Con trazo claro y poético, el cómic Pasolini (Altamarea) ha seducido a decenas de miles de italianos. Allí se condensa el discurso del intelectual más heterodoxo de la Europa del siglo XX, reclamado hoy igualmente desde la izquierda y la derecha. Ambos campos políticos le frieron a demandas, unos alegando blasfemia y el Partido Comunista Italiano expulsándole por homosexual, usando un eufemismo tronchante, que el cómic reproduce: "influencias de Gidé, Sartre y otros poetas que resumen los aspectos más deletéreos de la degeneración burguesa", sentenciaba el comunicado del PCI en octubre de 1949. No es fácil capturar sus contradicciones en viñetas, pero al autor Davide Toffolo sale dignamente del desafío.
La acción se hila a través de los pensamientos de un joven escritor actual, que encuentra en Internet a alguien clavado al artista, que en realidad es un mitómano que finge ser el artista. Cuando se produce el encuentro, con la excusa de una entrevista, el farsante le responde con frases literales que Pier Paolo Pasolini dijo en vida. "La homolgación que no consiguió el fascismo la ha conseguido a la perfección el poder actual, que es el poder de la sociedad de consumo. Nuestro sistema ha destruido la particularidad", lamenta. "Esta homologación ha destruido Italia. Por eso quiere decir que el verdadero fascismo es la sociedad de consumo. Estamos en los comienzos de lo que será, probablemente, la peor época de la historia de la humanidad, la época de la alienación industrial", remata.
La relación de Pasolini con los tebeos fue paradójica. En principio, los percibía como algo ajeno. Así lo explica el experto en historietas Breixo Harguindey: “'No soy de aquellos intelectuales que leen cómics', escribía Pasolini dos años antes de que Umberto Eco los pusiera de moda en su ensayo Apocalípticos e integrados. Luego, poco a poco, se fue ablandando: “Durante el periodo en que ejerció de maestro en la escuela primaria de Valvasone, Pier Paolo espoleaba habitualmente a sus alumnos para reelaborar las diversas materias de enseñanza en forma de historieta, seguramente bajo la influencia de la nueva escuela de Montessori y la pedagogía crítica de Gramsci. De esta manera, se adelantaría a la célebre frase de Hugo Pratt que afirma que ‘los cómics son el cine de los pobres’”, recuerda. Al final, incluso el propio Pasolini se animó a escribir algún cómic, que Toffolo integra en esta novela gráfica.
Pasolini Personal
Dos de las páginas más hermosas de este volumen son las que apuestan por primeros planos del artista, mientras este describe su propio temperamento: “No, no soy una persona triste… Creo que mi característica fundamental es una cierta alegría, una cierta levedad que no consigue salir a flote. Creo que, en el fondo, mi carácter es más bien elegíaco y alegre. Si puedo utilizar una palabra más fuerte… Quisiera decir que tengo un carácter mozartiano”, comparte.
La cita de apertura del tomo es una frase de Silvana Mauri, amiga íntima de Pier Paolo. “Me pareció guapísimo: aquella cara en que los trazos eslavos, el aire de la Romaña y los rasgos hebreos había compuesto un perfil único, una máscara irrepetible. El cuerpo era extraordinariamente expresivo, como sacado de un cuadro de Mantegna, o como el de un pobre de solemnidad, tan medieval que si te cogía de las muñecas para transmitirte afecto era como si te las atenazara. Tenía un comportamiento tímido, reservado y sobrio, septentrional -muy diferentes la desbordante extroversión que le corresponde como joven meridional-, y hablaba lentamente, con dudas, con el acento seco y desnudo, rugoso y áspero de los friulanos”. Realmente está bien escogido el fragmento, ya que describe muchas texturas que necesariamente faltan en las viñetas de un tebeo.
"Los bienes superfluos hacen superflua la vida", lamentaba Pasolini
Quien le dé una oportunidad a Pasolini, la novela grñafica, descubrirá que las intuiciones del artista tienen una precisión devastadora. “Los campesinos y la pequeña burguesía, la clase media, fueron engullidos por el consumismo… Los hombres habían vivido hasta entonces en la que llamo ‘La edad del pan’. Es decir, consumían solo bienes estrictamente necesarios. Y era esto, quizá, lo que hacía estrictamente necesaria su pobre y precaria vida. Pero esta claro que los bienes superfluos hacen superflua la vida”, advierte. Aunque murió dos décadas antes del triunfo de Berlusconi, intuyó perfectamente lo que venía: “Italia se pudre en un bienestar que es egoísmo, estupidez, incultura, chismorreo, moralismo… Prestarse a contribuir a esta pudrición es, ahora, fascismo”, adelanta.