Cultura

Echenique y la silla de ruedas

Al exsecretario de Organización de Podemos, corroído por la serpiente amarilla y biliosa del rencor, le sustituirá ese diputado de pelo largo y aboñigado llamado Alberto Rodríguez, más conocido como 'El Rastas'

  • Echenique e Iglesias

Echenique era el lacayo más fiel de Villa Navata, esa especie de corte de Escocia en Galapagar desde donde Pablo Iglesias e Irene Montero despachan agenda y alcoba, como si en lugar de un partido, dirigieran un reino. El (ex) secretario de organización de Podemos, Echenique, se había comportado hasta ahora casi cual aposentador real: tenía acceso a todas las habitaciones, conocía las estancias y espiaba a los visitantes agazapado tras una cortina de la sala de audiencias.

Fue suya la idea de hacer colgar un retrato ecuestre de Iglesias para poder usarlo como mirilla y glosó enjundiosos libelos contra la prensa conjurada, con la que se batió en las arenas tertulianas. Entre las tareas de Echenique figuraban no sólo abanicar al supremo líder o hacer de improvisada nodriza para sus gemelos, también debía procurar los apoyos políticos y los votos favorables de un partido menguante de cuyo camposanto político él era administrador, celador y sepulturero.

Guarecido en su discapacidad, Echenique obró cual noble afín a su rey, llegando a cavar las tumbas de Bescansa y de la mismísima Tania Sánchez

Aquejado por una atrofia muscular espinal que lo mantiene atado a una silla de ruedas, Echenique hizo las veces de mamporrero intocable. Podía llamar a quien quisiera cualquier cosa: nadie se atrevería a contestarle de manera bronca, no fueran a decir 'por ahí' que lo discriminan o estigmatizan. Una víctima enfurecida con barra libre. ¡Quién iba siquiera a atreverse a devolver el puñetazo! Guarecido en su discapacidad, Echenique obró cual noble afín a su rey: le hizo creer que era justo al tiempo que cavó las tumbas de Bescansa o la mismísima Tania Sánchez, reina consorte antes del ascenso de la marquesa de Galapagar, para muchos responsable directa de esta decapitación. Le puede Lady Macbeth a Montero, reina de corazones en un partido que ya quisiera rosas en Moncloa.

Vaya moneda con la que le han pagado a Echenique. De ser el criado fiel, el hombre que cortaba el filete de la venganza en los sótanos de Podemos, Echenique se ha convertido en presa. Enfadado y cuestionado por las derrotas electorales, Pablo Iglesias empujó a su fiel mayordomo y comisario político por un barranco. Así, derribándolo de su silla de ruedas. El líder de Podemos hizo lo que el meme de Heidi que compartió para ironizar sobre las purgas. Tratándose él de un valedor de la igualdad y la ley de dependencia, la broma de Iglesias no fue pertinente, ni elegante. Le suele pasar a los déspotas cuando van de tolerantes: en algún momento les sale el Ricardo III que llevan dentro (que se lo digan a Mariló Montero).

El líder de Podemos hizo lo que el meme de Heidi que compartió para ironizar sobre las purgas ... ahondar el alcance de la caída 

No bastó echar la culpa del descalabro madrileño a Íñigo Catilina Errejón y su conspiración de la Magdalena con Manuela Carmena. Para apaciguar a los críticos y acallar el tratado de la fenomenología de Podemos que  Espinar publicó en la prensa, Iglesias mandó a Echenique a Siberia como castigo ejemplarizante, incluso como un ejercicio de autocrítica… de los demás. Muchos aseguraban que la paternidad  había cambiado a Pablo Iglesias. Que lo había hecho madurar y le había dado incluso un tono conciliador y episcopal, pero Iglesias ha vuelto a hacerlo, con todo y chiste capacitista incluido.

A Echenique, que le corroerá la serpiente amarilla y biliosa del rencor, le sustituirá el diputado canario Alberto Rodríguezel Rastas. Este hombre de pelo largo y aboñigado será el encargado de controlar el aparato de Podemos. Su talante conciliador, a estas alturas indispensable para no saltar por los aires y atraer de nuevo a Garzón y la reticente Izquierda Unida, se suma un atributo adicional y poco común en el Podemos actuar: forma parte de la nómina inicial de los que esperaban asaltar los cielos y acabaron estampándose contra sus propias contradicciones. Un partido paralítico que se despeña, cuesta abajo, en la silla de ruedas de Echenique.

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