El papa Francisco publicó este mes la encíclica ‘Fratelli tutti’, basada en las enseñanzas de Francisco de Asís y cargada de un fuerte mensaje igualitario, de condena al consumismo y retorno a las relaciones comunitarias. Las primeras polémicas en España se centraron en su postura de que la propiedad privada es un derecho secundario, sometido a la función social de los bienes (nada muy distinto de los que dice el artículo 33.1 de nuestra Constitución). La encíclica propone además un “pacto cultural” global cuyas formas no excluyan a nadie.
“Los sueños de la libertad, la igualdad y la fraternidad pueden quedar en el nivel de las meras formalidades, porque no son efectivamente para todos (…) Con frecuencia las buenas propuestas no son asumidas por los sectores más empobrecidos porque se presentan con un ropaje cultural que no es el de ellos y con el que no pueden sentirse identificados”, lamenta. Una de las primeras reacciones en España fue una viñeta de El Roto donde un hombre grita desde un campanario: “¡El Papa ha dicho que el capitalismo es malo!¡¿Y ahora qué va a pasar?!” Esa pregunta es clave en muchos posicionamientos del mundo cultural.
"La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos", denuncia el texto papal
Quizá la defensora más sorprendente sea Elizabeth Duval, icono social trans de veinte años y pensadora sin reparos a mostrar su simpatía por los valores de Bergoglio. Esto comentaba en redes: “Algunos puntos políticos de la encíclica que cabe resaltar: contra el neoliberalismo, reivindicando el trabajo, atacando el supuesto fin de la historia y criticando la actitud ante las fronteras”, destacaba el 3 de octubre. Luego incluía un fragemento del texto: “La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos. Por otra parte, ‘sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado’. El fin de la historia no fue tal, y las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles”. En una reciente entrevista, Duval confiesa llevar en el móvil una estampita del papa -"sin ser yo católica"- y piensa que el reciente estatismo reindustrializador de Macron confirma de alguna manera algunas de las posiciones económicas de "Fratelli tutti".
"Cháchara sociológica"
El periodista Juan Soto Ivars también ha celebrado la encíclica como “una bomba en los soportes del puente, más calvinista que católico, que ha unido en las últimas décadas la tradición católica con el neoliberalismo”. También destaca la advertencia ante “el peligro del populismo, que aprovecha los huecos que deja el consumo en la dignidad humana para prometer falsas utopías”. Francisco no dedica esta encíclica a los fieles católicos, sino “a todas las personas de buena voluntad”, así que estaría satisfecho de tocar a perfiles ‘a priori’ tan distintos a los habituales como los de Duval y Soto Ivars.
Quien no parece tan entusiasta es Juan Manuel de Prada, ensayista y novelista consagrado desde los años noventa, que mostró muy pronto en su carrera un fuerte compromiso católico. Lamenta, sobre todo, que el texto rebaja el voltaje del pensamiento de Francisco de Asís: “Incurre en el error que denunciaba Chesterton, consistente en presentarlo como un ‘adelantado a su tiempo’, como un pionero de la democracia, como un apóstol del ecologismo, como un hombre de exquisita sensibilidad social o un execrador de la riqueza… En fin, como un precursor de cualquier moda ideológica moderna”, escribe en su columna del diario ABC.
"La encíclica se desliza hacia la cháchara sociológica, cuando no hacia un cierto utopismo ruborizante", deplora De Prada
De Prada lee la encíclica como una rendición del papa ante el dogma ‘progre’ y las ‘consignas mundialistas’. “El propio Francisco asume esos errores, al fundar la fraternidad universal en conceptos extraños a la tradición católica como los 'derechos humanos’, la ‘libertad religiosa’ y demás flores pútridas del jardín liberal (las mismas que han regado sus inmediatos predecesores). De este modo, la encíclica se desliza hacia la cháchara sociológica, cuando no hacia un cierto utopismo ruborizante, que desgrana casuismos tal vez pertinentes en una catequesis parroquial, pero chocantes en una encíclica”. Los lectores habituales del columnista sabrán que suele alabar encíclicas clásicas como “Rerum novarum” de León XIII (1891) y “Quadragesimo anno” (1931) de Pío XI. Esta última advertía que “aun cuando la economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, es erróneo que el orden económico y el moral estén distanciados y ajenos entre sí”.
Rechazo feminista
En realidad, el mundo ‘progre’ español tampoco ha vibrado especialmente con el texto de Francisco, incluso algunas voces se sitúan en un claro rechazo. Dentro del pensamiento feminista, la antropóloga Nuria Alabao acusa la papa de mantener posiciones similares a la derecha radical. “Por mucho que se interprete este texto como un golpe a las extremas derechas, ¿está tan lejos este pontífice de sus posiciones? Pues en lo que respecta a su principal ámbito de influencia, las cuestiones de género, no. Es decir, en relación a aquello que atañe al intento de control secular de la capacidad reproductiva de las mujeres por parte de la Iglesia católica, Francisco no se ha movido ni un milímetro del ultra Benedicto XVI o de Juan Pablo II. Así, el actual pontífice dice que estas cuestiones no están sujetas a reformas o modernizaciones”, denuncia. Su texto despliega un in crescendo de reproches que culmina acusándole de complicidad con la homofobia de Estado. “En lugares como Polonia, Hungría o Rusia se acusa a los que promueven los derechos de las mujeres/LGTBI de servir a intereses foráneos –por culpa de Soros o los 'lobbies' internacionales feministas o gays–; de traicionar a sus propias tradiciones, es decir, a sus naciones. El pontífice les proporciona munición sancionada por Dios”, añade.
El título de la encíclica también ha provocado un inesperado debate de género, debido a las críticas de algunas teólogas y de asociaciones de mujeres católicas que han pedido al pontífice que utilice el lenguaje inclusivo. El Catholic Women's Council, red global de mujeres católicas, le han escrito incluso una carta abierta en un tono cercano a la regañina: “En el mejor de los casos es una distracción, y en el peor es un serio obstáculo. Esta desafortunada situación puede ser fácilmente rectificada con la inclusión de ‘sorelle’ así como ‘fratelli' en el título. Esto aseguraría que las traducciones incluyan tanto a las hermanas como a los hermanos en todos los idiomas, y evitaría cualquier malentendido en cuanto a quién está dirigida”, proponen. El economista Luigi Bruni, columnista del diario católico italiano Avvenire, se ha unido a la petición: "Querido papa Francisco, cuando aún hay tiempo, por favor cambie el título de la nueva encíclica. Que 'Hermanos' (sin hermanas) no se puede usar en 2020. Nos has enseñado el peso de las palabras. El título devorará el contenido y sería una lástima”, vaticina. Francisco prefirió mantener el original.