No hubo pirámide gigante en Hortaleza, pero Malinche ha cerrado el año con más de 80.000 visitantes. Después de meses de polémica sobre la posible instalación y localización del show, la obra acabó en una carpa de Ifema junto a otros espectáculos y exposiciones. Los responsables del musical también aseguran que ya se han vendido cerca de 100.000 entradas, tres meses y medio después de su estreno. Un año antes, la noticia de la construcción de una gigantesca pirámide en Hortaleza ocupó titulares y generó polémica durante varios meses. En aquel momento el creador de la obra, Nacho Cano, había quedado señalado como ‘ayusista’ después de que alabara la gestión de la pandemia de la presidenta de la Comunidad de Madrid en varios actos y entrevistas.
Con la inmensa mayoría de valoraciones positivas en internet, la obra parece haber conectado con el público. El musical crece según avanza, con una primera parte un tanto floja. En el descanso, varios comentarios de distintos grupos de espectadores coincidían en la desconexión narrativa que adolece la primera hora del musical. “¿Dónde está Malinche?”, “Este último número lo han metido con calzador”. Sin embargo, es justo en el final donde llega la pieza más aplaudida con el taconeo con el que se baja por primera vez el telón. Tampoco pasa desapercibida la ¿pulla directa a Sánchez y elogio de Ayuso? cuando uno de los personajes indígenas critica los “impuestos y restricciones” a los que le somete Moctezuma.
La segunda parte del musical, ya con los españoles en tierras mexicanas, mejora considerablemente por la propia historia que narra y por los números que la cuentan. La obra recoge los grandes hitos de la conquista de la capital azteca. El terror del dirigente mexica ante las noticias de que a las costas americanas habían desembarcado de “casas flotantes” un grupo de blancos y cómo Moctezuma lo interpretó como una aparición divina. El rescate a Jerónimo de Aguilar, un español que llevaba entre los mayas desde 1511 y había conocido su idioma y que fue decisivo en los primeros contactos con los españoles. Y la crucial entrega de esclavas a la expedición española, entre las que se encontraba Malinche.
Después llega el esperado encuentro entre Moctezuma y Cortés y la conquista de Tenochtitlán, a la que el musical dedica una de sus temas más repetidos. El primer contacto pacífico se torna en una hostil ira cuando Cortés tiene que abandonar la capital para luchar contra Pánfilo de Narváez y deja a Pedro de Alvarado como responsable de la ciudad. El impetuoso amigo de Cortés provocó una sanguinaria matanza durante una celebración mexica que descabezó a la nobleza local y que frustró el sueño de lograr una conquista pacífica. Son estas piezas, protagonizadas por el bailarín Jesús Carmona en el papel de Alvarado, las más aplaudidas del recital junto a las canciones de Malinche (Andrea Bayardo). De nuevo, como en la primera parte, los diálogos y los alivios cómicos de los chistes chuscos del padre Olmedo (José Ignacio Galán Ordóñez) no parecen conectar con el público.
Figura de Malinche
En una de las funciones previas a Navidad, el propio Cano saltaba al escenario para anunciar la grabación del segundo single “Hijo de la guerra”, que refleja a la perfección el espíritu de la obra: un alegato del mestizaje como atributo creador de la nación mexicana. Malinche avanza hasta por el escenario y declara al público su orgullo de ser puente de dos mundos. “Y si es traición elegir el amor / seré la reina de la traición”, seguido de otros versos como “Choque de razas, culturas y formas, creencias y normas, como el universo nació de una explosión”. “Así se fraguó mi nación”.
Y es que la protagonista de la obra ha sido uno de los personajes más resignificados de la historia de México. Malinche ha sido un espejo en el que buscar la identidad mexicana. En época colonial fue una figura vista de forma positiva, mientras que tras la independencia, los liberales mexicanos del siglo XIX comienzan a proyectar la imagen de Malinche como la de la traición a la patria, que se menciona en esta última canción del musical.
El México independiente se creó frente al Imperio español y aquella ‘mexicana’ que se alió y favoreció a los ‘invasores españoles’ fue tachada como lo que entenderíamos como una colaboracionista. Huelga decir que cualquiera de estas designaciones conlleva importantes cargas anacrónicas y contradicciones que en la época ya eran advertidas. Aunque algunas corrientes independentistas querían obviar los tres siglos de dominio español y remontar la esencia del México independiente a la época precolonial, su lengua, religión, e incluso color de piel, convertían este intento en una paradoja difícil de salvar.
El siglo XX siguió resignificando su figura, se creó el término malinchismo al mismo tiempo que otras corrientes la ensalzaron como madre de la patria, el indigenismo la rescata con su nombre Malinalli, y recientemente el feminismo como una mujer empoderada, protagonista y capaz de trascender el rol secundario que el machismo de la época le reservaba. Recientemente, también ha adquirido una imagen positiva entre la cultura chicana (mexicano-estadounidenses) que encuentran paralelismos entre su situación y a la que Malinelli le tocó vivir, entre dos mundos y trabajando para una entidad que no es su "país". El musical de Cano ha optado por la imagen de Malinche como madre del mestizaje y puente de unión entre culturas, sin duda, una de las visiones más cómodas a este lado del Atlántico.