Puedes ser tú, pero también podría ser tu hijo, un sobrino o una persona mayor. Nadie se escapa de que el agua de piscina o playa entre en sus oídos durante este verano. Un mal menor que, sin embargo, afecta con más frecuencia a los menores de edad y que se produce de forma inesperada.
Una mínima cantidad de agua, dejada sin control dentro de nuestro oído interno, puede desembocar en una otitis, una de las -itis más habituales del verano junto a la conjuntivitis o la gastroenteritis. Es lo que se denominada también otitis externa u oído del nadador, una patología común y generalmente leve, que afecta por igual a menores y adultos, como consecuencia de ese agua que se retiene en nuestros canales auditivos.
El nombre, como podemos imaginar, deriva de ser una afección común en nadadores, del mismo modo que conocemos otras patologías ligadas al deporte como el codo de tenista o el codo de golfista. Lógicamente, no hace falta ser profesional de ninguno de estos para que lo padezcamos, y menos aún el oído de nadador, que aparece con facilidad en verano.
Qué es la otitis externa u oído de nadador
El agua que nuestro oído retiene después de nadar crea un ambiente húmedo interno, propicio para el desarrollo y florecimiento de bacterias. Se produce así una infección en el conducto auditivo externo, que une el tímpano con la parte externa de la cabeza, y que puede ser aguda, cuando se produce de forma puntual, o cronificarse, aunque este caso es más excepcional.
La causa más frecuente de su aparición es una invasión bacteriana en la piel interior del conducto auditivo, una zona especialmente delicada y fina, donde la infección prolifera con facilidad, sobre todo si cometemos el error de utilizar bastoncillos de algodón o los propios dedos para intentar sacar el agua allí acumulada.
Evidentemente, cuanto más sucia y cargada de posibles bacterias esté un agua de baño (desde piscinas a playas, pasando por embalses, lagos o piscinas naturales), más susceptible serán nuestros oídos de enfermar, por lo que saber en qué tipo de agua nos sumergimos es una buena forma de prevenir la aparición de la otitis externa.
Además de esta entrada de agua, otras causas habituales del oído de nadador son rascarse el oído, tanto externa como internamente, ya que podemos levantar esa piel o añadir bacterias y patógenos que tengamos en nuestros dedos y uñas, o el simple hecho de tener algo atascado algo en los conductos auditivos. Por este motivo, a veces intentar limpiar el cerumen con hisopos de algodón o con objetos pequeños puede resultar perjudicial, al dañar esa fina piel que lo protege.
La sintomatología, la cual es motivo de acudir a una consulta médica, es la misma que la del resto de otitis habituales. Hablamos de secreciones, generalmente de colores amarillos o amarillentos; dolor de oído; pérdida temporal de la audición, y sensación de picazón en el oído, tanto externo como en el pabellón auditivo. Por fortuna, con un diagnóstico a tiempo, la otitis externa es subsanable con ciertos tratamientos médicos, siempre prescritos, como los antibióticos, los analgésicos y corticoesteroides en algunos casos.
Cómo sacar el agua de tus oídos en la playa y piscina
Nos ha quedado claro que intentar meter los dedos o unos bastoncillos de algodón es una mala idea para intentar extraer ese agua atrapada en nuestros oídos. El motivo, además de que podemos dañar la piel interna, es que lo único que conseguiremos será llevar a más profundidad este agua, haciéndose más difícil de sacar.
En este caso, la mejor opción para drenar nuestros oídos de forma segura es recurrir a un sencillo ejercicio de vacío con nuestras manos. Para ello, inclina la cabeza del lado del oído que tiene el agua y apoya la palma de la mano sobre la oreja, ahuecándola y formando un sello hermético. Realiza así varios movimientos rápidos y suaves con la mano hasta que notes cómo cae el agua.
Otra forma de intentar sacar el agua es dar suaves tirones al lóbulo de la oreja, hacia detrás y hacia abajo, porque puede mover el cartílago del canal auditivo y permitiendo la salida del agua. De hecho, es una práctica habitual en otorrinolaringología para examinar los oídos y la membrana timpánica, al abrirse el canal auditivo de forma sencilla.
Cualquiera de estas dos opciones serán las más fáciles de acometer y las más cómodas, aunque podemos también recurrir a algo más de técnica, como podría ser utilizar un secador de pelo a baja potencia y en modo frío para 'secar' nuestros conductos auditivos, aunque el sonido generado por el aparato no es lo más recomendable para la salud auditiva.
Además, es posible que en ciertas ocasiones nuestros oídos, debido a la acumulación de cerumen, hagan más difícil la extracción del agua. Por este motivo, es frecuente que los médicos y otorrinos recurran a ciertas pautas como introducir agua templada en el canal auditivo para reblandecer la cera, incluyendo también ciertas gotas que ayudarán a deshacerlo. En cualquier caso, la resolución de los tapones de cera y otro tipo de patologías relacionadas con la salud auditiva deben correr por cuenta del médico y no hacerlos en casa por nuestra cuenta y riesgo.