Ser elástico o flexible es, generalmente, una buena noticia para nuestro cuerpo, pero como prácticamente todo en esta vida, el hecho de ser demasiado 'de algo' no será bueno. Le pasa a nuestras articulaciones cuando son extremadamente flexibles o elásticas, o lo que científicamente se conoce como hiperlaxitud articular o síndrome de hipermovilidad benigno.
Esta patología, más abundante en menores y que suele ir desapareciendo con los años y que no debe confundirse con el síndrome de Ehlers-Danlos, de sintomatología parecida, pero distintas causas, donde la persona que lo padece tiene una mayor flexibilidad en articulaciones, tendones, músculos y cartílagos.
Aumenta así el rango de movimiento, propiciado por esos ligamentos más laxos por la sobreabundancia de elastina. Esta proteína forma junto al colágeno la base de nuestros tejidos, ya sean ligamentos tendones o músculos, y si la primera está más presente que el colágeno conseguirá que estos tejidos se vuelvan en demasía flexibles.
El perjuicio llega porque este exceso también los convierte en más frágiles, lo que aumenta el riesgo de ciertas lesiones o enfermedades en aquellas personas hiperlaxas. Luxaciones articulares, más tendinitis y más esguinces, amén de otro tipo de patologías como lumbalgias, escoliosis, ciertos tipos de artrosis y, como sintomatología mental pueden acarrear ansiedad o depresión en las personas que las padecen, ya que no encontrar la causa exacta de sus malestares aumenta el nerviosismo e inquietud del paciente.
Por 'fortuna', la hiperlaxitud articular va reduciendo su prevalencia a medida que nos hacemos mayores, aunque en menores de 10 años puede darse hasta en el 35% de los casos, reduciendo a menos del 25% cuando ya hablamos de niños mayores de 10 años, mientras que en la población adulta ya baja a un 15%, siendo ligeramente más alta la prevalencia en mujeres que en hombres.
Cómo saber si tenemos hiperlaxitud articular
La diagnosis se elabora a través del test de Beighton, un sencillo ejercicio donde el médico comprueba cinco posiciones, puntuando la elasticidad en una escala del 1 al 9. Si es superior al cinco, se considera que un alumno es hiperlaxo, mientras que para los menores de edad debe ser superior al seis.
Si bien existen causas genéticas, donde ciertas anomalías del tejido conectivo y en las proteínas que las forman (el colágeno y la elastina anteriormente mencionadas), responsables del síndrome de Ehlers-Danlos, no están del todo claras las causas que determinen cuándo una persona padecerá la hiperlaxitud articular o no.
Lo que sí es cierto es que en ambos casos hablamos de patologías donde la elasticidad y la plasticidad de músculos, tendones y ligamentos influyen, donde la primera representa la capacidad de estirarse y recuperar la forma, mientras que la segunda es la capacidad de deformarse y tomar una forma nueva.
Se generan así una doble vertiente, la de las ventajas y la desventajas, puesto que articulaciones especialmente flexibles pueden implicar beneficios en la práctica deportiva. Pensemos así en gimnasia rítmica o artística, el contorsionismo o los diferentes tipos de baile, especialmente el ballet o la danza clásica, que requieren de movimientos muy exagerados.
Por descarte, las desventajas serán las mismas que para cualquier otra persona, por muy deportistas que seamos, ya que los dolores estarán presentes igualmente en personas deportistas como en aquellas que no lo practiquen. Sin embargo, la mejor forma de combatir este síndrome es presentar una forma física trabajada, huyendo del sedentarismo.
Cómo evitar que un exceso de elasticidad nos amargue la vida
Estiramientos musculares, evitar las sobrecargas en las articulaciones y sobre todo el fortalecimiento muscular con ejercicios con poca carga serán el mejor camino para protegernos de esta hiperlaxitud, donde tampoco nos vendrá bien practicar deportes de alto impacto o extremos que puedan suponer un estrés adicional a nuestras articulaciones.
En un sentido parecido, es habitual que las personas hiperlaxas no encuentren la forma más correcta de realizar sus ejercicios por falta de coordinación, dando demasiada importancia a ciertos grupos musculares en detrimento de otros.
Por este motivo, es conveniente realizar deportes o ciertas prácticas que permitan una tonificación integral que englobe distintas partes del cuerpo como es el caso del yoga, del taichi o del pilates, los cuales además de fortalecer los músculos, también permiten mejorar la coordinación.
Lo mismo que sucede cuando apostamos por esos deportes de bajo impacto como pueden ser el ciclismo, la natación o el muy famoso aquagym, que es muy práctico más allá de los meses de verano. Al no someter a las articulaciones al contacto directo con superficies duras o a la realización de ejercicios demasiado violentos, favorecemos su musculatura de una forma natural sin aumentar el riesgo de lesión de manera exponencial.
Una razón de más para vigilar nuestro peso
Como en tantos otros ejemplos en los que la salud física va asociada a la salud digestiva, la hiperlaxitud articular también demanda un cambio de dieta. El mens sana in corpore sano romano se traduce así en una mejor musculación, una menor cantidad de grasa y por tanto un peso más adecuado contribuyen a tenerla a raya. Si nos peleamos con la báscula, vamos a ser más propensos a esguinces y torceduras, especialmente en las extremidades inferiores.
Lo contrario que ocurriría si estamos en nuestro peso ideal y tonificados, luciendo una musculatura más poderosa y limitando así que las articulaciones sufran más de la cuenta gracias al apoyo que los músculos, fundamentales en el tejido conectivo, le brindan.
Aunque es una patología que no tiene cura, pero sí tratamiento, la forma de abordar la hiperlaxitud articular (aparte de ser necesariamente diagnosticada) incluye la prevención de lesiones de los tejidos blandos, aprovechando así muñequeras, tobilleras o férulas para aportar más consistencia a las articulaciones, que también formarán parte de la vida de la persona hiperlaxa cuando se lesione.
Fisioterapia, infiltraciones, masajes y electroterapia, combinados con la toma de analgésicos o de antiinflamatorios (siempre pautados) cuando las crisis sean especialmente frecuentes, serán la forma habitual de proteger así nuestros músculos, ligamentos y tendones en el caso de ser hiperlaxos.