Bienestar

Hotel Convento Aracena & Spa: un oasis de tranquilidad en Huelva

Si buscas un entorno tranquilo, donde olvidar las preocupaciones de este 2020, año de pandemia, no lo dudes, este pueblecito de Huelva debería ser el destino de tus vacaciones

  • Vista de la piscina

Quizás lo tuyo no sea la playa, ni tampoco las aglomeraciones, y menos este año, con el coronavirus maldito acechando a la vuelta de la esquina. No quieres quedarte en casa, te apetece salir unos días y descansar, en un pueblo bonito, tranquilo, donde las calles no estén a rebosar de turistas. ¿Existe?

Pues sí, está en Huelva y tiene por nombre Aracena. Uno sabe, nada más llegar a un pueblo, si la localidad va a tener o no encanto. Y Aracena lo tiene, vaya que sí: es uno de esas localidades blancas, en plena sierra de Aracena y ruta del Jabugo, que conquistan al viajero. Cuestas y más cuestas empinadas (sea listo, como los oriundos, y no se le ocurra salir a la calle desde las 13 hasta las 20 horas aproximadamente, porque el sol no da tregua), iglesias, un pequeño castillo que si bien no vale gran cosa, si merece un paseo por las vistas, una gastronomía que quita el sentido… Y un hotelito, que antes fue convento, donde debería alojarse y que le sirviese de campamento base para conocer la zona: el Hotel Convento Aracena & Spa es un establecimiento cuatro estrellas que hará olvidar los quebraderos de cabeza y el mundanal ruido de las ciudades. Porque allí ruido, ni uno: sea en las habitaciones, en el lujoso spa o en la tranquila piscina, la localización es tan tranquila que casi podrá oír el silencio.

Terraza del hotel

El hotel fue un antiguo convento del siglo XVII reconvertido en pequeño hotel: perteneció a las monjas Dominicas de clausura y los arquitectos que se encargaron de la remodelación han sabido conservar el entorno de entonces. Si mira con atención, descubrirá por aquí una campana, un trozo de reja o incluso, un torno, como el que comunicaba la sacristía con las monjas. “Ellas se encargaban de coser la ropa del cura”, comenta Jonatan Torres, empleado del hotel y su mejor embajador. Si quiere conocer algún detalle de lo que fue el convento y la vida monacal, no lo dude, pregunte a Jonatan: si tiene suerte y es fin de semana, podrá disfrutar de un tour por el establecimiento en el que este joven le desvelará algunos secretos. Puede que le enseñe la única habitación que no dispone de ventanas o tal vez le relate la historia del torno de las muñecas, en la habitación 41: “Esto era un convento de clausura y era habitual que las niñas del pueblo dejasen a las monjas sus muñecas, a través de ese torno. ¿Para qué las dejaban? Para que las bautizasen”, relata Torres. Al parecer, en la remodelación, ese torno fue un auténtico dolor de cabeza para los operarios, pero ahí está, dentro de una de las 57 habitaciones. No queremos desvelarle más de ese posible tour con Jonatan pero sí le diremos que, aparte de convento, el edificio albergó después y hasta que fue establecimiento hotelero, otro tipo de actividad que nada tiene que ver con la monacal.

En el spa, merece la pena el tratamiento Olimpia, con AOVE

Pasee sin prisa por el establecimiento: suba a la azotea, siéntese en el hermoso claustro y deje pasar el tiempo. Vaya a la piscina, pida un mojito en el bar y disfrútelo en la tumbona. Al fin y al cabo, para eso están las vacaciones. Si el entorno no ha conseguido apaciguar el estrés, le damos otro consejo: vaya al spa (con cita previa, eso sí) y pida alguno de los tratamientos, como el ritual Olimpia, con aceite de oliva virgen extra. Es un placer para los sentidos y quedará como nuevo.

Habitación

Tenemos ya la piel y el espíritu bien relajados, pero ahora llega el hambre, porque no solo de contemplaciones vive el hombre por más que estemos en un antiguo convento. A Aracena se viene también a disfrutar de la gastronomía: una primera opción, y sin salir del hotel, la tiene en su maravilloso restaurante, Huerto Nun que debe su nombre a un pequeño huerto situado justo al lado de la piscina donde hay hierbas aromáticas, fresas, etc. No lo dude, su oferta de platos es estupenda (y su postre estrella, el helado de queso de cabra, una delicia). Como curiosidad: en la ubicación del restaurante antes estaba el cementerio de las monjas, que era fosa común, por cierto.

En el pueblo le recomendamos vivamente el restaurante Casas: delicioso el jamón, las alcachofas, los tomates de huerto y qué decir de las sabrosas nueces con chocolate que acompañan al café.

Una última pista, no se vaya de Aracena sin visitar una de sus mayores atracciones: la Gruta de las Maravillas. El nombre no es exagerado porque la ruta es una auténtica joya bajo tierra: fue descubierta a finales del siglo XIX pero no se abrió al público hasta 1914. Se trata de un recorrido circular, de aproximadamente una hora de duración, en el que podrá disfrutar de estalactitas, estalagmitas, coladas, lagos con agua de un color increíble y de una temperatura constante a lo largo de todo el año (que agradecerá sobre todo si va a visitarla en verano).

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