevo disco.
Aunque siempre he sido partidario de los conciertos cortos, este lo es especialmente: hora y media de reloj no es suficiente para repasar su enorme listado de éxitos, un cuartito de hora más nos hubiera dejado más satisfecho. Comparado con el fiasco de 2023, esto fue sensacional, como siempre deben de ser las noches con un salsero mayúsculo, historia vida del género. Marc Anthony hizo las paces con Madrid y eso es lo que más importa.