Star Wars: los últimos Jedi comienza justo donde terminó, hace dos años, El despertar de la fuerza, la primera entrega de esta nueva trilogía de la saga. Se supone que cada podría verse de forma independiente. Sin embargo, y en lo que a esta entrega respecta, el punto de partida es uno, el mismo: el mal se rearma y está preparado para hacerse con todo, mientras la resistencia procura ganar terreno. La fuerza y el lado oscuro. El argumento base de esta historia. Así arranca esta versión a cargo de Rian Johnson.
La joven guerrera Rey (Daisy Ridley) se encuentra con Luke Skywalker (Mark Hamill) en el planeta Ahch-To. La chica es una Jedi, lo cual, por supuesto, encarna un guiño contemporáneo. Kylo Ren (Adam Driver, el otro último Jedi y nieto de Darth Vader) ejercerá su oscuro poder como cabeza de la Primera Orden en la guerra que enfrenta contra la Resistencia, los buenos
Entre medias, permanecen todavía las figuras y principales reclamos: la desaparecida Carrie Fisher, Harrison Ford y Mark Hamill. La línea argumental se sostiene en el perpetuo combate. Es la peripecia audiovisual que fascina a los nuevos públicos y arranca el bostezo de los espectadores originales, como ya apuntó sobradamente Carlos Boyero, quien vio en la película una desangelada insuficiencia.
Resulta difícil remontar el espíritu de la primera entrega de Star Wars de George Lucas, estrenada en1977. Existe una impronta religiosa en el culto que desató en sus primeros espectadores. Así que por muchos efectos y peripecias visuales que consiga este film, es poco lo que pueda llegar a emocionar a los más nostálgicos. Sin embargo, y como señala la mayoría de la crítica anglosajona, ni J. J. Abrams (director de El despertar de la fuerza) ni Johnson, son deudores de la feligresía de La guerra de las galaxias. Ellos buscan otra cosa: arrastrar a la mayor cantidad de público posible. Y si éste es nuevo, pues mejor.
Johnson ha tenido que entenderse con la imaginería de la ficción de Lucas: la huella de Darth Vader, el salero de R2-D2, la despreocupación de Ford, la seriedad de Hamill y la inteligencia de Carrie Fisher. Johnson revisita, por supuesto, el influjo, por no decir la catequesis, de Luke Skywalker, quien aparece representado como una figura mística, un monje. Será la Jedi femenina la encargada de desempolvar la fuerza del bien ante las pretensiones del lado oscuro.
En esta entrega adquieren especial protagonismo las secuencias de batallas y los no pocos combates que con acompañan el desarrollo de la trama. Por eso, esta nueva entrega no modifica ni trastoca una mitología que rueda sola y de la que Johnson se aprovecha para producir un artefacto efectivo: algo que le asegure el público melancólico, al mismo tiempo conquiste a los nuevos, a aquellos que sin conocer la fuente original, no se sentirán defraudados por una película que cumple la receta cinematográfica del entretenimiento.