En 2001, el siempre eficaz pero nada extraordinario Ron Howard ganó el Oscar al Mejor Director por Una mente maravillosa, una de esas películas que combinaban la hagiografía más descarada con la discapacidad, en este caso psíquica, lo que siempre ha sido toda una garantía para ser valorado por la Academia de Hollywood, según puede confirmar este colaborador de Vozpópuli.
Doce años más tarde, Eddie Redmayne ganó el dorado premio por, de nuevo, una dulce biografía de científico (Stephen Hawking) por La teoría del todo, y en 2014 otro británico Benedict Cumberbatch casi se lo lleva a casa por The Imitation Game (Descifrando Enigma) esta vez con el desgraciado Alan Turing de protagonista ejemplar. Hace poco de ello pero ya son otros tiempos bastante lejanos. En esta nueva era no parece quedar sitio para la aportación de gente sabia, sino solo de gente rica, ambiciosa, ganadora. Como revelan los omnipresentes concursos de gastronomía, canciones o, simplemente, cuerpos ya no hay lugar para el cerebro y sí para la ambición, el físico y la capacidad de liderazgo.
Para el público español: atención a los minutos finales con una protagonista de excepción: Arancha Sánchez Vicario
Y en ese lado tan arisco de la realidad se sitúa El método Williams -extrañísima traducción española del original King Richard- que narra sin estridencias cómo el humilde Richard Williams, interpretado por un lloroso Will Smith de andares vaqueros y siempre con pantalones cortos de tenis, educó a su prole de cinco niñas, cinco, para ser triunfadoras y ganar mucho dinero y así poder salir corriendo del proletario Compton, California, donde las esperaban los pandilleros, la droga y demás.
El Método Williams y su sorpresa final
Dos de ellas, Venus (Saniyya Sidney) y Serena (Demi Singleton) llegarían a ser campeonas de tenis en 30 torneos, 14 de ellos como dobles, gracias al tesón de ellas y de su padre, como nos recuerda la cinta una y otra vez. Y no solo campeonas, sino millonarias por su talento y también por los patrocinadores, como también insiste hasta la exasperación el director Reinaldo Marcus Green, que ha pasado del béisbol que tocaba tangencialmente su meritoria Of Monsters and Men (2018) al mucho más individualista, y blanco en todos los sentidos, tenis. Tan blanco que no se percibe nunca ninguna zona oscura en toda la vida de la encantadora familia Williams.
Pese a estos peros más o menos éticos, El método Williams, producida por Venus y Serena, se muestra eficaz como entretenimiento, sobre todos para los admiradores del tenis, bastante descolocados después del caso Djokovic. Tiene ritmo y puede presumir de buenas actuaciones, sobre todo de la joven Saniyya Sidney, que nunca había jugado al tenis pero que declara su admiración incondicional a Venus desde que era un bebé. Para el público español, que quizá se sienta sobrepasado ante tanto millón de dólares, atención a los minutos finales con una protagonista de excepción: Arancha Sánchez Vicario.