Mediodía del jueves. Un par de agencias de noticias, un puñado de plumillas y unas decenas de jóvenes aficionados al trap esperan en la plaza de Callao (Madrid) una 'performance' anunciada de Yung Beef, estrella icónica de la escena urbana nacional. También se comenta que está presente un abogado, ya que es probable que intervenga la policía, si la cosa alcanza las dimensiones del escándalo público. Tras unos minutos de espera, las exclamaciones indican que ha llegado con su 'crew' (séquito) por la calle Jacometrezo, dándose de bruces con el grueso de sus seguidores, que se acercan en tropel y solo se detienen ante dos andanadas de billetes lanzados al aire, entre cinco y diez mil euros en efectivo, más o menos el premio gordo de un sábado en un buen bingo de barrio (pero con mas 'flow').
Se puede decir que el acto es un fracaso, ya que apenas pisan la plaza, retroceden rápidamente ante la turba y se terminan refugiando en el cercano hotel Santo Domingo, en cuyas puertas terminaron por agolparse los fans más eufóricos. También puede defenderse que fue un éxito, ya que Yung Beef ha dado lo que se espera de él, que es siempre mucho más que un photocall, firma de fotos e intercambio previsible de buenos deseos. En las inmediaciones del hotel, varios grupos de chavales se palpan las riñoneras y confiesan unos a otros la cantidad que han han podido recoger entre el cielo y el suelo. Unos tienen cincuenta euros, otro ochenta y el más suertudo cien. Doy fe de que fue un auténtico espectáculo ver cómo en pocos minutos (tres o cuatro) no quedaba ningún billete suelto en la calle, y un milagro que nadie resultase herido.
Yung Beef: rimas y billetes
En realidad, Yung Beef realizó una versión de bajo coste de una 'performance' clásica de la música popular underground de los siglos XX y XXI, inspirada por mánagers como Malcolm McLaren -diseñador de la estrategia comercial de los Sex Pistols-, o en grupos de electrónica ravera como The KLF (que hicieron arder un millón de libras en agosto de 1994 en la isla escocesa de Jura) y también de un videoclip más reciente, "God's plan" (2018), en el que el trapero canadiense Drake aparece repartiendo casi un millón de dólares entre distintas personas e instituciones del estado de Florida. Se trata de una promoción eficaz y relativamente barata que pasa por el carril de adelantamiento a cualquier estrategia más convencional.
¿Qué merece la pena comentar respecto a este vodevil? Que resultó ortopédico pero a ratos bonito, con la enorme pantalla del cine Callao desplegando imágenes del disco para quien ande despistado. Hay que conceder a Yung Beef que esta es una de las escasas formas de promoción de la música popular en 2023 en la que se evita pasar por caja ante los grandes vampiros tecnológicos como Facebook, Youtube, Spotify, Twitter y TikTok. Queda mucho más fresco y directo que las campañas machaconas y mamporreras con las que otros superventas de la música saturan nuestras pantallas. ¿Se estaba riendo Yung Beef de la necesidad de dinero de la gente o alegrándoles un poco el próximo fin de semana? Simplemente es un juego promocional, así que tampoco importa tanto.
Yung Beef animó durante media hora el cementerio de colorines que es el centro de Madrid en 2023
Una última reflexión: ayer por la mañana también confirmamos algo sobre el centro de Madrid y sobre cómo se ha convertido en una insípida mezcla de festival chungo de verano, Juvenalia de los ochenta y zona de embarque de aeropuerto sacacuartos. Se trata de un proceso de al menos veinte años, así que la culpa hay que repartirla entre gobiernos muncipales de izquierda y de derecha. Lo que siempre había sido una de las zonas más vibrantes y adictivas de la capital, hoy es un plató promocional desangelado, una zona cero de la homogeneización cultural donde cualquier chiringuito corporativo o vendedor de humo despliega sus promesas de plástico ante un público cada vez más alienado e indiferente. Quizá hubiera mejorado la propuesta de Yung Beef si se hubiera atrevido a realizarla en un barrio con más carácter, pongamos San Cristobal de Los Ángeles, pero como poco podemos decir que animó durante media hora un cementerio de colorines.