Cultura

5 razones por las que ‘Nación Secreta’ es la mejor ‘Misión Imposible’

Decir que la última y quinta entrega de ‘Misión Imposible’, subtitulada ‘Nación Secreta’, es la mejor de la serie podría parecer poco más que una argucia publicitaria. Pero la verdad, y sin ánimo de dejarse llevar por el entusiasmo, la película dirigida por Christopher McQuarrie entrega todo lo que promete e incluso algo más. 

  • Escena de la película Misión Imposible: Nación Secreta (Paramount Pictures Spain).

Buen híbrido de los hallazgos de las anteriores, de las que resulta un perfecto mix en fondo y forma, Misión Imposible 5 es la definición perfecta de entretenimiento asombroso, un filme de acción que no para de subir y que sabe ser retro sin ser nostálgico, divertido sin caer en la parodia. Aquí se la desgranamos en cinco puntos clave.

La hora de Alfred Hitchcock

La saga Misión Imposible siempre ha sido prima hermana de la de 007, pero en su ADN figura también el legado del maestro británico, eso es indiscutible. La primera estuvo dirigida por Brian De Palma, el mayor comentarista del legado cinematográfico de Hitchcock que ha existido en las últimas décadas.

Y la segunda entrega no dejaba de ser una versión turboalimentada de Encadenados, pero con palomas y motocicletas. En efecto, todo el aroma retro de la serie podría remitir tanto como a la serie original de televisión como a Hitchcock, y la presente no es en absoluto una excepción.

Nación Secreta vuelve a traer a colación esa influencia en una larga secuencia desarrollada en la durante una ópera de Puccini que parece salida, en espíritu y planificación, de una versión turboalimentada de El hombre que sabía demasiado, un thriller que el maestro se lanzó a hacer no una sino dos veces.

Una larguísima sección de filme que mezcla la acción típica de blockbuster moderno como ¡inaudito! el suspense para, ante todo, generar tensión. ¿Quién es esa chica? ¿Y esos otros sujetos? ¿Qué pretenden? ¿Conseguirá Ethan salvar a su colega Benji (Simon Pegg)?

Tomstravaganza

No nos engañemos: la principal argucia publicitaria de Misión Imposible: Nación Secreta han sido las escenas de riesgo, realizadas en gran parte por el propio Cruise, que al fin y al cabo se la produce y se la regala a sí mismo. El actor, de 53 años, se ha atado a un gigantesco Airbus A400 en pleno despegue, escena que sirve de prólogo y póster a la película. Y también ha realizado varias de las piruetas que han convertido el icono a la saga, entre ellas las frenéticas escenas de conducción de Marruecos.

El resultado está en pantalla desde el comienzo: en un momento en el que el cine abusa de la imagen sintética, aquí tenemos una estrella de cine (probablemente con un ego descomunal) que apuesta por el ‘all real’, al menos hasta donde es posible. Y con ello otorga uno de sus sellos distintivos a las películas y el personaje: el agente Ethan Hunt rechaza las armas y basa sus operativos en las cabriolas... como lo hace la propia saga Misión Imposible, cuyo argumento suele ser una cortina de humo, un juego de espejos antes de la revelación final.

Rebecca Ferguson

A Cruise se le ha acusado en mil ocasiones de acaparar todo el protagonismo, pero lo cierto es que tanto en ésta como en la anterior (y excelente) Al filo del mañana no dudaba en ceder minutos a su partenaire femenina, un factor que de momento nadie le ha reconocido.

En esta ocasión es la sueca Rebecca Ferguson, una casi perfecta desconocida que se hace cargo con pasmosa facilidad un inesperado peso, la de compartir película con el mayor astro de los ochenta y noventa, rematando de paso un fenómeno histórico: una temporada de filmes con un inesperado cariz femenino (Mad Max: Furia en la Carretera, 50 Sombras de Grey, Y de repente tú, Espías, Jurassic World...) que da a entender que las cosas están cambiando en Hollywood.

De físico contundente y mirada hipnótica, pero muy diferente a lo habitual en Hollywood, Ferguson tiene una presencia tan potente como enigmática, como un equivalente a Ethan Hunt que -al igual que éste- parece ir siempre por delante del espectador. Sus verdaderas intenciones son un enigma, y en ella recae además gran parte del peso moral del filme, con esa decisión final que motiva todo el tercer acto de la película.

Hay quien dice que la trama romántica de Misión Imposible III por poco hundió la película de J.J. Abrams. Y por tanto, que la recuperación de este componente amoroso para la nueva entrega no es más que una repetición. Pues bien, nada más lejos de la realidad. No esperen que la acción se interrumpa para un beso romántico.

Marruecos

Antes hemos hablado de la secuencia de la ópera, que satisfará a los más exquisitos conocedores del suspense clásico. Pero los fans del blockbuster más destrozón también están de enhorabuena, con una larga sección del filme que transcurre en Marruecos en la que el agente Hunt tendrá que recuperar un objeto como sólo él sabe, es decir, lanzándose por sitios muy estrechos y muy altos... solo que esta vez bajo el agua, un hilarante rizo a la situación.

La persecución posterior en BMW (la mejor publicidad posible para el flamante nuevo M3 es...¡destrozarlo!) y después en moto no se queda corta: en ella prima la velocidad por encima de todo, y también esos golpes de humor de la mano de un casi protagónico Simon Pegg. Decir que la saga Fast & Furious y su reparto coral ha tomado prestado lo suyo de la saga de Tom Cruise sería quedarse cortos, porque también lo han hecho muchas otras películas recientes.

https://youtube.com/watch?v=7NWfe7UUbs4

Tomspiranoia

No todo es acción en la saga Misión Imposible. También recibimos una buena dosis de conspiración en clave moderna, al menos para todos aquellos que la sepan distinguir entre los (brillantes) fuegos de artificio. Sin revelar nada del argumento del filme, que por otro lado transita terreno conocido, lo que nos vuelve a plantear McQuarrie es un glamouroso descenso a las alcantarillas del espionaje, una intriga que nunca pierde el espíritu lúdico y que sabe aportar humor sin necesidad de hacer autoparodia. Pero a la vez planteando un escenario de lucha sin bandos tradicionales, donde sólo la moral define las acciones de los personajes

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