Cultura

Meritxell Colell viaja a la Argentina más remota con un u0022road tripu0022 onírico sobre el amor y la identidad

La cineasta retoma la historia de su ópera prima y narra el esfuerzo de una pareja por salvar su relación

La cineasta Meritxell Colell ganó en 2018 la Biznaga de Plata del Festival de Málaga con su ópera prima, Con el viento, en la que una mujer, Mónica, regresaba de Buenos Aires a su Burgos natal ante el inminente fallecimiento de su padre. Ese mismo personaje que se enfrentó en aquella historia a una madre que le resulta casi desconocida es ahora también la protagonista de su segundo largometraje, Dúo, con el que viaja a los rincones más recónditos de Argentina para abordar una historia sobre el amor y la identidad a través de la danza.

Aquella mujer que pasa un año con su madre en su pueblo retoma un dúo de danza con su pareja en los carnavales del norte de Argentina y desde allí emprenden juntos una gira por diversas comunidades de la cordillera de los Andes para mostrar sus creaciones artísticas al tiempo que tratan de salvar su relación, con la máxima de rescatar todo lo que quede de ellos. Así, la ficción de su historia, la verdad que se esconde tras la danza y las imágenes oníricas que la directora capta con su cámara Super 8 dan forma a uno de los proyectos españoles más personales que se estrenan este año en los cines. Vozpópuli ha hablado con Meritxell Colell con motivo del estreno de Dúo este viernes en los cines.

P: Dúo es un "road trip" onírico, que descubre sentimientos a través de la danza. ¿Cómo le gusta describir esta película?

R: Es un viaje interior y exterior donde a través de la danza de una pareja se habla de la búsqueda de un lugar en el mundo, una identidad, cuando después de una transformación como la que sufre Mónica en Con el viento le hace replantearse dónde, cómo y por qué. Es una película de ficción absolutamente pegada a la realidad. Lo onírico tiene que ver con ese doble viaje que vivimos en la película: el viaje compartido con la pareja y ese descubrimiento y puesta en contacto con las comunidades, y ese viaje silencioso que realiza Mónica que tiene que ver con ese espacio interior que busca, cómo la inmensidad del paisaje que la rodea le permite soñar, desear y recordar.

P: ¿Cuál es tu unión con Argentina?

R: En 2005 tuve la suerte de poder hacer un intercambio entre la Universidad Pompeu Fabra, donde estudiaba, y la Universidad de Cine de Buenos Aires. Buenos Aires me abrió todo un universo cultural fascinante, y también otra forma de relacionarme con la vida y conmigo misma. Allí me quedé viviendo casi tres años y en ese tiempo también tuve la oportunidad de viajar a lugares donde se desarrolla la película, y vivir los carnavales de allí. Argentina siempre ha sido muy movilizadora en varios sentidos.

P: Esta película llega cinco años después de tu ópera prima, Con el viento, y ha sido rodada en plena pandemia, después de viajes e investigaciones. ¿Ha sido un proceso largo y complejo?

R: La primera escritura de guion tuvo lugar en el verano de 2017 desde un lugar muy torrencial e íntimo, pero teníamos claro que la película necesitaba un proceso largo de investigación y documentación, conocer las comunidades, los espacios y demás. Realicé cinco viajes de documentación: uno acompañada y los otros a solas. A través de la realidad que iba conociendo, en la que iba profundizando y de la confianza que iba consiguiendo con las personas y las comunidades se transformaba el guion. Eso iba en paralelo con un trabajo con los protagonistas, que empezamos elaborando este dúo de danza a principios de 2018 en unas residencias artísticas. El rodaje llegó en 2020, y ahí fue complejo porque nos agarró la pandemia por completo e hizo que el montaje fuera un espacio más largo para reescribir la película, el guion y ver la película que había ahí.

Las comunidades originarias en Argentina, Chile y Perú y otros países latinoamericanos toman las decisiones todos juntos. Si no están todos de acuerdo no se llevan a cabo, y eso es construir un nosotros muy firme", afirma Colell

P: En esos viajes, ¿fue complejo entrar y presentar su proyecto para que esas comunidades formaran parte de él?

R: No lo fue, porque las personas que habitan estas comunidades son muy generosas y respetuosas. Además, el hecho de que fuera un acercamiento con solo una cámara Super 8 te da una relación muy distinta que la que hubiera sido con un equipo más grande. Era algo que buscábamos, un espacio íntimo y amateur, que solo filma lo que desea.

P: ¿En qué sentido has descubierto con Dúo algo que desconocías? ¿Cómo te abre la mente un proyecto de esta magnitud?

R: El cine son experiencias transformadoras. La película y el proceso creativo es un aprendizaje con el otro y desde el otro para descubrir no solo una mirada sino una forma de vida tan arraigada a la naturaleza. Trabajar desde el nosotros, que es algo muy bonito. Las comunidades originarias en Argentina, Chile y Perú y otros países latinoamericanos toman las decisiones todos juntos. Si no están todos de acuerdo no se lleva a cabo, y eso es construir un nosotros muy firme que creo que es el mayor aprendizaje posible. Y en una película de una crisis de pareja donde el guion está tan presente nos parecía importante contraponer y como cineastas relacionarnos desde ahí, intentar salir de lo personal, del guion, y buscar lo comunitario.

P: Ver esa situación de una pareja en un contexto tan alejado del nuestro, que cada vez es más individualista, ¿formaba parte del choque que propone?

R: La ficción se construye justamente desde la idea de dos actores extranjeros en un territorio desconocido. Es a través de los personajes que vehiculamos también un cierto discurso sobre el cine y la película en sí mismos, cómo entran en contraste con una forma de hacer y vivir te permite cuestionarte todo, y a partir de ahí encontar el impulso para cambiar. Esto a Mónica le genera un cierto impulso, genera preguntas y tomar un camino, aunque no sepa adónde.

Tenemos esa idea que me molesta mucho, casi misionera, de llevar el arte contemporáneo (sea el cine, el arte o la danza) a comunidades remotas pensando que son lugares donde no llega la cultura", critica la cineasta

P: ¿Existe en Dúo una metáfora del cine hoy en día, con esa peregrinación del arte?

R: No hablaría de metáforas y de símbolos, porque se ciñe mucho a un significado, a plantearnos preguntas sobre el arte. Tenemos esa idea que me molesta mucho, casi misionera, de llevar el arte contemporáneo (sea el cine, el arte o la danza) a comunidades remotas pensando que son lugares donde no llega la cultura, cuando son sitios cargadísimos de cultura. Nos gustaba mucho que hubiera esa contraposición entre el arte creado desde el ego (el arte contemporáneo) frente al arte comunitario, arraigado desde la naturaleza, a la comunidad o la vida cotidiana, como son los carnavales.

P: ¿De dónde llega la relación entre la pareja protagonista?

R: No se conocían aunque tenían un entorno en común compartido en Madrid. Se conocieron haciendo residencia artística para elaborar el dúo. Cuando construyes personajes y una relación de pareja desde el cuerpo se genera una memoria, una química y una identidad muy fuerte que no se puede conseguir desde el lenguaje verbal. Después de elaborar un dúo durante un mes también se ponen en cuestión muchas cosas que tienen que ver con el lugar que ocupas, y hay crisis, discusiones, disidencias y reconciliaciones. Siempre decimos que después de esa residencia salió un matrimonio.

P: En cuanto al estado del cine. ¿Le preocupa esa desafección entre el público y las salas?

R: Sí y es importante actuar. A veces los cineastas, o los cinéfilos en general, caemos en ese lamento, cuando estaría bien empezar a buscar maneras de conectar a través del público con el cine porque es muy importante lo comunitario. En pandemia me di cuenta de que estaba consumiendo y devorando películas, en lugar de verlas y sentirlas, y eso pasa por las condiciones en las que se ve, es muy difícil conectarte en casa porque no te abandonas.

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