Cultura

Reconstrucción tras la ruina

El virus ha provocado graves daños a la economía, pero Europa ya ha resucitado tras crisis peores

  • Bajo un gran cartel propagandístico del Plan Marshall, los berlineses se afanan en la reconstrucción de Alemania.

Europa quedó destrozada por la Segunda Guerra Mundial. Los bombardeos sistemáticos de la aviación sobre ciudades y centros industriales, los destrozos causados por las ofensivas, la rapiña de la ocupación alemana o rusa dejaron una secuela de destrucción y miseria.

Un caso notable era el de Inglaterra, el único enemigo que los nazis no pudieron invadir, que formó con Estados Unidos y la Unión Soviética el trío de grandes potencias que derrotaron y conquistaron a Alemania, que dictaron la configuración de la Europa de la posguerra. Era claramente un país vencedor y sin embargo dos años después de la victoria, en 1947, cayó en una hambruna que recordaba los peores momentos de los países ocupados durante la guerra.

El endeudamiento en que había caído el Reino Unido para sostener la contienda, la reducción de la flota mercante a una cuarta parte de la de 1939, la escasez de combustible, las huelgas portuarias y mineras se unieron a causas naturales como unas lluvias excesivas que arruinaron las cosechas y un invierno terriblemente frío.

El gobierno laborista que a principios de 1945, aún sin terminar la guerra, obtuvo una sorprendente victoria sobre Churchill, tuvo que reintroducir el racionamiento de alimentos. No es que los británicos pasaran más hambre que durante la guerra, pero lo que en tiempos heroicos  se resistía con estoicismo ejemplar, en el “mundo más justo” por el que habían luchado contra los nazis resultaba insoportable. Los laboristas lo pagarían perdiendo las elecciones en 1951.

Si ésa era la emergencia económica en Gran Bretaña, en el continente había una emergencia política por el avance comunista. En la Europa del Este bajo ocupación y tutela soviética se habían impuesto gobiernos comunistas, como era de esperar, pero en Europa Occidental crecía la influencia de los partidos comunistas, motivada por el descontento de la mayoría de la población, en situación de precariedad. En los dos países mayores, Francia e Italia, el Partido Comunista era la principal fuerza política.

En esa situación el presidente Truman tuvo la buena idea de poner al frente de la política exterior americana, como secretario de Estado, al general Marshall. George C. Marshall había sido el cerebro estratégico de Estados Unidos en la contienda, pero más allá de un jefe del Estado Mayor central, había sido el organizador capaz de convertir un obsoleto ejército de 200.000 hombres en la mayor maquinaria militar de la Historia, con ocho millones y medio de hombres y una inconmensurable cantidad de modernos barcos, tanques y aviones.

Marshall arremetió contra el enemigo, que era la profunda crisis económica de Europa. Había que ayudar sin reservas a la reconstrucción de las economías europeas como única forma de detener al comunismo

Con la misma eficacia que había cumplido sus tareas bélicas, con la comprensión de que esto también era una guerra –faltaba justo un año para el inicio formal de la Guerra Fría-, Marshall arremetió contra el enemigo, que era la profunda crisis económica de Europa. Había que ayudar sin reservas a la reconstrucción de las economías europeas como única forma de detener al comunismo, y había que hacerlo de forma generosa y, aparentemente, desinteresada. No se podía esperar la devolución del dinero que se mandase a Europa, aunque Estados Unidos cobraría la deuda en réditos políticos y comerciales.

El 'Día D'

Marshall sabía cómo exponer su proyecto con el mayor dramatismo, el lugar y la fecha para que causara más impacto en la opinión pública. Eligió un sitio histórico y de máximo prestigio, la Universidad de Harvard, y dio su conferencia el 6 de Junio de 1947.

¡Era el Día D! Tres años justos antes, el 6 de Junio de 1944, había sido el desembarco de Normandía, el principio del fin de la Alemania nazi. Planteando esta nueva invasión de Europa con ayuda económica en la misma fecha, recordaba a todos que debían confiar en él, puesto que Marshall había sido el experto estratega que proyectara el desembarco de Normandía.

El Plan Marshall tenía difícil obtener los fondos necesarios del Congreso porque había mayoría republicana. Los republicanos eran tradicionalmente aislacionistas y fundamentalmente tacaños en lo de dar dinero a las instituciones. Sin embargo el planteamiento de amenaza comunista y contraataque con el Plan Marshall les convenció, y aprobaron los 12.000 millones de dólares solicitados por el general.

La mayor tajada de esa ayuda se la llevó Inglaterra, 26 por 100. Al fin y al cabo era el país que había resistido a los nazis, el aliado de confianza de Estados Unidos. Francia, el país más importante de Europa Occidental en esos momentos, recibió un substancial 18 por 100, y Alemania Occidental un 11 por 100, para escándalo de muchos norteamericanos, que no comprendían que sus dólares fuesen a ayudar al enemigo, pero Marshall la metió en el paquete y así salió adelante.

La Unión Soviética rechazó toda ayuda del Plan Marshall porque veía, seguramente con razón, que eso comprometería su independencia. Automáticamente, Alemania Oriental y Polonia, que ya eran países satélites, quedaron también excluidas. En total entraron en el Plan Marshall 18 países que recibieron más o menos ayuda de acuerdo a criterios pragmáticos y también estratégicos. Por ejemplo a Grecia, país muy atrasado, le llevaron mulas de Missouri para revitalizar su agricultura.

Desde el principio el juicio sobre el Plan Marshall estuvo dictado por la ideología. Para la izquierda, siguiendo el ejemplo de Moscú, fue una operación de colonialismo económico, una forma de establecer dependencias políticas, y  boicoteaba sectores estratégicos de la economía europea para obligar a comprar los productos americanos. Para la derecha fue la salvación de Europa Occidental, como mostraría la simple comparación de la prosperidad de los países que recibieron la ayuda americana, y la pobreza en la que se arrastraban los estados comunistas que habían quedado fuera.

Una opinión más ponderada sería decir que Europa Occidental ya había puesto en marcha los mecanismos de recuperación, que el Plan Marshall no fue el factor definitivo, como probaba el hecho de que Alemania prosperase más deprisa que Inglaterra o Francia, pese a recibir mucha menos ayuda americana. Pero en todo caso ésta sería importantísima para acelerar el proceso de recuperación. Sinceramente podría decirse “bienvenido, Mr. Marshall”, aunque esta frase fue utilizada en España para titular la más terrible crítica que se hizo de la ayuda americana. Pero eso merece otro artículo.

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