Cultura

Los 25 años de ‘American Psycho’: la bancarrota del sueño americano que precedió a la de Lehman Brothers

El apuesto y acaudalado Patrick Bateman ya compaginaba banca y delito; se había convertido –incluso antes que Lehman Brothers, el tercer banco de inversión que quebró en menos de seis meses en EEUU- en la imagen de la bancarrota moral del sueño americano.

  • Un fotograma de la caracterización que hizo Patrick Bateman en la adaptación cinematográfica dirigida por Mary Harron.

American Psycho ya era una obra maestra de la literatura norteamericana incluso antes de publicarse. En su manuscrito, que el sello Simon & Schuster rechazó a última hora por miedo a publicarla, Bret Easton Ellis había hecho circular, renglón por renglón, esa electricidad de los libros que se anticipan a su tiempo. Su protagonista, el apuesto y acaudalado Patrick Bateman, ya compaginaba banca y delito; se había convertido –incluso antes que Lehman Brothers, el tercer banco de inversión que quebró en menos de seis meses en EEUU- en la imagen de la bancarrota moral del sueño americano. Publicada el 6 de marzo de 1991, esta novela glosaba las psicopatías de un mundo que se vendría abajo.

Patrick Bateman ya compaginaba banca y delito; se había convertido –incluso antes que Lehman Brothers- en la imagen de la bancarrota moral del sueño americano

Muy pocos supieron leer el oráculo que arrojaba a la nación un joven Bret Easton Ellis, que sumaba apenas 27 cuando se ganó el odio de feministas y la prohibición de venta en países como Alemania. Ya lo decía, y muy claramente, Rodrigo Fresán esta semana: fue inútil. Aquel bestseller “instantáneo e infame” fue leído con la misma urgencia de quienes caminan hacia el final del algo, sin saberlo. Incluida dentro de las “grandes novelas americanas”, American Psycho es fundamental y Patrick Bateman un arquetipo “tan definidor y definitivo del sueño (o pesadilla) americano como el Capitán Ahab de Melville, el Jay Gatsby de Scott Fitzgerald, el Holden Caulfield de Salinger, el Humbert Humbert de Nabokov, el Harry Rabbit Angstrom de Updike o el Mickey Sabbath de Philip Roth”. A su manera, concluye Fresán, “American Psycho dice más sobre el ser (o no ser) nacional estadounidense que Henry James, Theodore Dreiser, John Dos Passos o Jonathan Franzen”.

¿Qué tiene de icónico Patrick Bateman…? Todo. Es el lado reverso, la perversión de todo cuanto fue vendido en los ochenta como insignia de éxito y status. Vicepresidente del departamento de fusiones y adquisiciones en el Manhattan yuppie de los 90, una especie de rey psicópata de 26 años que trabaja, además, en la firma de inversión Pierce & Pierce, la misma de Sherman McCoy en la novela La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Graduado de la Universidad de Harvard, con un Máster en la Escuela de Negocios de Harvard, Bateman puede preciarse de ser un hombre culto, inteligente y en apariencia normal. Alguien que reservaba una mesa para comer en el mejor restaurante de la ciudad y poco después abría un espacio en su agenda para decapitar o descuartizar a alguien: prostitutas, mendigos, niños… A todos menos a aquellos que parecen sentir afecto por él.

Narcisista, ególatra y poco empático, Patrick Bateman fue metrosexual cuando nadie llegaba siquiera a imaginar qué demonios era aquello y adelantaba el signo de unos tiempos que acabarían muy mal: el capitalismo financiero como la enorme plaga que barrió los mercados globales con su erótica de los números. Y ya se sabe que las cifras, como las novelas, son una ficción… con un detalle: las primeras sí pueden acabar con una economía, algo que -de momento- la literatura no ha conseguido, al menos no en las proporciones de las Subprime en 2007.

¿Qué tiene de icónico Patrick Bateman…? Todo. Es el lado reverso, la perversión de todo cuanto fue vendido en los ochenta como insignia de éxito y status

Entre el delirio y la realidad, Bret Easton Ellis hizo de American Psycho una gran pesadilla que nadie supo leer y que llevaba dentro de sí el germen de tragedias muy posteriores, como la quiebre de Lehman Brothers tras declararse en bancarrota en 2008. Muchos lectores se sintieron timados por el hecho de que los asesinatos cometidos por el protagonista de American Psycho pudieran ser producto de un vapor alucinatorio y no de crímenes reales, un elemento con el que Breat Easton Ellis supo sacarle filo a la metáfora venenosa de su antihéroe, a quien ni siquiera le concede la certeza de sus propias atrocidades.

Encerrado en la pelea de las tarjetas de presentación más bonitas, obcecado en sus ribetes de plata, Bateman podría ser un fantasma, una idea, un resumen de los valores que se incubaron en los ochenta de Reagan: adinerado, moralmente en quiebra, totalmente aislado y lleno de rabia, un hermoso maniquí magníficamente vestida y vacío, joven y sin mayor dirección que henchirse, para intentar al menos salvarse de sí mismo. ¿No fue eso lo que ocurrió acaso en el Lunes Negro de 1987? Y 20 años después con las crisis de las Subprime: la demostración de que todo aquello cuanto crecía inflado por sus propias aspiraciones pincharía como una burbuja de hipotecas basura. Porque todos se apalancaron en la alucinación del progreso y la superación: los que podían y los que querían creer, unos salvaron los muebles… Otros no.

Después de 25 años como uno de los libros icónicos de la Norteamérica de los noventa –muchos lo leyeron de forma simultánea a Generación X, de Douglas Coupland o incluso impulsados por la versión cinematográfica protagonizada por Christian Bale-, American Pyscho tiene una vigencia que espanta y hay incluso quienes, resistiéndose al envejecimiento de Bateman, han intentado imaginar quién sería y a qué se dedicaría Patrick Bateman hoy… ¿Trabajaría en Syllicon Valley? ¿Iría vestido con camisetas grises mientras sueña con que la mitad del mundo escriba en 140 caracteres?

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