La diástasis es un problema de salud que afecta a los músculos abdominales. Aunque seguro que has oído hablar de que le sucede a muchas mujeres como consecuencia del embarazo, es algo que puede tener cualquier persona en cualquier momento de la vida.
Se produce cuando los músculos rectos del abdomen (los cuadraditos que se forman cuando se hace deporte y se lleva una alimentación sana) se separan en exceso y esto provoca que se dañe el tejido conectivo que los rodea y haga que aumente su tamaño y volumen del vientre, dando una sensación de flacidez.
Hablamos de músculos rectos para referirnos a esos músculos lisos y largos que se extienden a lo largo de toda la parte frontal del abdomen y están separados de su compañero del otro lado por la línea blanca (o línea alba). Se inserta, por abajo, entre la espina y el ángulo del pubis; por arriba, en los bordes inferiores de las costillas V-VII.
La rotura de la capa de contención de nuestro abdomen genera en casi todos los casos incómodas y peligrosas hernias umbilicales, dado que la pared abdominal no es capaz de mantener las vísceras en su posición.
Una manera ‘casera’ de saber si tenemos diástasis (antes de acudir a un médico o fisioterapeuta especialista en suelo pélvico para que nos dé un diagnóstico fidedigno, que es, sin duda, lo más recomendable) es tumbarse boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies en el suelo; se eleva ligeramente la cabeza haciendo un abdominal con la mano situada en el abdomen; después se toca con los dedos el límite entre ambos rectos del abdomen. Si hay una separación de unos dos centímetros y medio y los dedos se hunden, existe diástasis.
¿Por qué se da la diástasis?
Algunos estudios demuestran que hasta el 80 por ciento de las mujeres embarazadas se ven afectadas después del parto y la diástasis provoca una sensación física en el vientre de seguir embarazada de unos cinco meses. Pero no solo afecta a las mujeres en ese sentido, sino que puede producirse en cualquier persona. Factores como la obesidad, el sobrepeso y la vida sedentaria influyen en la separación de los lados derecho e izquierdo del recto mayor del abdomen.
Y no hablamos sólo del efecto antiestético de un abdomen ‘partido en dos’ únicamente, sino de que existen riesgos de que ese aumento del abdomen provoque problemas muy serios como hernias umbilicales, problemas digestivos o incontinencia.
Síntomas habituales
Los síntomas dependen del tipo de diástasis que se tenga, de si es más o menos profunda y más o menos corta. Normalmente hablamos de una separación de dos centímetros y medio para considerar que estamos ante una diástasis abdominal. Pero los más comunes y que suelen aparecer en muchos de los casos son:
- Disfunciones en el suelo pélvico. La postura corporal se altera y esto lesiona el suelo pélvico haciendo que pierda su tensión máxima. Al hacer algunos esfuerzos a nivel abdominal (desde reírse o toser) pueden darse incómodos momentos de incontinencia.
- Dolor lumbopélvico. En esa zona está la musculatura de nuestra espalda, el diafragma, el suelo pélvico… Si no funciona como debe y de manera armónica, la posición del cuerpo y la postura se alterarán y esto puede provocar dolores lumbares ante algunos esfuerzos. También puede producir dolor abdominal.
- Malas digestiones. La distensión de los tejidos abdominales provoca que se altere el paquete visceral abdominal, que puede provocar hinchazón después de las comidas o sensación de pesadez ante las digestiones. También puede hacer que tengamos estreñimiento o más gases.
Tratamientos
Afortunadamente, la diástasis abdominal se puede mejorar y es reversible, pudiendo llegar a corregir esta desprogramación del abdomen y conseguir un vientre más plano sin problemas de suelo pélvico, digestivos o lumbares. Dependiendo de la separación de los rectos, el tratamiento puede consistir simplemente en un tratamiento conservador a través de fisioterapia de ejercicios.
En sus primeras fases después de ser diagnosticada, será necesario tratar el tejido conectivo y por lo tanto recibir unas sesiones de fisioterapia enfocadas a este problema. Se trata de aprender a utilizar la musculatura profunda en actividades de la vida cotidiana.
Además, para recuperar ese tejido, se debe seguir una dieta personalizada, por lo que hay que ponerse en manos de un especialista para una total recuperación. Un estilo de vida poco saludable (una mala alimentación, el tabaco, el alcohol, la vida sedentaria) pueden complicar la recuperación. Hay que evitar los tradicionales abdominales y no ponerse fajas externas.
En esas sesiones de fisioterapia se suele hacer trabajo de hipopresivos, para entrenar al sistema estabilizador local (el core) y conseguir un incremento del tono muscular, con especial énfasis en la relación del transverso abdominal y musculatura del suelo pélvico. Habrá mejora estética, pero sobre todo postural y funcional que sirva de prevención para la aparición de hernias inguinales, abdominales o vaginales.
Hasta hace muy poco, la única solución efectiva era la intervención quirúrgica con todos los riesgos que puede conllevar, pero hay tratamientos alternativos no invasivos que evitan el paso por el quirófano. Por supuesto, siempre debe ser valorada y diagnosticada a través de una ecografía por un especialista en suelo pélvico.
Una de estas técnicas novedosas es la Wonder Médical, una apuesta cien por cien española y que consistente en someter a la región del core (cuya función es mantenernos erguidos y fuertes para ‘soportar’ al resto del cuerpo) a una combinación de emisiones magnéticas y neuromusculares, que ayudan a regenerar el tejido conectivo y las fibras musculares sin aumentar el tono de las mismas.
Alexander Pérez, creador de esta tecnología nos explica que se ataca “la debilidad muscular que produce la diástasis con las mismas herramientas que utiliza el organismo pero de manera focalizada, actuando solo sobre las neuronas motoras”. La técnica se llama musculación estética y hace posible la regeneración del tejido conjuntivo y muscular de una manera efectiva y respetuosa en sesiones de unos 25 minutos. Los resultados son visibles en la primera semana dependiendo de la edad, el sexo y la gravedad del problema.