Está claro que ajo, pepino o cebolla son sospechosos habituales en lo que a mal aliento se refiere, pero no son los únicos que pueden amargarnos un beso o una conversación, más allá de que repitan. Incluso hay ciertos alimentos que son enemigos por duplicado de nuestra salud bucodental, ya que no solo provocan mal aliento, sino que incluso pueden dañar el esmalte o ser cariogénicos.
En esta lista aparecen además alimentos que son saludables -ni ellos se libran de este pecado- y es que, la temida halitosis (el nombre elegante y científico del mal aliento) se produce en un 60% por causas bucales, mientras que apenas un 20% podrían achacarse a otras causas, ya fueran digestivas o respiratorias. Incluso hay un 20% que cree tener mal aliento, ya sea por estrés o ansiedad.
Lo que sí sabemos es que la halitosis, sin ser una patología grave, sí condiciona sobre todo nuestras relaciones interpersonales y, si no se pone cierto freno, puede ser un síntoma de una incorrecta higiene dental, ya que la halitosis de origen bucal se produce mayoritariamente por una mala praxis con cepillos de dientes, irrigadores o colutorios.
También sabemos que la prevalencia es altísima, ya que cerca de un tercio de la población tiene o ha tenido halitosis, aunque severa solo se aplicaría a un 5% del total. Para ello es conveniente saber que la halitosis, más allá de cómo seamos, tiene mucho que ver con lo que comamos, ya que en un 85% de los casos se debe a la acción bacteriana, la famosa flora bacteriana de la boca, que degrada las proteínas y producen los llamados compuestos sulfurados volátiles (CSV), que serán los responsables del mal olor.
Por eso, productos aparentemente amables como un zumo de naranja, el atún en conserva, el queso, el café o la salsa de tomate pueden tener más culpa de la que parecen en nuestro mal aliento.
Qué alimentos producen mal aliento
La descomposición de la proteína hace que se disparen los citados CSV, otros productos disminuyen la cantidad de saliva, otros aumentan la presencia de flora bacteriana por ser demasiado ácidos y algunos presentan una alta carga de isotiocianato, que ponen en rompan filas a nuestra boca y alejan a nuestros amigos y seres queridos.
Zumo de naranja
Va a parecer que le tenemos tirria porque ya te contamos en su día que es un mal amigo del esmalte dental. La misma causa que produce ese desgaste, es la misma que goza del carácter ácido de los zumos cítricos. La culpa está en que alteran el pH natural de nuestra boca, haciéndolo más ácido y eso le viene de perlas a las bacterias para reproducirse con más celeridad.
Pescados enlatados
No es que le criminalicemos, pero todo alimento rico en proteínas será más susceptible de dejar muchos residuos entre nuestros mordiscos, por lo que las bacterias tendrán un importante banquete donde ponerse las botas. Más aún si hablamos de productos que con facilidad pueden colarse entre los dientes y ser de difícil acceso. Al final, estas bacterias se nutren de lo que queda entre nuestras muelas, así que su festín está asegurado si además de atún consumes otros productos ricos en proteínas
Además, el atún en lata -y otras conservas- atraen al mal aliento por un motivo más: la presencia de las trimetilaminas, ya que al estar enlatados de oxidan antes que el pescado fresco por ese contacto con los metales.
Quesos
Los productos lácteos están plagados de aminoácidos necesarios para nuestra vida, pero también tienen la mala costumbre de reaccionar con la flora bacteriana bucal, creando compuestos sulfurosos que generan mal aliento. Cuando estas bacterias coinciden con los lácteos se genera un exceso de sulfuro de hidrógeno, responsable de estos compuestos volatiles. Para ello, lo mejor sería apostar por quesos frescos y fáciles de masticar, en vez de quesos duros y granulosos.
Salsa de tomate
Unos sencillos macarrones y espaguetis con tomate, igual que son malos amigos de nuestro esmalte dental, también se llevan fatal con nuestro aliento, incluso más si decidiéramos hacer un más difícil todavía añadiendo queso rallado o carne. La culpa está en el carácter ácido de esta salsa, que favorece la proliferación bacteriana y que, si la sumamos al azúcar natural de la pasta o a las proteínas de la leche y de la carne, forman un cóctel perfecto para que nuestra boca 'cante'.
Café
A pesar de su intenso y delicioso aroma, el café puede llamar al mal aliento después de comer y los motivos son sencillos: disminuye la secreción de saliva, que es nuestra barrera natural para combatir a las bacterias. Así, nuestras indeseados inquilinos acaban convirtiendo en una caldera permanente de ácido sulfhídrico.
Todo ello viene pertrechado por dos cuestiones: el tostado del café, que hace que la presencia de esos sulfuros aumente, y por los taninos astringentes naturalmente presentes en el café y en el té, así que puedes imaginarte que el vino tinto, aunque también huela bien, será otro mal amigo del aliento. Así que, si quieres ponerle cierto freno, acompaña cada café con un vaso de agua.
Caramelos y otros dulces
Evidentemente, una lista de enemigos de nuestra salud bucodental nunca está completo si el azúcar no acaba haciendo acto de aparición. Si se dedica a hacer que las bacterias estén en su salsa en nuestra boca, huelga decir que le encantará formar parte de esa masa enfervorecida de flora bacteriana que se nutrirá de los restos que tengamos.
Más aún cuando hablemos de dulces pegajosos, como los tofes, que pueden ser un pésimo aliado de nuestra halitosis si no nos cepillamos los dientes con fruición después de su ingesta o que, en la medida de lo posible, consumamos otros productos que mejoran el aliento como son la menta y el perejil fresco o el jengibre.