Cultura

Polarización severa: la fractura del tejido social

La incertidumbre, el miedo e incluso el odio son emociones extendidas. La generalización de la desconfianza provoca situaciones donde el desánimo y la parálisis infectan el ambiente económico, social y político

Decía Séneca en sus Epístolas Morales (III) que “es un vicio confiar en cualquiera, tanto cuanto no confiar en nadie”. La falta de confianza hace que los pilares que sustentan la sociedad se vuelvan frágiles y cunda el pesimismo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la confianza como “esperanza firme que se tiene de algo”. El contexto esperanzado propio de la confianza contrasta con el clima social y de opinión pública.

La incertidumbre, el miedo e incluso el odio son emociones extendidas. La generalización de la desconfianza provoca situaciones donde el desánimo y la parálisis infectan el ambiente económico, social y político. Es el contexto que acabo de describir en el libro Crisis de Confianza (2007-2022). El descrédito de los medios (Pamplona: EUNSA, 2022).

Una de las referencias en el estudio de la confianza es el Barómetro de Edelman, que se presenta con ocasión de la cumbre económica de Davos desde el año 2000. El informe glosa una encuesta que se realiza a 32.000 personas en 28 países de los cinco continentes.

En 2022, el Barómetro aludió a las crecientes obligaciones de las empresas. Sus deberes aumentaban como consecuencia de la crisis de liderazgo de los gobiernos. La confianza en las empresas (61%) superaba a las ONG (59%) y a los gobiernos (52%). Los encuestados se fiaban más de su empleador (77 %) que de otras instituciones.

Los ciudadanos afirmaban que comprarían y apoyarían marcas que coincidan con sus principios (58%). Buscaban lugares de trabajo de acuerdo con sus convicciones (60%) y se mostraban dispuestos a invertir en marcas y empresas en sintonía con sus creencias y valores (64%). Para el 88% de los inversores institucionales, los factores ESG (medioambientales, sociales y de buen gobierno) debían recibir de las empresas igual atención que las finanzas o las operaciones.

Navegar un mundo polarizado

La edición del Barómetro de 2023 abunda en varias ideas que aparecían en 2022. Las empresas mejoran su puntuación en ética por tercer año consecutivo y son la única institución considerada tanto ética como competente. Hay una brecha de hasta 11 puntos entre la confianza en las empresas (62%) y la confianza en los gobiernos (51%).

El informe muestra un colapso del optimismo económico. Sólo el 40% de los encuestados dice que ellos y sus familias estarán mejor dentro de cinco años, diez puntos menos que en 2022. En 21 de los 28 países, la confianza es desigual. Hay una brecha entre “ganadores” y “perdedores”, con percepciones distintas en función del nivel de ingresos.

El Barómetro considera severa la polarización en seis países: Argentina, Colombia, España, Estados Unidos, Suecia y Sudáfrica. Otros ocho, Alemania, Japón, Italia, México, Corea del Sur, Francia, Reino Unido y Brasil, están en riesgo de alcanzar también ese nivel.

El recelo ante los gobiernos, la falta de identidad compartida, la desigualdad sistémica, el pesimismo económico, los miedos sociales y la desconfianza en los medios son los factores que impulsan la polarización.

El informe destaca la tendencia a que la ideología se convierta en identidad. Los que se muestran dispuestos a colaborar con personas con visiones distintas son clara minoría. La profundización en las divisiones tiende a debilitar el tejido social, que ya no sirve como base para la unidad.

El 65% de los encuestados a nivel mundial dice que la falta de civismo y respeto mutuo es hoy la mayor que han visto en el transcurso de sus vidas. Para el 62%, el tejido social que tradicionalmente sostuvo los países se ha vuelto demasiado débil para servir como base a la unidad y el bien común.

Los ciudadanos piensan que no afrontar las divisiones tiene consecuencias. Las cinco más citadas son el empeoramiento de los prejuicios y la discriminación; la ralentización del desarrollo económico; la posibilidad de violencia en las calles; la incapacidad para afrontar los desafíos sociales, y el daño para las finanzas personales.

Los medios también son responsables del panorama de confrontación que describe el informe. En situación de pánico financiero, las empresas de comunicación, necesitadas de audiencia y con dificultades agravadas por la pandemia y la crisis económica posterior, buscan soluciones rápidas, apelan al partidismo o caen en el clickbait. Este contexto no ha servido para mejorar los resultados económicos en los medios y provoca desconfianza, desinterés y fatiga ante las noticias en las audiencias.

La confianza se transforma

En su excelente libro Who Can You Trust? (2017), Rachel Botsman explicó que, como la energía, la confianza no se crea ni destruye, se transforma. La desconfianza generalizada en las instituciones sociales no va a acompañada de desconfianza en otras instancias. En el informe, la confianza se vincula a la proximidad: los que trabajan conmigo, los vecinos, el líder de mi empresa, las personas de la propia comunidad o el propio país.

El informe destaca también a científicos y profesores como fuentes dignas de confianza. Además, como demuestran Airbnb, BlaBlaCar o Uber, la tecnología está facilitando nuevas modalidades de confianza.

Las dificultades para la convivencia, los temores y el pesimismo que se vislumbran en los datos del Barómetro son inquietantes. En España nos espera un año electoral, un tiempo que no suele ser favorable para pensar en el bien común. Pero los resultados del fomento de la polarización y el partidismo no están siendo buenos, ni para la clase política ni para los medios.

La responsabilidad de las empresas parece mayor cada día, pero no está claro que estén preparadas para las altas expectativas que suscitan. El Barómetro indica una fractura relevante del tejido social. Ahora corresponde construir entre todos un ecosistema donde se pueda respirar.

Francisco J. Pérez Latre, Profesor. Director Académico de Posgrados de la Facultad de Comunicación, Universidad de Navarra.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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