Cultura

¿Tendremos pronto unas élites incapaces de leer libros?

Un debatido artículo de 'The Atlantic' certifica el desplome de capacidades en las mejores universidades del mundo

  • Biblioteca de la Universidad Pública de Navarra (campus de Arrosadia) -

Quien tiene hijos lo sabe: con el sistema educativo actual, se puede obtener el título de acceso a la universidad sin haber leído nunca un libro completo. Esa misma tesis recoge ahora la revista estadounidense The Atlantic en un reportaje que tiene discutiendo a mucha gente y que se titula 'Los estudiantes universitarios de élite que no son capaces de leer', firmado por la periodista Rose Horowitch. No es solamente una cuestión de ese país, sino algo habitual en las mejores universidades del planeta. La historia arranca con un profesor de Literatura y Humanidades llamado Nicholas Dames enfrentado a un alumno agobiado porque le cuesta mucho leer el libro que ha prescrito a los alumnos. No puede con los textos clásicos, a veces largos y densos, que es normal no conseguir asimilar si en el instituto solo te exigieron trabajar con extractos de novelas actuales, poemas y artículos de periódicos. Dames consultó con sus colegas y todos admitieron tener problemas similares cada vez que encargaban leer a su alumnado. 

No es que ahora los estudiantes sean más tontos o más vagos que las generaciones anteriores, sino que sencillamente nadie les ha pedido nunca leer libros competos. La autora del reportaje consultó a 33 profesores de universidades de élite y todos coincidieron en reconocer el problema. "Por supuesto, sigue habiendo estudiantes que son grandes lectores pero ahora son la excepción, no la regla", explica Anthony Grafton, profesor de Historia de Columbia. Los factores que se manejan para el desplome de la atención son muchos. Por supuesto, la tentación constante de los teléfonos inteligentes. También el impacto de la pandemia, que hizo que se trabajase todo en línea, donde los textos son más cortos que en lenguaje impreso. En una encuesta reciente del Centro de Investigación EdWeek a unos 300 educadores de tercero a octavo grado, sólo el 17 por ciento dijo que enseñan principalmente textos completos. 

Los centros privados siguen siendo más exigentes que los públicos, pero en cierto modo leer se ha convertido en una extravagancia. Victoria Kahn, que enseña literatura en la Universidad de California en Berkeley desde 1997, solía asignar 200 páginas por semana, mientras que ahora asigna menos de la mitad. “No hago toda la Ilíada. Asigno libros de la Ilíada. Espero que algunos de ellos lean la obra completa”, dijo Kahn. “No es como si pudiera decirles: ‘Bien, en las próximas tres semanas espero que lean la Ilíada ’, porque no lo van a hacer”, se resigna.

Hábitos culturales

La Encuesta sobre el Uso del Tiempo en Estados Unidos muestra que el grupo general de personas que leen libros por placer se ha reducido en las últimas dos décadas. "Un par de profesores me dijeron que sus estudiantes ven la lectura de libros como algo similar a escuchar discos de vinilo, una pequeña subcultura todavía se puede disfrutar, pero que en su mayoría es una reliquia de una época anterior", admite la periodista. Según la neurocientífica Maryanne Wolf, la llamada lectura profunda (inmersión sostenida en un texto) estimula una serie de hábitos mentales valiosos, como el pensamiento crítico y la autorreflexión, de un modo que no lo consiguen la lectura superficial o en ráfagas cortas. 

Los más escépticos con la tesis señalan que no es cuestión de concentración, sino de interés

La discusión ha llegado a las redes españolas, donde no cuesta encontrar profesores que reconocen el problema. Unos señalan que los alumnos que leían dos o tres libros por materia ahora sudan para completar el primero. Otros docentes culpan a profesores por aceptar rebajar las expectativas para evitar conflictos con los estudiantes. Casi todos maldicen una cultura contemporánea dominada por TikTok y las películas vistas a doble velocidad, otros tienen la honestidad de admitir que ellos también leen mucho menos, a pesar de haber sido educados en el viejo paradigma.

Los más escépticos con la tesis señalan que no es cuestión de concentración, sino de interés: los alumnos son capaces de leer centenares de páginas de la llamada fan fiction (narrativas basadas en personajes populares del cine o los bestsellers) pero las pasan canutas para leer El Quijote, quizá por ser un texto demasiado árido cuando se carece de unas mínimas nociones sobre la vida cotidiana en el siglo XVI. Tengamos la posición que tengamos, parece claro que todo esto solamente es el principio de un largo debate que será central en la educación durante los próximos años.

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