No es multimillonario como Bruce Wayne ni viste un atuendo de superhéroe como el hombre murciélago. Pero Antonio Barrul, boxeador profesional de 25 años, se enfundó el traje de Batman hace pocos días para machacar con sus propias manos a un maltratador de mujeres que terminó recibiendo la ensalada de puños que merecía. Después de doblegar a su vociferante enemigo, otrora altanero y ya postrado, Barrul avanza hacia su asiento mientras se va disculpando con los asistentes a la película –la que se emitía en el cine, ‘Garfield’, no la que presenciaron todos-.
Resulta que Batman y John Wayne eran de León y yo no lo sabía. Por muy mal visto que esté hoy en día, creo firmemente que hay veces que uno tiene que hacer frente a los malos. Albert Camus bien sabía que si por algo estamos aquí es para hacer frente al absurdo, aunque la victoria se aleje de nosotros como esos gigantes difuminados en molinos de viento que un día un hidalgo caballero se atrevió a enfrentar.
Porque se vive muy cómodo siendo James Stewart en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, aireando las bondades de la ley, del Estado de Derecho y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Pero había que matar a Liberty Valance, y eso lo hizo Tom Doniphon –John Wayne-, que apretó el gatillo y fue enterrado en un humilde ataúd sin que nadie ya en el pueblo le recordara.
Y no, no me dan pena los puñetazos en la cara del agresor. Cuántas veces callamos cuando deberíamos hablar. Pero el miedo es libre y tan lícito como la valentía. Mas nunca apuntaré con dedo acusador, como unos cuantos predicadores, al que, por una vez, decidió hacer justicia ante circunstancias nunca regladas, siempre aleatorias.
Porque Barrul sabe lo que es batirse en un cuadrilátero, donde hay normas y un árbitro que pare el combate si hay un golpe bajo. Pero la calle es distinta. No hay reglas. Y este escenario favorece a los malos. Ellos llevan machetes. Y los buenos, a veces, tan solo un monopatín.
Batman es de León, y también de un pequeño pueblo de Extremadura. Mi abuelo se enfundó la máscara del justiciero en los años 70. Feria de Plasencia. Mi madre espera con ansia su turno en los coches de choque. Cuando por fin encuentra sitio un quinqui se sienta a su lado. “¡Márchate! ¡Estaba yo antes!”. El otro se puso chulo. Llegó su amigo. “¡Aparta niña!”.
Lo que aquellos pobres desgraciados desconocían es que mi abuelo era herrero. Su musculatura había sido forjada durante horas y días sin tregua en la fragua. Golpeando hierros, moldeándolos, manejando el martillo pilón. Las manos de Urtain al lado de aquellas manos de mi abuelo parecían las de una bailadora de ballet.
“Tendrá cojones que estando aquí su padre queráis tratar así la chiquilla”. Los quinquis se cuadraron en posición desafiante. “¡Vete a la mierda, viejo!”. Y aquel viejo le soltó una guantá con el canto de la mano que impactó en el rostro del más larguirucho como una bola de demolición contra un edificio de papel. El quinqui cayó como un peso muerto en la pista de los coches de coche y su compañero dijo “patitas, para qué os quiero”. Aquel golpe todavía resuena en alguna lejana galaxia, más allá de Orión.
Hay gente con la que no valen la palabrería y las buenas intenciones. Solo un golpe encima de la mesa y una mirada desafiante. Como la de Gutiérrez Mellado el 23-F, impasible a un metro del teniente coronel Tejero cuando aprieta el gatillo de su pistola Star PD al cielo del hemiciclo. La jungla de asfalto no descansa. Los lobos salen y campan a sus anchas. Salvo si hay cerca algún Batman, bien sea un joven de León o un curtido hombre de pueblo. Hombres rebeldes contra la barbarie.
“Un héroe puede ser cualquiera. Incluso un hombre haciendo algo tan simple y tranquilizador como poner un abrigo alrededor de los hombros de un joven para hacerle saber que el mundo no ha terminado” (El caballero oscuro: La leyenda renace).
anonimatoa46@gmail.com
Qué asco de artículo defendiendo la agresión de otro "quinqui" porque se sabe superior físicamente. Los que defienden a los justicieros espontáneos tienen tanto peligro como ellos: juzgan qué está bien y mal, emiten su sentencia y hacen de verdugos en la ejecución, todo en uno. Y en este caso, además, quien lo hace parece un descerebrado y según él mismo dice de "etnia gitana", los mismos que tienen en su "cultura" someter, apalizar y decidir con quién se casan "sus" hijas. Cada día vamos mejor.
Tony010
La izquierda actual es peor que la peor mugre fascista de los años 30.
Norne Gaest
Lo que necesitamos es liberarnos del buenismo progre que hace leyes que protegen a los delincuentes más que a los ciudadanos corrientes y a los agentes. Por eso los policías que fueron arrollados y muertos en el Estrecho no se decidieron a sacar sus armas y fueron muertos, por eso otro delincuente puede hacer la vida imposible a un pueblo y por eso votamos izquierda o nazionalismo, como veremos una vez más este domingo