Este extraño inmigrante que llega desde el Asteriode B-612, un lugar muy pequeño en los confines del espacio con tres volcanes y una rosa, solicita algunas pequeñas cosas. Un poco de solidaridad, grandes dosis de bondad y un cierto entusiasmo por el conocimiento.
Evidentemente, la vigencia es plena para nuestra sociedad, porque el humanismo no caduca. Eso es lo que hace a la obra adecuada a cualquier edad, porque el mundo de El Principito ha ocupado un espacio en la mesita de noche de muchos adultos.
En esta producción, que se podrá ver en el madrileño teatro Marquina entre el 30 de noviembre y el 5 de enero de 2014, la tecnología apoya a la sencillez. Un ciclorama de casi 40 metros cuadrados se convierte en un micromundo de colores y emociones que agranda el escenario. Motores, aviones, y planetas se reducen a un mundo de sensaciones. En definitiva, otra forma de educar.