Cuando uno piensa en un festival, se imagina un espacio gigante, con muchos escenarios y artistas, una grandilocuencia que en muchas ocasiones se convierte en un tiro por la culata de sus promotores. A veces, menos es más y un gran ejemplo de ello es el Festival Gigante, de Alcalá de Henares. Este evento apuesta por un atractivo cartel en un espacio pequeño en comparación con otros festivales, pero con una buena organización.
El único gran 'pero' para el público son los accesos: para entrar al festival es necesario esperar una larga cola, especialmente cuando se acerca la hora en la que tocan los principales artistas. La entrada VIP -casi vacía- tiene el mismo tamaño que la normal, lo que provoca cierto embotellamiento de los asistentes a la entrada. Una vez entras, es un festival bastante cómodo: el espacio de los aseos es grande, las barras tienen personal más que suficiente y las colas para recargar las pulseras y tarjetas 'cashless' van bastante rápido.
Además, acierta al situar juntos los dos escenarios principales, que se alternan entre sí. Es un buen recurso porque fue posible, por ejemplo, esperar a Arde Bogotá en las primeras filas sin la necesidad de perderse a Dani Fernández, por ejemplo. En otros festivales en los que sitúan los escenarios alejados entre sí existe la exigencia de elegir espectáculo o verlo desde demasiado lejos. Por otro lado, había abundantes food trucks con una buena variedad de alimentos. El precio de la comida y la bebida, pese a ser alto -como en todos los festivales-, es más barato que en otros eventos de entidad similar.
Aunque lo mejor es el cartel, que destaca por tener mucha coherencia. Se aleja de otros festivales en los que meten en el mismo saco a artistas pop con reggaetoneros. En este caso, el rock y el indie prevalece, con una mezcla de artistas consagrados -Viva Suecia o Loquillo- junto a varios de los grupos y artistas más en forma del panorama musical actual -Dani Fernández, Arde Bogotá o Veintiuno-. El resto del cartel también es muy interesante, con grupos emergentes como Karavana y artistas de nicho como Ángel Stanich. Sin duda, Gigante es un gran lugar para descubrir nuevos grupos.
Esto lo que demuestra es que un festival no es mejor por tener muchos escenarios y artistas de gran caché: basta con formar una alineación interesante para el gran público festivalero y facilitar que los asistentes disfruten de sus artistas favoritos. Una opción modesta, pero al mismo tiempo efectiva.
El festival, que ha celebrado su novena edición, ha tenido ante sí, probablemente, las jornadas más accidentadas de su historia por culpa de la lluvia. La única jornada que no estuvo pasada por agua fue la del jueves, pero esto no redujo las ganas de disfrutar por parte del público, que se mojó para ver a Viva Suecia, Loquillo o Rufus T. Firefly. Ahora solo queda esperar a próxima edición, que seguro será muy especial al tratarse del décimo aniversario de la cita.
Polémica por la comida y la bebida
FACUA ha denunciado al festival por no permitir el acceso con comida y bebida, exigiendo así que quien quiera comer y beber tenga que hacerlo de los 'food trucks' y barras presentes en el festival. Además, tal y como denunció un fotógrafo, a los profesionales no se les permitió acceder con botellas de agua con tapón pese a que acudían al evento para trabajar. Así lo ha denunciado la fotógrafa @NowmakPhotoa través de sus redes sociales. Detalles que reducen la nota a un festival que a nivel organizativo y musical es un auténtico sobresaliente.