Robert Carsen llega con prisas a la entrevista. Son las tres y cuarenta de la tarde. Faltan apenas dos días para el estreno del Idomeneo, Rè di Creta de Mozart del que él es director escénico. Tiene prisa, porque en media hora tiene ensayo con los coros, uno de los elementos centrales de este montaje y a los que él ha pretendido sacar más provecho escénico. Este es su segunda ópera consecutiva en el Teatro Real de Madrid tras El oro del Rhin, primera parte de la tetralogía wagneriana dirigida por Pablo Heras-Casado que se estrenó en enero también con dirección artística del canadiense.
Si El oro de Rhin de Wagner estuvo marcado por una estética contemporánea, el Idomeneo, Rè di Creta también. Carsen ─que firma también la escenografía, junto con Luis F. Carvalho, y la iluminación, compartida con Peter van Praet─, traslada las luchas homéricas entre griegos y troyanos, trasfondo original de la ópera, a una isla del Mediterráneo en la actualidad, donde cerca de 170 intérpretes ─miembros del coro y actores─ representan al ejército, deportados, refugiados y víctimas de guerra. Personajes que, según Carsen, “han perdido sus puntos de referencia: desnortados por la guerra y el dolor, no saben hacia dónde dirigirse…”.
En esta entrevista concedida a Vozpópuli en el pequeño receso que toca entre ensayo y ensayo, Carsen, habla sobre la naturaleza estética del género operístico, así como de la importancia de esta obra que Mozart escribió con 25 años, una vez que había dejado Salzburgo y la casa paterna, y de la que él se aprovecha para ilustrar las tensiones naturales entre seres humanos o –la oposición de Idomeneo e Idamante-, pueblos –Troya y Grecia-, ideologías –la guerra y la paz- e incluso de sentimientos –Ilia y Elettra, vencida una y vencedora la otra-.
Usted ha situado en el presente tanto El Oro, de Wagner, como este Idomeneo. ¿Cuál considera que es la escenografía de la mitología contemporánea ¿
Tanto El oro como Idomeneo tienen un trasunto mitológico, a pesar de que su estética sea realista. Hay un sistema de dioses presente en ambas óperas, la diferencia es que quienes ocupan las posiciones predominantes y adquieren verdadera presencia física están en Wagner, mientras que aquí son los humanos quienes tienen que lidiar con esas fuerzas. En Idomeneo escuchamos la voz de Neptuno, pero no vemos a Neptuno. El motivo por el cual decidí hacer visible a los dioses en El oro es porque tienen poder visible, porque confrontan con distintos órdenes, clases sociales y estamentos , ese es el meollo de Wagner. En Idomeneo hay mucho más énfasis en la idea de grupo, el enfrentamiento entre bandos opuestos de todo tipo, los de las naciones, con los troyanos y los griegos, y dentro de esa oposición entre enemigos se destaca también a los individuos.
Idomeneo es una historia de enfrentamiento: entre generaciones, naciones e ideas.
Predomina la lucha entre ideologías opuestas, guerra y paz; entre generaciones, Idomeneo e Idamante... La oposición es el punto de partida de esta ópera y eso, de cara a nuestra época, cobra una vigencia tremenda. Desafortunadamente vivimos en un tiempo de enfrentamientos muy parecidos a los que planteó Mozart en esta ópera: guerra, desplazamientos, refugiados. Los personajes se definen a sí mismo como refugiados, de hecho. Mi equipo y yo hemos decidido referenciar eso en varias ocasiones, porque, además, no podemos perder de vista que esta ópera ocurre en el Mediterráneo.
¿Es este Idomeneo un alegato pacifista?
Lo que resulta interesante es que, Idamante, el hijo de Idomeneo, tiene como primera declaración, nada más comenzar la ópera, de acabar con la guerra y liberar a los prisioneros, lo cual enfurece a su padre: no lucharon diez años para que este muchacho pretenda liberarlos a todos, porque está enamorado de Ilia. Pero Idamante lo hace porque cree que es lo correcto. Y lo que está planteando en el fondo es cómo podemos cambiar la forma de pensar de nuestra gente. Mozart tenía un alegato real, humano, lo cual era poco frecuente en ese entonces.
¿Cómo se sitúa Idomeneo dentro de la obra de Mozart?
Esta ópera es la obra maestra de Mozart como compositor. La música es preciosa. Por ejemplo, el uso de los coros como personaje y recurso. Emplearemos casi doscientas personas para explotar al máximo ese efecto, porque es justo esta obra una de las grandes composiciones corales que hizo Mozart, hasta el punto de transformarse en algo sobrecogedor.
¿En qué forma la ópera, como una de las artes totales, debe y puede reflexionar políticamente con respecto al mundo en el que se representa?
Para contestar a esa pregunta, sólo hay que pensar en Verdi y muchos otros compositores cuyas obras han sido censuradas y puede que ese no sea el caso ahora, pero lo fue. No podemos dejar de lado, tampoco, que la ópera reúne todas las artes esenciales, de ahí su nombre: ópera es el plural de opus. Es un instrumento demasiado poderoso al que está asociado, históricamente, la capacidad de reflexionar sobre lo que ocurre en la sociedad para la que ha sido compuesta. Hace poco, participé en una exposición en el Victoria & Albert Opera acerca de la relación entre las ciudades y las óperas, qué ocurrió en aquella que tuvieron teatro lírico y qué pasó dentro de esos teatros. Es evidente la relación que existe.
¿Todos los compositores son susceptibles de montajes como éste? ¿Hasta qué punto resulta forzado trasladarlo al presente?
Los compositores aspiran a ser modernos. Nadie quiere estar pasado de moda, sino lo contrario, eso es lo que guía el trabajo de muchos, incluyendo el mío como el director artístico. No puedo tratar Idomeneo como si hubiese sido escrita hace 250 años, sino como si Mozart la hubiese hoy. Tengo que desentrañar qué quiso decir el compositor y cómo nos lo diría hoy a nosotros. Las sociedades cambian, pero el ser humano permanece en sus elementos esenciales y eso es lo que el teatro debe desentrañar. No existe una sola lectura de una ópera, porque el punto de vista cambia. La modernidad en el teatro es un concepto distinto porque cambia constantemente. Estamos contando una y otra vez estas historias. Yo no inventé eso que vais a ver, sólo intento verlo desde los ojos actuales.