Hombres y mujeres jóvenes, prematuramente desdentados, ataviados con boinas y mandiles fijan su mirada en lo alto. Un bebé abre la boca, un niño de unos diez años sonríe, y una anciana alza un brazo mientras con el otro agarra el hombro de su compañera. Si hay algo en común en cada uno de los rostros es la emoción, que en varios llega a la incredulidad, al presenciar por primera vez el cine. Las fotografías se tomaron en 1934 en Santa María del Val en Cuenca y en la Sierra de Segura de Jaén durante una de las sesiones de cine de las Misiones pedagógicas, escenario protagonista de La tierra bajo tus pies, la última novela de Cristina López Barrio, galardonada con el Premio Azorín de novela 2024.
Las camionetas, que de por sí ya resultaban algo inédito en muchos enclaves, llegaban ante el asombro de hilanderas, jóvenes cabreros, grupos de chavales jugando a los bolos o mujeres fregando en el río. Una España sin carreteras en la que muchas veces el borrico era el único vehículo para llegar a los pueblos. Las alforjas de las acémilas o el maletero de la camioneta guardaban la cultura inaccesible para aquella España que seguía armando sus trillos con sílex y mantenía una forma de subsistencia no muy distinta a la del inicio del Neolítico.
Así es como miles de españoles conocieron las primeras imágenes en movimiento, proyectadas en una tela blanca colgada en la plaza del pueblo. Generalmente se trataba de cine mudo al que acompañaba alguna música en un gramófono, el asombro era generalizado y donde se repetían las anécdotas de espectadores asustados y otros que se levantaban y miraban detrás de la tela pantalla para descubrir el truco de aquel ingenio.
A España, la salvación ha de venirle por la educaciónManuel Bartolomé Cossío
Hasta esta España llega Catalina Skalo (Cati) protagonista de La tierra bajo tus pies (Planeta), procedente de Madrid y nacida en el seno de una familia burguesa culta que lee el Times y que ha dado estudios superiores a su hija. Cati, después de perder a su madre, termina enrolándose en una de estas misiones. "Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. A los más pobres, a los más escondidos, a los más abandonados. a estos pueblos, a estas gentes, se dirige la Misión que lleva proyectores, gramófonos, libros...", decía uno de los lemas de la institución creada como Patronato de Misiones Pedagógicas por un decreto del primer Gobierno provisional de la Segunda República el 29 de mayo de 1931.
Cossío, Lorca, Cernuda, Hernández...
El gran impulsor fue Manuel Bartolomé Cossío, también presente en la novela, que reclutó a varias centenares de hombres y mujeres a los que les pedía el entusiasmo necesario para esta tarea divulgativa. Intelectuales, maestros, bibliotecarios y creadores de renombre como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Miguel Hernández o Rafael Alberti llevaron libros, la música, el teatro y la pintura a las zonas más atrasadas del país.
El nuevo gobierno republicano se había esforzado en acabar con el analfabetismo en España, y estas campañas altruistas eran un elemento más del programa reformador del nuevo régimen. En boca de Cossío "a España, la salvación ha de venirle por la educación". Las misiones también eran una forma de que las dos Españas, la rural y la urbana, se conocieran algo mejor, y los misioneros terminaban fascinados por la cultura de esos puntos de España, sus canciones, sus leyendas, su artesanía, y hasta las distintas variaciones del español, muy presentes en los diálogos del la novela de López Barrio.
Pero corre el año 1935 y la misión en la que se embarca Cati también palpa la tensión política del ambiente "la inquietud de la pólvora". "Había en las calles un rumor lejano de disturbios", se dice en la obra en la que siguen muy vivos los odios de familias enfrentadas, la del cacique Perfecto García y la de los Salazar, ahora caídos en desgracia: “Todo desde hace más de un siglo tiene que ver con ese hombre, con esa familia. Hasta parece que el aire que respiramos los Salazar les pertenece a los García y han de quitárnoslo. Y eso que fuimos nosotros los agraviados, los que lo perdimos todo, hasta la dignidad que después mi padre supo arrastrar bien por el monte, y la mía con él”.
Llegará la cruenta guerra en el 36 que arrasará con esta preciosa utopía en la que pueblos de trescientos habitantes de la Alcarria profunda, de la sierra andaluza, o de las montañas asturianas pudieron disfrutar de representaciones de las obras de Cervantes, cuadros de Velázquez o los primeras filmaciones sobre volcanes de las islas de Hawái.
En calidad de afiliado, Vozpópuli obtiene ingresos por las compras que cumplen los requisitos. La inclusión de enlaces no influye en ningún caso en la independencia editorial de este periódico: sus redactores seleccionan y analizan los productos libremente, de acuerdo con su criterio y conocimiento especializado.