Mucha gente aboga por lo perjudicial que puede ser para la salud posponer una alarma en el teléfono móvil o en el despertador antes de levantarse. "Sólo cinco minutos más" o "Espera un poco y ya me levanto" son algunas de las expresiones que seguramente más se repiten a lo largo del año. En contrapunto, se tiende a pensar que el hecho de hacer sonar de nuevo la alarma 5 minutos más tarde, como en el caso del ejemplo, podría interrumpir abruptamente el sueño, con los efectos negativos asociados a esta particular fragmentación.
Pero no es solo eso. Hay quienes también consideran la 'inercia del sueño' (un estado pasajero en el que las capacidades cognitivas y emocionales están alteradas justo después de despertar) como un aspecto más a cuidar a la hora de poner en práctica este tipo de hábitos. Basándose en el conocimiento existente sobre los ritmos biológicos del sueño, muchos expertos en medicina clasificada como onírica defienden, por ello, limitar el uso de estas alarmas.
La función snooze ('posponer' en castellano) que llevan incorporados muchos despertados digitales de la actualidad es a la par habitual y controvertido, aunque lo cierto es que no existe evidencia científica sólida que demuestre las consecuencias negativas de dicho hábito.
En cambio, un estudio americano reciente contradice esta idea generalizada que aspa a este tipo de alertas. Según los resultados de la investigación, retrasar la alarma no solo tendría apenas efectos sobre el tiempo total del sueño, sino que reduciría en gran medida la propia inercia de este. Es decir, la balanza se inclina más hacia el lado positivo que hacia el negativo, se destaca en última instancia.
Un estudio recomienda retrasar la alarma tres veces durante 30 minutos
Dicho ensayo, publicado recientemente en la revista Journal of Sleep Research, propone que retrasar la alarma hasta tres veces durante 30 minutos mermaría la desidia del sueño. Es decir, por ejemplo, que el despertador suene por primera vez a las 7:30h y que sea alargado hasta las 8:00h con pitidos cada diez minutos, desarrollaría un sueño de mayor calidad y mejoraría su estado durante la mañana.
"Los hallazgos indican que no hay razón para dejar de dormir por la mañana si lo disfrutas, al menos no durante tiempos de siesta de alrededor de 30 minutos. De hecho, incluso puede ayudar a aquellos con somnolencia matutina a estar un poco más despiertos una vez que se levantan", afirma Tina Sundelin, la autora correspondiente.
Además, los participantes que tomaron partida en el experimento y que utilizaron la función 'posponer' mostraron, posteriormente, un mejor rendimiento recién levantados en diferentes funciones cognitivas, como la velocidad aritmética o la memoria episódica. Es por ello, concluye el estudio sueco, que retrasar el despertar es sinónimo de mejorar, poco a poco, su ritmo biológico del sueño.
Por otro lado, el estudio también señala que los jóvenes (hasta los 30 años aproximadamente) tienen un "cronotipo tardío", es decir, se van a la cama y se despiertan más tarde de lo habitual. "Ellos viven más por la tarde/noche que por el día y eso afecta a cómo se pueden sentir de cansados por la mañana o cómo posponen el despertador", comenta el estudio. En estos casos, este particular hábito podría ayudarles a hacerlo posteriormente con mayor fuerza y energía.
Por otro lado, lo más recomendable, no obstante, es el despertar natural, siendo propuesto el uso de estos despertadores especiales un caso anómalo o de necesidad primordial. "No necesitar alarma para despertar por la mañana sería un buen síntoma, así se entiende que se ha conseguido que el mecanismo circadiano (aquel que marca cuándo toca dormir y cuándo estar despiertos) y que el homeostático (el que evalúa si se ha dormido lo suficiente o si se ha hecho con calidad) se entiendan bien y que nuestro cerebro despierte progresiva y fisiológicamente", concluye el estudio.