Desde hace años hacemos bandera gastronómica con el aceite de oliva virgen extra, rey de la dieta mediterránea y joya de la cultura culinaria española. Líderes mundiales en producción de este tesoro que proviene de la aceituna -o de la oliva, según prefiramos-, sus virtudes en la cocina le hacen imprescindible para entender nuestra forma de percibir la cocina.
Vale en crudo, para ensaladas o como cualquier tipo de aliño -por qué no un pescado, un poco de queso, o sobre un guiso para potenciar su aroma- y, por supuesto, es protagonista de decenas de recetas de cocina donde su concurso es totalmente fundamental. Para sofritos, planchas, asados, fritos... Su recorrido entre los fogones es casi tan inabarcable como sus virtudes nutricionales, las cuales hacen de él un elemento que no puede estar nunca lejos.
Famoso por su cantidad en grasas insaturadas (el famoso ácido oléico), principalmente en ácidos grasos monoinsaturados (alrededor del 78% de su composición) y no tan abundante en poliinsaturados (7,5%) y en saturados (14%), el camino del aceite de oliva virgen extra es complejo porque en el pasado se dudó de sus propiedades saludables. Eran los tiempos en que las grasas estaban demonizadas, sin valorar qué tipo de ácidos grasos incluían, y por el cual las dietas empezaron a restringir de forma masiva su consumo.
Revisiones contemporáneas a partir de los años 80 elevaron al aceite al perfil de las grasas saludables, donde reina sin contemplaciones frente a otras alternativas. Mantequilla, girasol, colza, coco, linaza... Alternativas hay decenas, pero igual de fiables en lo gastronómico y de responsables en lo alimenticio, pocas.
No extraña por tanto que cualquier dieta cardiosaludable lo incluya -con moderación-, ya convertido en un magnífico aliado de nuestros corazones. Así lo remarca la Fundación Española del Corazón (FEC), que pone en valor un estudio de la Universidad de Córdoba donde se ensalza el valor cardioprotector del aceite de oliva.
Eleva los niveles de colesterol HDL (el 'bueno'), reduce los del colesterol LDL (el 'malo'), reduce los riegos de trombosis, previene la aparición de la diabetes y también beneficia al control de la hipertensión arterial. Nada que no imaginásemos o que no hayamos oído por activa o por pasiva, pero siempre interesante para no dejarle de lado.
A ello se suma también otra serie de factores de los que nuestro organismo también se beneficia, aunque a veces pasen desapercibidos. Favorece el correcto tránsito intestinal (y mejora nuestro metabolismo a través de la reducción de la resistencia a la insulina), previene la neurodegeneración que causa enfermedades como el Alzheimer o la demencia, protege e hidrata la piel gracias a su efecto antioxidante e incluso previene la artritis.
Sin embargo, quizás a algunos les resulte más atractivo saber que el consumo de aceite de oliva virgen extra está también ligado al vigor sexual. 'Oro líquido' convertido en remedio contra la impotencia, o al menos como ayuda suplementaria -sin necesidad de Viagra- para disfrutar de un mejor sexo.
Por qué el aceite de oliva es una 'Viagra' natural
Todo lo que suponga que nuestras arterias y venas estén limpias, significa que las 'carreteras' de nuestro cuerpo por donde pasará nuestra sangre están en perfecto estado para no enfrentarnos a trombos, estrechamientos arteriales o a pelear contra la hipertensión. Si tenemos en cuenta que las erecciones masculinas -y la excitación femenina, como te hemos contado en otras ocasiones- necesitan un buen flujo sanguíneo, comprendemos que el aceite de oliva juega un papel fundamental.
En el caso de los hombres, hablamos de los cuerpos cavernosos del pene, donde las erecciones dependen de esa cantidad de sangre que se acumula en ellos y en las venas helicinas, provocando la reacción deseada. Si somos hipertensos o si nuestra circulación es pobre, a nuestra sangre le costará más llegar hasta allí. Esto no se debe al tipo de medicamentos que usualmente se utilizan para controlar la hipertensión, sino al propio descenso de la presión de los cuerpos cavernosos al controlar las cifras tensionales, explican desde Sanitas.
Además, al generarse un daño vascular debido a la hipertensión arterial, es frecuente que exista esa disfunción eréctil que puede tener correlación con otras patologías como la diabetes, la hipercolesterolemia y el sobrepeso (todos ellos factores que reducen la generación de testosterona) o hábitos como el tabaquismo.
A este rescate llega el aceite de oliva con un estudio conducido por la Universidad de Atenas (Grecia) con más de 600 voluntarios con una edad media de 67 años. Para ello, sustituyeron la mantequilla de su dieta por aceite de oliva mientras mantenían sus hábitos de dieta mediterránea (legumbres, verduras, pescados...). Con esta incorporación, los problemas de impotencia se redujeron en un 40%, gracias a la dilatación aórtica propiciada por el aceite, que ayuda a mantener un buen flujo sanguíneo.
La medida, según el citado estudio, estaría en tomar a la semana un mínimo de nueve cucharadas soperas de aceite de oliva -distribuido a lo largo de las comidas- en el marco de una dieta de carácter mediterráneo con variedad de verduras, frutas y pescados. Si mantenemos hamburguesa, entrecot y espaguetis, poca ventaja supondrá añadirlo a la mezcla en la lucha contra la impotencia.
Además, el pene y sus erecciones son uno de los primeros avisos que el cuerpo da ante la arterioesclerosis (el endurecimiento arterial) puesto que sus vasos sanguíneos son muy estrechos y por tanto se dificulta la erección debido a ese estrechamiento arterial.
Como traca final, otra buena noticia relacionada con la dieta y el aceite, esta vez emparejándole con el tomate. Si queremos aún más vigor sexual, podemos mezclar aceite de oliva con ocho miligramos de licopeno -un antioxidante naturalmente presente en el tomate-, ya que un estudio realizado por el Instituto Urológico Madrileño en varones con disfunción eréctil probó que el 50% de los participantes mejoró sus erecciones tras tres meses de tratamiento con una cucharadita diaria de aceite y licopeno.