Todas las quinielas se equivocaron el jueves, incluida la nuestra, aunque en realidad no patinamos tanto. Me explico: nadie daba por ganador al tanzano Abdulrazak Gurnah, pero la gran mayoría de periodistas culturales teníamos claro que este no era el año los varones blancos de ideas reaccionarias, aunque escriban como Dios y sean dueños de un sexto sentido para detectar los grandes conflictos de nuestro tiempo (en efecto: el perfil perdedor era el francés Michel Houellebecq). Hoy los criterios políticos se imponen de entrada a cualquier valoración literaria.
¿Qué problema hay en aspirar a un palmarés diverso? Ninguno, lo cuestionable está en la manera de hacerlo. No se trata de que la academia haya decidido tomar ese rumbo, sino que lo ha hecho obligada por sus propios pecados públicos (el escándalo de abusos sexuales de 2018) y también por las presiones políticamente correctas ante sus veredictos más audaces, como galardonar a un escritor de talento inmisericorde como el austriaco Peter Handke. Si hoy cumpliese los cincuenta Louis-Ferdinand Céline tendría menos posibilidades de llevarse el Nobel que Oprah Winfrey. Lo que ha demostrado el jurado en 2021 es que se avergüenza de su propio criterio y se arrodilla ante la moda política del momento. Eso no es ser un jurado, sino la dama de compañía del activismo ‘progresista’.
Javier Marías no tuvo oportunidad, pero el responsable del jurado es igual de blanco y sigue ocupando su silla
El Nobel de Literatura 2021 será recordado por rizar el rizo de la hipocresía. Destaca la figura de Anders Olsson, escritor y crítico literario que dirige el comité y parlotea en sus entrevistas sobre la necesidad de "renovar" el palmarés. Lo que no contempla es que ese criterio de renovación debería empezar por él mismo, hombre blanco también. Ayer se premió a un autor tanzano refugiado en Londres pero Olsson no renuncia a su puesto en favor de un crítico literario tanzano emigrado a un gueto de Estocolmo (eso ya sería llevar el activismo demasiado lejos).
En la siguiente videoentrevista, por ejemplo, habla con máximo aplomo sobre la necesidad de abandonar el eurocentrismo y atender más a las escritoras, dos reglas que aplica pero no se aplica. Podemos imaginar el careto que pondría Don deLillo, novelista de talento deslumbrante, viendo como este señor que parece su vecino le elimina del Nobel antes de que empiece el baile.
Renovación limitada
Así funciona, en gran medida, la lógica woke: pidiendo a los demás que renuncien a sus privilegios sin que los activistas de vida resuelta abdiquen de los suyos. Basta recordar la carísima instalación eléctrica de la mansión de Al Gore o la servidumbre negra de las fiestas en honor de los Black Panthers que organizaba Leonard Bernstein, tan bien satirizadas en las crónicas de Tom Wolfe. El Nobel de Literatura se apunta a esa venerable tradición 'progre' diciendo "Javier Marías no entra ya en nuestros planes, pero yo pienso seguir repantingado en este sillón tan chulo del siglo XVIII".
En una entrevista reciente preguntan a Olsson si la academia ya está recuperada de tanto escándalo sexual y tanto premiar autores como Handke, con sus libros demoledores y opiniones fuera del carril. “Bueno, no puedo comentar sobre la reputación de la academia porque la reputación se juzga desde otros lugares, siempre. Pero creo que hemos encontrado estabilidad en nuestro trabajo y continuamos con la labor previa. Sentimos que ya no estamos en crisis. Hay buen ambiente y buena atmósfera ahora, lo cual es importante para nosotros”, resume.
Olsson ve todo en su sitio porque la factura la pagan los blancos que escriben, no los blancos que deciden quién se lleva el Nobel. Tengo ya ganas de que me toque entrevistar a Olsson para preguntar qué opina sobre el hecho de que el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia no sea mujer, ni migrante, ni queer medio congoleña, pero misteriosamente nadie en el comité del Nobel pida sustituirlo por una jubilada jamaicana.
Postada: este cuestionamiento del jurado no implica poner en duda la calidad de la obra de Abdulrazak Gurnah, a quienes muy pocos periodistas culturales hemos leído. En todo caso, puestos a ser woke, hubiera sido más útil programar el despertador un poco antes. La editorial Poliedro, traductora de Gurnah al castellano desde comienzos de los dosmiles, cerró en 2012 y no podrá recoger el fruto de su olfato literario. No existe peor ridículo que apuntarse a una moda tarde y a rastras.