La testosterona es casi todo en lo que a vida sexual se refiere. Y no, nada importa que seamos hombres o mujeres para que su participación sea fundamental en nuestras noches -o mañanas, o tardes, o cuando se tercie- de lujuria porque esta hormona, naturalmente presente, es buena responsable de nuestro 'encendido'.
Por suerte, y por desgracia, la testosterona forma parte de un imbricado sistema de hormonas y neurotransmisores que se acaban interconectando. Allí, como es lógico, también implica la dosis de química orgánica que nuestra alimentación y los alimentos que consumimos añaden para que, por exceso o por defecto, aumentemos nuestro desempeño sexual.
Algunos nos persiguen desde primera hora de la mañana. Otros incluso pensamos que tienen un potencial afrodisíaco interesante y otros, a pesar de parecer un producto la mar de saludable, se acaban convirtiendo en una detonación constante de testosterona, la cual actúa como candela para que ellos y ellas se entreguen al amor.
Y no solo es una cuestión de ganas, sino incluso de resultados. Bajos niveles de testosterona en ellos pueden estar asociados a síntomas y signos de trastornos sexuales como un menor apetito sexual, la disfunción eréctil o la eyaculación precoz. Problemas que también se reproducen en el sexo femenino, principalmente con una reducción de la libido por esta menor secreción. ¿Cómo, testosterona en mujeres? Pero, ¿no era la hormona sexual masculina?
Pues sí, y también, solo que la testosterona también es secretada a nivel ovárico, además de por una conversión de preandrógenos, así que abandonad el mito de que la testosterona es patrimonio exclusivo del género masculino. Sí puede ser que en ellos sea más abundante -de hecho, lo es-, razones por las que esta parte del grupo de andrógenos tiene una gran relevancia en el desarrollo sexual, aunque no es la única misión de la testosterona.
En el caso de los hombres, son los testículos los encargados de liberarla por orden de la hipófisis (una glándula en el cerebro), además de producirla también a través de las glándulas suprarrenales. ¿Por qué toda esta explicación?
Porque la química orgánica que nos pone en marcha, sintetizada entre otras cosas a través de la dieta, puede estar detrás de ciertas disfunciones sexuales. No hablamos de estrés, depresión o ansiedad -los cuales tienen un fuerte componente emocional que lastra la vida sexual-, sino de lo que comemos y bebemos para que consigamos mantener la llama encendida.
Algo especialmente relevante si empezamos a cumplir años, puesto que la producción de testosterona decrece a partir de los 40 años en adelante, de forma paulatina e irreversible, y cuyos síntomas -amén de una pérdida del deseo sexual-, también se pueden palpar en la caída del pelo, en una mayor facilidad para engordar o en una dificultad mayor de tonificación muscular.
Por eso, si tu vida sexual te preocupa, hay unos cuantos alimentos y bebidas que lo único que están haciendo es ponerte zancadillas intercoitales y a los cuales quizá no hayas prestado la atención que deberían.
Seis alimentos y bebidas que lastran tu vida sexual
Tu lista de la compra no volverá a ser la misma si lo que te preocupa es un buen desempeño en la cama. Aunque la forma en la que la testosterona a ellos y ellas cambia, el resultado es parecido. En ambos casos hablamos de un rendimiento que se traduce en un aumento del deseo sexual, de la capacidad orgásmica y de la libido, incluso cuando una mujer tiene alrededor de 10 veces menos testosterona que un hombre. Si a esa relación además le ponemos cortapisas, las complicaciones aumentan de manera exponencial, por eso conviene señalas a los enemigos del buen sexo.
Alcohol
Que te desinhiba y que te 'suelte' no tiene tanto que ver con el deseo sexual sino por el bloqueo que ejerce a ciertos niveles del sistema nervioso central. A la vez, virtud y penitencia. El alcohol, potente depresor del sistema nervioso, puede inhibir los estímulos sexuales que recibimos del entorno y la excitación, ralentizando alcanzar el orgasmo.
A eso hay que sumar una falta de reflejos, habitual en todos los campos cuando se produce una ingesta alcohólica, que también afectan a la respuesta sexual. Al inhibir el buen funcionamiento del sistema nervioso, enlentece los estímulos que deben llegar del cerebro a los órganos sexuales, pudiendo acarrear disfunción eréctil -el temido gatillazo-.
Azúcar
El azúcar actúa como caballo de Troya frente al buen sexo. Por un lado, podríamos pensar que ese pico de energía súbito que nos proporciona será una herramienta valiosa para convertir la glucosa en energía de forma casi inmediata. Sin embargo, cuando este pico se termina, la sensación de fatiga y de cansancio aumenta.
Esto se debe a que el azúcar crea resistencia a la leptina, una hormona encargada de regular el apetito, entre otras tareas. Lógicamente, el bajón posterior a ese subidón de azúcar nos hace sentir cansados y fatigados, perdiéndose el efecto por el camino. Además, una dieta rica en azúcares es también una dieta que puede aumentar el sobrepeso y la obesidad, causas que están relacionadas también con la disminución de la testosterona.
Exceso de sal
El consumo de sal, además de estar estrechamente vinculado a numerosos riesgos cardiovasculares como hipertensión, mayor propensión a ataques cerebrovasculares e infartos, también está interconectado con una correcta y saludable vida sexual por el mismo camino que nos llega la hipertensión.
Los episodios de disfunción eréctil e impotencia son mayores en hombres hipertensos, pero también a las mujeres les afecta tener la tensión alta para mantener correctamente relaciones sexuales. La culpa está en el daño que la hipertensión causa a los vasos sanguíneos, endureciendo las arterias y haciéndolas más estrechas (arterioesclerosis).
Al limitarse esas 'autopistas' por las que la sangre debe circular, se reduce el flujo sanguíneo, lo que obviamente afecta tanto al pene (dificulta las erecciones) como a la vagina, lo que acarrea también un menor deseo sexual, según explican desde Mayo Clinic.
Grasas saturadas
Todo lo que sea aumentar de peso, la hipertensión, el bloque arterial y reducir la testosterona será una forma de minar poco a poco la salud sexual. Si a la ecuación le añadimos una dieta rica en grasas saturadas, la cosa termina de complicarse. Se debe al aumento de los niveles de colesterol LDL (el llamado colesterol 'malo'), que actúa como bloqueante arterial y por tanto limita el flujo de sangre que nos recorre.
Si eso lo trasladamos a los genitales, tanto al pene (un cuerpo cavernoso que depende de un flujo elevado de sangre) como a la vagina (que necesita también una circulación sanguínea apropiada para poner en marcha a los músculos lisos), ambos demuestran que el colesterol y los alimentos ricos en él son malos amigos para ir a la cama.
Café
Lo que por un lado se convierte en ventaja, por otro muta en inconveniente. Es cierto que el café ayuda a tener mejores erecciones porque causa una relajación en las arterias helicinas (que recorren el pene) y también el músculo liso cavernoso del pene, por lo que el flujo sanguíneo aumenta y encuentra más facilidades para prodigarse allí.
Sin embargo, tiene una pequeña contrapartida el uso del café como 'viagra' natural. Esto se debe a que reduce el nivel de cortisol, que es la hormona encargada de reducir el estrés y también de activar el deseo sexual, por lo que nos encontramos ante un dilema cafetero.