Cultura

Los museos públicos, sin dinero para renovar sus colecciones

¿Mantienen los museos públicos sus programas de adquisiciones? ¿Qué hacen para mantener visibles sus colecciones?  Que las empresas y las fundaciones paralicen sus colecciones repercute negativamente en el mercado del arte pero que lo hagan los museos públicos supone la contracción de las opciones culturales o la aparición de fórmulas que constriñen a las instituciones.

Cuando hay que recortar, la partida que suele sufrir primero en los museos es la de compra de obras. Sólo es necesario mirar cómo han cambiado los números en los últimos años. En 2012, el Museo Reina Sofía invirtió casi 2.725.000 euros en nuevas piezas para la colección. Y eso ya es bastante más de lo que muchas instituciones destinan en la actualidad para tal fin. Sin embargo es mucho menos de lo que gastó en años anteriores. Tan sólo en 2009, esta cantidad fue de 13 millones de euros; en 2010 fueron 4,5 millones y en 2011, 6 millones.

Tal y como señalan especialistas como la periodista Elena Vozmediano en un reportaje publicado en la revista El Cultural, el Reina Sofía no es la única institución afectada. El CA2M (Móstoles), que alberga la colección de la Comunidad de Madrid, invirtió en 2012 cerca de 106.000 euros, pero la partida se ha reducido a 58.000 para 2013. El presupuesto del CGAC (Santiago), que en 2007 era de 500.000 euros, pasó a 100.000. El Museo Patio Herreriano en el último ARCO adquirió sólo seis obras, cuando en 2009, por ejemplo, fueron veinte. El Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander (MAS) solía gastar entre 60.000 y 100.000 euros anuales, pero en 2012 se eliminó esa partida, y así seguirá en 2013.

La realidad es ésta: no hay dinero para alimentar las colecciones. Y lo poco que queda se destina para hacer, buenamente, lo que se pueda con éstas.  Para los museos de arte contemporáneo, que han de actualizarse y que son responsables de adquirir y crear un cuerpo de patrimonio visual sobre el cual generar reflexión, se hace cada imprescindible buscar nuevas alternativas para conseguir formas de financiación. Algunos lo han intentado a través de mecanismos como las donaciones o los depósitos. Ante los recortes, muchos museos echan mano también de de sus fondos para armar exposiciones temporales. Si bien es cierto mediante  esta estrategia se muestran obras que están en los almacenes y que salen a la luz en distintas lectiras, por otra parte dejan de producirse proyectos específicos y se ralentiza y empobrece así la oferta cultural.

Existen igualmente exposiciones de colecciones privadas “invitadas”, como ha ocurrido en el Museo Lázaro Galdiano, en el MEIAC, en el CGAC, en el IVAM (la Sordello Missana de arte aborigen australiano) o en CentroCentro (Casa de Alba), que se propone abrir una línea de muestras de este tipo. Dentro de este contexto, el  coleccionista particular ha conseguido ganar terreno en el sistema del arte, tal y como lo confirma la constitución de la Fundación Museo Reina Sofía, en donde han hecho con la silla de su patronato alrededor de 16 coleccionistas iberoamericanos: cada uno por 12.000 euros. Sólo Patricia Phelps de Cisneros (la exposición de sus obras se inaugura esta semana) ha formalizado la donación de una obra, de Juan Muñoz, y estudio el comodato de algunas de ellas en el mediano plazo.

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