La fotografía es un icono que requiere poca explicación, la bandera de la hoz y el martillo ondea sobre el Reichstag de un Berlín devastado. El lugar que ardió pocos días después de que el partido nacionalsocialista llegara al poder y sirvió como pretexto para prohibir y encarcelar a rivales políticos, caía en manos del comunismo. Pero la imagen, la original, cuenta con un par de detalles que muestran algunos de los aspectos más violentos del final de la contienda y del poder de la propaganda.
Hitler se había pegado un tiro en la cabeza el último día de abril y Mussolini había sido capturado y ejecutado por la resistencia partisana unos días antes. Los soviéticos habían entrado en la capital alemana tras un intenso bombardeo y el sueño de un Tercer Reich de un milenio había sucumbido una docena de años después de llegar al poder. Comenzaba para los alemanes un periodo de ocupación de varios años que se estrenó con una oleada de pillaje y violaciones masivas.
El genio de la mentira, la mente tras la propaganda nazi, Joseph Goebbels, había envenenado durante una década las mentes de los ciudadanos alemanes sobre los judíos, los políticos izquierdistas, los eslavos… pero entre toda esta serie de embustes acertó en algo, si Alemania caía, la venganza de la “horda” soviética sería brutal. Según las tropas de Stalin atravesaban las fronteras del Reich se registraban decenas de miles de violaciones.
Días antes se habían distribuido banderas rojas entre las unidades del frente para izarlas sobre los edificios más emblemáticos de Alemania, entre los que destacaba el Reichstag como el símbolo absoluto. Las unidades que se batían el cobre en la batalla de Berlín sabían que a Stalin le obsesionaba tomar la joya de la corona el día 1 de mayo, misión que se cumplió la noche del 30 de abril para mayor gloria de las radios y periódicos soviéticos. “Fuera cual fuese el momento exacto, lo cierto es que la «izada de la Bandera Roja de la Victoria» resultó ser un gesto superficial en este estadio de la batalla, ya que incluso los informes oficiales reconocen que la lucha prosiguió con gran ferocidad durante toda la no”, matizaba el historiador Antony Beevor en Berlín: La caída: 1945, alertando de la obsesión de la propaganda soviética con que el edificio estuviera coronado con la bandera roja el Día Internacional de los Trabajadores.
Lucha por el Reichstag
Esa misma noche, soviéticos y alemanes combatieron dentro del propio edificio, avanzando y retrocediendo con ráfagas de ametralladora y granadas de mano. Tuvieron que esperar hasta el 2 de mayo para que el Ejército Rojo controlara definitivamente el edificio y fue el día en el que el fotógrafo Yevgeny Khaldei pidió a un grupo de soldados que recrearan la escena del izado. Un soldado escala con la bandera comunista, mientras otro le sujeta y un tercero observa la escena portando un arma.
La escenografía estaba tan planificada que Khaldei llegó a Berlín con la bandera que luciría la instantánea. Pero el montaje no se detuvo en el momento de disparar su Leica, sino que fue editada superponiendo humo de otras fotografías y aumentando el contraste para crear mayor dramatismo y recrear el fragor de una batalla.
Sin embargo el detalle más importante de todo este primigenio 'photoshop' lo encontramos en el soldado que sujeta al abanderado. En la fotografía original, se ven perfectamente dos relojes en las muñecas del militar uno en cada brazo. Aunque hay versiones que apuntaban a que uno de los artilugios se trataba realmente de una brújula, la propaganda acabó distribuyendo una imagen con la muñeca derecha totalmente despejada para evitar acusaciones de pillaje.
Las autoridades soviéticas conocían perfectamente la actitud vengativa que habían adoptado sus camaradas en el oeste. La guerra aniquiladora que Hitler había puesto en marcha con la operación Barbarroja fue contestada con pillajes y saqueos masivos hasta el punto de desmontar fábricas enteras y trasladarlas pieza a pieza a la URSS. El soldado raso veía justificado la violación a la mujer alemana sin importar la edad. Los diarios personales, crónicas e informes desvelan que no hubo ningún miramiento y toda mujer, desde chicas de 16 años a ancianas octogenarias eran susceptibles de ser violadas. Aunque sobre el papel estaba prohibido, los mandos soviéticos dejaron hacer y contribuyeron a la rapiña y castigo más generalizado.
Las casas, hoteles, comercios y restaurantes eran arrasados buscando con especial insistencia las reservas alcohólicas, algo que agravaba el problema de las agresiones sexuales. En este contexto de saqueo, los hurtos de joyas resultó ser el delito más inofensivo. Al grito de “uhri, uhri” (“uhr” es reloj en alemán) asaltaban a cualquier alemán señalando las muñecas y generando imágenes estrafalarias como soldados con el antebrazo repleto de relojes. Algunos de ellos desechaban adquisiciones previas dándolas por averiadas, pero que tan solo necesitaban que le dieran cuerda. “Para los rusos, Berlín –incluso en su estado ruinoso– era la representación de la elegancia. Pensaban que la luz estaba atrapada en las bombillas y las desenroscaban para enviarlas a casa. Se sentían fascinados por los retretes con cisterna, y, según se dice, los utilizaban para lavar las patatas en su interior. Ciertos objetos pequeños, como los mecheros, no les resultaban sólo novedosos, sino absolutamente encantadores”, relató el historiador Giles MacDonogh en Después del Reich: Crimen y castigo en la posguerra alemana.
Urente
"Comenzaba para los alemanes un periodo de ocupación de varios años" Bueno, y casi medio siglo de tiranía comunista y esclavitud al servicio de la Unión Soviética. Recuerdo a un conocido mío eslovaco casado con española que me decía a propósito de las celebraciones por un aniversario de la toma de Berlín por los rusos que para ellos no era un motivo de festejo. Que para ellos sólo supuso el paso de una dominación extranjera a otra mucho más larga y bajo una tiranía comunista.
Urente
Parece que a las repúblicas más pobres y apartadas de Rusia, principales suministradoras de carne de cañón para Putin, muchas de las comodidades modernas siguen sin haber llegado a pesar del tiempo pasado. El espectáculo de los camiones militares rusos en Ucrania cargados con lavadoras robadas da fe de ello.
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Históricamente, las auténticas especialidades del ejército ruso, en las que siempre han mostrado un nivel muy superior a cualquier otro, han sido el pillaje, la violación y el uso de las tropas como carne de cañón, como material fungible. Lo demostraron entonces y lo demuestran hoy en todos los escenarios en los que participan. Claro que este hecho guarda una fuerte relación con los rasgos diferenciales de brutalidad de la sociedad rusa.