A los nacionalistas, p. e., les interesa jugar con el pasado y retorcer los hechos históricos desde un aislacionismo falso y arcaizante. Así en algunos libros de texto se lee que el río Ebro es una corriente fluvial “extranjera” que desemboca en Tarragona, que el pueblo vasco es una raza “crisálida”, sin trato con los antiguos romanos, sin afinidad alguna con los actuales españoles.
La situación no mejora tampoco entre otros grupos del arco político. Al partido socialista, artífice de la mayor catástrofe educativa de los últimos tiempos, rara vez le ha interesado la Cultura con mayúsculas sin trampas ni partidismos, pero sí esa elitista Weltanschauung con facciones y apoyos de intelectuales, artistas y asociaciones a su espalda. Y pese a las innumerables evidencias en torno al fracaso escolar, el PSOE sigue empeñado en mantener la Lo(gs)e y que existan proletarios sin formación, o sea, personas maleables y ciudadasnas. ¿Y el PP? Esta coalición trabaja con el espejismo nietzscheano del superhombre, es decir, cree a pies juntillas en el postulado de que el individuo es capaz de arribar a buen puerto al margen de las circunstancias más adversas. Así que para qué cambiar el algoritmo de la mala educación. A lo sumo, unos leves toques ahí, unos retoques allá, y punto. ¡El sistema es inmutable! Es lógico que el objetivo en el PP siempre resulte idéntico al que ideó en los noventa el PSOE, y el “abstine et sustine”, el “soporta y aguanta”, sean las piedras en el zapato de quienes menos recursos económicos tienen cuando a ellos se les niega la posibilidad de paladear cultura de calidad.
Pedagogos, sindicatos y padres
Hay otros agentes sociales que cooperan en favorecer y ahondar el desastre. Los pedagogos, que no son ni matemáticos, ni físicos, ni filósofos ni muchísimas otras cosas, desconocen el modo en que día a día se comportan los alumnos en el interior del aula. Y además, con fórmulas parlanchinas vacías de todo contenido empírico, se atreven a adiestrar a especialistas en Matemáticas, en Física o en Filosofía sobre cómo impartir clases.
Al lado de los pedagogos, magos de la nada, están los sindicatos mayoritarios, los cuales en medio de un despilfarro de ligerezas e imprudencias han defendido las bondades del analfabetismo y, por eso de que “el que está en Sevilla no pierde su silla”, han logrado durante lustros que a los maestros y profesores de bachillerato se les apruebe la oposición habiéndola suspendido sin embargo. Paradoja terrible que hace que ocurra algo injusto, inaudito, aberrante y único en toda Europa: que los mejor capacitados intelectualmente, que los que más estudian, siempre son barridos y expulsados de los concursos-oposición al carecer de experiencia docente. Y, claro está, a pesar de haber alcanzado la mejor puntuación, nueves y dieces, en cada una de las pruebas de esas (anti) oposiciones.
Con manejos devastadores y, sobre todo, en esta planificación de la incultura, los padres –qué no haría una madre o un padre por su hijo- han cooperado de lo lindo. Y al ver que sus demandas, por muy torticeras que sean, tienen resultados deseados, llegan a denunciar ante la Inspección que sus retoños son suspendidos. Incluso han percibido signos alarmantes de coacción antidemocrática en el hecho de que se obligue a su prole, ¿será barbaridad?, a examinarse de las materias no aprobadas en los primeros días de Septiembre. Pues bien, en Aragón la asociación de padres y madres consiguió, vía Inspección, modificar nada menos que el calendario docente y colocar los exámenes de Septiembre unos días después de las juntas finales de evaluación de Junio -eso no les estropeaba el disfrute de las vacaciones de verano-, mientras que la Inspección en Andalucía, cuando no, el dictamen reciente de algunos jueces, deshace y ningunea las decisiones de los profesores adoptadas en las juntas de evaluación final. Y entonces a estudiantes con tres, con cuatro o cinco asignaturas suspensas la Inspección o el juez de turno decide aprobarles.
No ha duda, con la educación pasa lo que cuenta el proverbio: que “entre todos la mataron y ella sola se murió”. ¿Moraleja? Búsquela usted mismo. Yo me quedaré con la pena infinita de Don Santiago Ramón y Cajal que ya en 1922, casi hace cien años, se quejaba, y cuánto, de los enredos de este país, dispuesto a ser fieramente antiilustrado y a dejar el talento, el esfuerzo y la búsqueda de la cultura lejos, muy lejos de las aulas.