Cultura

Las ‘maricas’ de Franco y Azaña. La idea de virilidad durante la Guerra Civil Española

El historiador Francisco J. Leira Castiñeira repasa algunos aspectos de la Guerra Civil en ‘Los Nadies de la Guerra de España’ (Akal)

En una de sus famosas alocuciones de radio, el general golpista Queipo de Llano atacaba en abril de 1937 al presidente de la República Manuel Azaña: "Yo que conozco toda la soberbia, aparte de la idiotez, que guarda Azaña dentro de su cuerpo rechoncho y afeminado, me imagino no la complacencia con la que presenciaría el homenaje, él que tanto soñó verse entre los leones de oro del Palacio de Oriente, y cuánto saborearía aquel curvar de espaldas de los socialistas y demás compinches que jugaban a ser grandes de España. ¡Qué gracioso sería todo esto si no fuese tan trágico!".

Según señala el historiador Francisco J. Leira Castiñeira en Los nadies de la Guerra de España (Akal), la ridiculización del enemigo estuvo muy repartida entre la propaganda de los dos bandos de la Guerra Civil Española y uno de los arietes con los que atacar el enemigo fue el cuestionamiento de la “virilidad”. 

A pesar de los importantes cambios que se había producido durante la Segunda República, el ideal de masculinidad en Europa durante las primeras décadas del siglo XX se movía en unas coordenadas muy tradicionales en las que la imagen del hombre debía poseer unos valores de “decisión, valentía, rudeza e, incluso, violencia”, según afirma Leira. La masculinidad normativa exhortaba al hombre a salvaguardar la familia y su patria, mientras que a la mujer se le encomendaban las tareas domésticas del cuidado de la casa y los hijos.

Azaña como una de las principales cabezas republicanas fue el blanco del bando golpista, mientras que los republicanos hicieron lo propio con Franco. Leira afirma que los avances modernizadores de la Segunda República no abarcaron ámbitos como el de la liberación sexual y el ideal de la masculinidad seguía idénticos principios de virilidad, valentía, de aventura y de furia. 

"Los pocos hombres que quedan entre los rebeldes se han hartado del traidor invertido y sus criminales aliados. Tánger. Han tenido plena confirmación las noticias circuladas acerca del complot que se prepara en el mismo campo rebelde para castigar la traición y criminalidad de la marica traidora de Franco", aparecía en ‘Nuevo Aragón. Diario de la Mañana’, unas semanas antes del discurso de Queipo de Llano que empleaba términos similares con Azaña.

Caricatura de Franco de 'La Traca', septiembre de 1937.

Esta mentalidad llevaba a paradojas como la del poeta José Herrera Petere, que en un homenaje a García Lorca, insultaba a Franco como un “amariconado”:

Escenas edificantes.

Barbilindo, curvirrostro, 

amariconado y necio, 

rizándose las pestañas 

con humaredas de incienso, 

entra el pollito fascista

 en la iglesia y el convento 

con plácidos dientes fuera

 y el bigotito hacia dentro,

la corbata ensortijada

y el sombrerito de queso.

La homosexualidad se empleaba como muestra de lo que no debía ser un hombre, y como un sinónimo de cobardía que anulaba su posible capacidad de liderazgo.  Una brutal derivada de esta concepción de virilidad se podía convertir en un estímulo para que algunos soldados se convirtieran en asesinos. Leira recalca que caía sobre ellos la amenaza de que, si no asesinaban, estaban poniendo en riesgo a sus familiares por traidores. Para el caso de los combatientes homosexuales mostrar ese extra de “virilidad” podía llevar a cometer auténticas barbaridades. 

azaña y franco
Manuel Azaña, rodeado de un grupo de generales del ejército entre los que se encuentra Francisco Franco. (1936)

Mujeres en el frente

Siguiendo este pensamiento, la presencia de figuras femeninas en el bando republicano, tanto en primera línea política como en el frente, eran un elemento más de mofa entre los franquistas. Las chanzas venían por el propio hecho de que hubiera mujeres líderes como Dolores Ibárruri, 'La Pasionaria' o Margarita Nelken, a la propia convivencia en el frente entre hombres y mujeres, campo abonado para cualquier broma de carácter sexual, como reflejó un artículo en ‘La Ametralladora’, titulado “Lo que pretende doña Lola”:

"Los hombres se sientan estimulados por el alto ejemplo de esas milicianas, cuya conducta ofrece la señora Ibárruri a la admiración e imitación de sus camaradas.

En fin, ¡allá ellos! De todas formas, esas trincheras rojas están condenadas a perecer como el fuego, como Sodoma, y no sería, por lo tanto, sorprendente que quisieran parecerse a la ciudad maldita antes de su destrucción".

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