Los avances en el desarrollo de nuevos materiales posibilitan la realización de nuevos procedimientos, y en el caso de los aneurismas viscerales esto es fundamental. Aunque son poco frecuentes, pueden afectar a una o dos personas de cada mil. Dado que son asintomáticos, puede que el diagnóstico sea tardío y provoque una rotura con consecuencias muy graves. No obstante, suelen diagnosticarse cada vez más por el gran número de pruebas de imagen que se realizan hoy en día.
“Son poco frecuentes y suelen ser totalmente asintomáticos hasta su rotura o instantes previos a ella, por lo que su diagnóstico es complejo. Suelen detectarse de manera casual, en pruebas rutinarias, cuando, por ejemplo, se realizan pruebas de imagen (ecografías, TC, Resonancias) por otras causas. En caso de presentar síntomas, éstos son el dolor abdominal o el lumbar inespecífico”, explica el jefe de la Unidad de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Ruber Internacional de Madrid, el doctor Pablo Gallo.
Los motivos de su aparición son muy variados. Desde ateroesclerosis, por acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias en la pared de las arterias; hasta infecciones, embarazo, displasia fibromuscular (estenosis o aneurisma de las arterias), enfermedades inflamatorias o iatrogenia, entre otras, prosigue el especialista de Quirónsalud.
Concretamente, especifica que los aneurismas son la dilatación patológica de una arteria, y en el caso de los aneurismas de aorta abdominal representan el 80% de todos los aneurismas; aunque realmente pueden aparecer en cualquier arteria del cuerpo, como en las arterias renales encargadas de irrigar ambos riñones, y en las arterias viscerales, las que aportan el flujo sanguíneo a los órganos abdominales, como el hígado, el bazo, el estómago, y los intestinos, valora el experto.
Además, se debe tener en cuenta la morfología de estos, que puede ser sacular o fusiforme; así como el tamaño del mismo, ya que es un “claro indicador de riesgo de rotura”, agrega.
Cómo se realiza el diagnóstico y el tratamiento
El doctor Gallo señala también que en estos casos las pruebas de imagen no invasivas son las más indicadas a la hora de detectarlo, especialmente la tomografía computarizada o TC, al ser la más sensible en este campo. Al mismo tiempo, el experto de Ruber Internacional apunta a las arteriografías, ya que permiten valorar la colateralidad, fundamental cuando se debe ocluir o ligar una arteria.
Eso sí, una vez diagnosticado un aneurisma visceral, el experto apunta que su tratamiento puede ser complejo: todo dependerá de su localización en la cavidad abdominal y de la proximidad o la relación con los órganos que irrigan.
Cita que los aneurismas sobre los que hay que actuar son todos los que presenten síntomas o estén rotos, los que crecen más de 0,5 cm. al año, y todos los pseudoaneurismas secundarios a procedimientos biliares o quirúrgicos, entre otros.
El tratamiento de elección en estos casos suele ser la embolización o la colocación de stent. "Mediante técnicas endovasculares, mínimamente invasivas, es posible a día de hoy tratar muchos de estos aneurismas sin necesidad de realizar heridas y con un postoperatorio muy liviano para el paciente", asevera por su parte el doctor Santiago Zubicoa, responsable de la Unidad de Radiología Vascular Intervencionista del Hospital Ruber Internacional de Madrid.
En esta línea, el doctor Borja Castejón, cirujano vascular de la Unidad de Angiología del doctor Pablo Gallo, apunta que existen diferentes técnicas que se pueden emplear, desde la embolización con diferentes sustancias o dispositivos para obstruir el riego y eliminar así la posibilidad de rotura, hasta el uso de diferentes tipos de stents, solos o en combinación con dispositivos embolizantes para tratarlos.
En concreto, el doctor Castejón afirma que la embolización del aneurisma no se puede realizar en todo tipo de aneurismas y puede conllevar posibles complicaciones relacionadas con la falta de riego posterior. "El empleo de los stents convencionales o recubiertos no siempre es factible al no adaptarse adecuadamente al diámetro de las arterias renales y viscerales, o bien a la angulación que suelen presentar. Además, en el caso de los recubiertos existe el riesgo de ocluir ramas colaterales provocando así complicaciones no deseadas por falta de riego", advierte.
El ‘poder’ del derivador de flujo
Por eso, el doctor Gallo, jefe de la Unidad de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Ruber Internacional, destaca que para los casos más complejos y que implican una alta dificultad técnica, ellos emplean un nuevo tipo de stent conocido como ‘derivador de flujo’.
Se trata de stents que, según describe, en un principio se utilizaron para tratar aneurismas cerebrales, y actualmente pueden emplearse para el tratamiento de las arterias viscerales. “Están compuestos por diferentes capas superpuestas que permiten que el flujo pase por su interior, a la vez que favorecen la oclusión del aneurisma. Su configuración les otorga unas propiedades hemodinámicas que permiten que, en el caso de tapizar arterias colaterales, el flujo pase sin impedimento, y evitando trombosis no deseadas. Por otro lado, permiten amoldarse a casi cualquier anatomía y angulación", concluye el experto de Quirónsalud.