El griego Yorgos Lanthimos se caracteriza por ser uno de los directores más incómodos del panorama cinematográfico contemporáneo, capaz de trasladar a la gran pantalla el lado más perverso de la humanidad, tal y como mostró en su película Canino (2009), un trabajo difícil de olvidar por la perspectiva monstruosa que ofrece de una familia. Por el camino, ha estilizado su discurso y ha engalanado su puesta en escena hasta llegar a Pobres criaturas, que se estrena este viernes en los cines españoles.
Emma Stone protagoniza este cuento feminista, una adaptación de la novela homónima de 1992 del autor escocés Alasdair Gray que, tras ganar el León de oro en Venecia, competirá el próximo 10 de marzo en los premios Oscar por un total de 11 estatuillas, entre ellas las de mejor película, mejor dirección, mejor actriz protagonista o mejor guion adaptado.
Pobres criaturas se presenta como una fábula que aborda la revolución sexual de su protagonista: Bella Baxter, una joven de comportamiento extraño y alejado de las normas de la sociedad que aprende a vivir de nuevo después de que el doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe) haya resucitado su cuerpo con técnicas poco ortodoxas. Esta Frankenstein redescubrirá el mundo con una mente alejada de prejuicios y límites morales, y explorará los placeres sexuales o el sentimiento de compasión de la manera más pura e inocente.
La estrella de la película no es Bella, un ser magnético, capaz de enamorar a quien la conoce y de mantener al espectador embelesado ante la pantalla, sino Emma Stone, la actriz que interpreta este personaje, que no parece tener límites y que se ha entregado sin condiciones a los deseos de Lanthimos. Generosa hasta límites insospechados, Stone se asemeja a una Juana de Arco animal, fiera y desvergonzada, pero también cándida y dulce, que vive una aventura por el mundo en la que pone patas arriba las convenciones sociales, especialmente las sexuales.
En 'Pobres criaturas' hay mucho sexo: masturbaciones como iniciación al placer carnal, coitos en todas las posturas imaginables, "cunnilingus" y relaciones a cambio de dinero
Su comportamiento a ratos escandaloso y a ratos extravagante no es más que el desarrollo natural de esta creación monstruosa con gran corazón -a quien el pelo le crece a una velocidad fuera de lo normal- en un mundo más preocupado por imponer distancias entre los deseos y la realidad que por experimentar el placer y ayudar al prójimo. Si bien su manera de actuar puede resultar inverosímil, forzada e incluso escandalosa para algunos, lo cierto es que todo resulta coherente en esta historia.
En Pobres criaturas hay sexo, mucho sexo: masturbaciones como iniciación al placer carnal, coitos en todas las posturas imaginables, "cunnilingus" y relaciones a cambio de dinero. La prostitución como liberación de la mujer y empoderamiento femenino no puede entenderse, sin embargo, lejos de el marco que propone Lanthimos en esta película, en la que la misión de su protagonista no es otra que descubrir el mundo y derribar cualquier barrera que se lo impida.
Pobres criaturas y el sexo
A pesar del aplauso general, Pobres criaturas no es una película rodada para gustar a todo el mundo, e incluso ya desde su tráiler puede despertar antipatía en algunos. Sin embargo, la puesta en escena tan barroca y exagerada queda pronto eclipsada por una historia extraña pero suficientemente atractiva, macabra y soez en sus formas -trasplantes de cerebros, ventosidades que flotan como pompas de jabón- pero tierna, bonita y luminosa en el universo que presenta.
Lanthimos desafía casi todos los límites visuales y morales con un trabajo más sofisticado y también a priori más convencional, más cercano y atractivo. El sexo vuelve a ser el vehículo que tiene este director para hablar del mundo, como lo fue en Langosta (2015) o en La favorita (2018), y la revolución sexual que propone irrumpe en una industria cinematográfica, Hollywood, donde cualquier concesión a la carne queda siempre en entredicho.
Por ello, Pobres criaturas, más allá de la emancipación de la mujer que propone a partir del personaje de Bella Baxter, puede ser también un desafío al cine estadounidense, que a menudo es tachado de puritano y mojigato. En esta ocasión, el sexo no solo se ve, sino que se huele y se saborea, en un juego con todos los sentidos del espectador, en quien busca despertar el placer pero también la repulsión a través de la fantasía.
Sin_Perdon
Sí, parece sorprendente que la "liberación" feminista siempre tenga que darse poniéndolas en el papel de golfas. Que se celebre la inmoralidad y la ausencia de valores (por no hablar de lo escatológico, que ya hasta las buenas maneras se han perdido) como algo positivo da mucho que pensar. Pero qué sabré yo de una sociedad donde el aborto libre, el poliamor, no sé cuantos géneros, el consumo alarmante de ansiolíticos y escalofriante tasa de suicidios la juventud, la insatisfacción permanente, cambiar de pareja como el que cambia de carril en una autovía, la moda del "childfree" y, en general, el narcisismo como única meta,... son las consecuencias buscadas por una oligarquía que busca destruirnos como sociedad para un mejor control. Así que se entiende que venga Miriam aquí a darnos publicidad de esta basura, es complicado navegar contracorriente, así que mejor que nos lleve la misma hasta donde tenga que ser, todo sea por carecer de espíritu crítico.