La tercera edad supone un periodo de adaptación a los cambios biológicos y las condiciones de vida típicos de esa etapa en la que el envejecimiento del individuo se hace más presente. Pero no todo termina al llegar a los 65 años y la necesidad de sentir afecto e intimidad o de seguir practicando el sexo no tienen por qué decaer de manera brusca. La sexualidad en la vejez existe, aunque probablemente se disfrute de una forma diferente.
Existen muchos prejuicios a la hora de hablar de relaciones sexuales en la vejez (la tercera edad abarca desde los 65 hasta los 80 años) y son unos cuantos los que piensan que ahí comienza una etapa en la que el deseo sexual está por los suelos y que ya no se tienen ganas de disfrutar de las relaciones íntimas.
Pero para nada es así. Según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, seis de cada diez personas mayores afirman que mantienen relaciones sexuales de manera regular.
Según la Organización Mundial de la Salud, “envejecer es la consecuencia de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales”. Los cambios físicos que sufrimos al envejecer influyen también en la sexualidad, pero si una persona está sana y tiene buena salud, puede seguir disfrutando de ella durante toda su vida.
Entre los cambios que hombres y mujeres experimentan en esta nueva etapa, la gran mayoría son físicos. En el caso de las mujeres, coincide con la menopausia, un consecuente descenso en los niveles de estrógenos y con una sensación de sequedad vaginal que en algunos casos puede dificultar las relaciones plenas. Además, se suele tardar más en llegar a la excitación sexual.
Si hablamos de ellos, viven la andropausia, con una bajada en el nivel de testosterona, que también conlleva un aumento en el tiempo en el que se llega a la excitación y una necesidad de mayor estimulación para alcanzar la erección y el orgasmo.
Mito 1: en la vejez se pierde el interés
Uno de los principales prejuicios que se tienen a la hora de hablar de la sexualidad geriátrica es pensar que esas personas han perdido el interés por la actividad sexual. Esto es totalmente falso. Además, tendemos a pensar que solo disfrutan los jóvenes, aquellos que están en la plenitud de la vida y con un físico mucho mejor, pero tampoco esto es cierto. En la vejez se disfruta de las relaciones con una mayor serenidad, con más plenitud y con mucha más intimidad.
Mito 2: ser activo perjudica a la salud
Derribemos este mito de una vez por todas. Es absolutamente falso pensar que mantener relaciones sexuales puede afectar de manera negativa a la salud de una persona de avanzada edad. Salvo enfermedades o patologías médicas importantes, el sexo solo aporta beneficios a la salud: desde un refuerzo del sistema inmunológico (se previenen virus) a una reducción del estrés, una mejora en la salud cardiovascular o una bajada de la presión arterial. Además, tener orgasmos nos ayuda a dormir mejor y a conciliar el sueño con más facilidad.
Muchos estudios afirman que los ancianos sexualmente activos consumen menos sedantes y medicamentos. Junto con una alimentación equilibrada y algo de ejercicio, el sexo fortalece la salud física y mental (hace que aumente la autoestima, por ejemplo). Sí, las relaciones sexuales alargan la vida o, al menos, la hacen más agradable.
Mito 3: la menopausia es el fin
Tampoco aquí debemos hacer caso a lo que escuchamos. Es cierto que los cambios físicos que sufre la mujer con la llegada de la menopausia pueden afectar a las relaciones sexuales, pero si se consulta a un ginecólogo, este nos ayudará a entender mejor esos cambios y pondrá solución a los problemas que nos inquieten.
Uno de esos problemas es la sequedad vaginal, que puede producir cierta incomodidad en la penetración que lleve a la mujer a no querer mantener relaciones nunca más. Esto puede solucionarse con el uso de un lubricante. Además, si se está en pareja, entre los dos pueden tener esa complicidad que ayudará a que todo fluya de una manera mucho más natural de la que podríamos pensar. El deseo sexual no termina con la menopausia, que quede claro.
Mito 4: el mejor sexo es el más fogoso
A los 20 años no se mantienen relaciones de la misma manera que a los 70, pero eso no tiene por qué ser siempre algo negativo. No es real que la sexualidad ideal sea la más apasionada y fogosa, eso es un gran estereotipo que puede generar desinterés si no se tiene al cien por cien. Un sexo más tranquilo pero igualmente erótico y satisfactorio es tan placentero o más que el otro más intenso.
Mito 5: los ancianos no se masturban
Los prejuicios sociales en este aspecto hace que suela verse con ‘malos ojos’ la masturbación en la tercera edad. Este es un tabú que conviene derribar de una vez por todas. Hay muchos ancianos que ya no están en pareja porque pueden haber perdido a su compañero o compañera de vida, pero no por eso tienen que perder el deseo sexual ni las ganas de disfrutar. No hay nada de lo que avergonzarse y no es nada malo ni perjudicial para la persona que quiere llevarlo a cabo.
Mito 6: en la tercera edad no se puede atraer a nadie
La sexualidad nada tiene que ver con la belleza física, por lo que hay que echar por tierra esa afirmación que fomenta la creencia equivocada de que el deseo sexual se esfuma al ir cumpliendo años. La importancia del cuidado personal y corporal provoca en todas las personas que han alcanzado la madurez una sensación placentera y un aumento de la autoestima. No hay necesidad de tratar de ser más joven, eso es imposible, solo hay que aceptar esa nueva etapa vital en la que se puede seguir gustando a los demás y disfrutando como siempre.