Es muy probable que haya oído hablar de la dislexia, pero, ¿le suena un trastorno llamado discalculia? Seguramente no, ya que los niños que sufren dificultades en el aprendizaje de las matemáticas (DAM) no son diagnosticados con la misma frecuencia que aquellos que tienen dislexia.
De hecho, el estudio que hemos realizado recientemente en Reino Unido demuestra que los alumnos con dislexia tienen una probabilidad más de cien veces mayor de obtener un diagnóstico y apoyo educativo que los niños que tienen discalculia, a pesar de que se considera que ambas alteraciones son igual de comunes.
No deja de ser preocupante, ya que una investigación llevada a cabo en 2008 refleja que la falta de habilidad numérica podría influir en el futuro del individuo de manera más negativa que un nivel bajo de alfabetización. Es más, se ha establecido un sólido vínculo entre las competencias matemáticas y el éxito en los estudios, los ingresos económicos, la salud (tanto física como mental) e, incluso, la probabilidad de ser detenido y encarcelado.
¿Qué es la discalculia?
La discalculia es definida como un trastorno caracterizado por dificultades severas en el aprendizaje de las matemáticas a largo plazo, que causan problemas considerables en el desempeño académico o laboral, así como en las actividades diarias.
Algunos de los síntomas típicos de la discalculia, fácilmente identificables por los padres, son el conteo con los dedos (incluso en operaciones sencillas), la dificultad para recordar datos numéricos (como las tablas de multiplicar) y la necesidad de sobreesforzarse para adquirir nuevos conocimientos.
Los niños con DAM podrían tener problemas con la utilización de artilugios simples, como los calendarios y los relojes. También podrían encontrarse con dificultades a la hora de recordar el orden en el que ocurrieron ciertos acontecimientos, así para seguir pautas secuenciales.
Los trastornos del desarrollo, tal y como demuestra la investigación realizada por Emilia Misheva, a menudo aparecen de la mano, por lo que si su hijo es autista, disléxico o sufre TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), es probable que también tenga discalculia. Recientemente, nuestro estudio indagó en la posible relación entre la discalculia y otros trastornos del desarrollo en alumnos de primaria. Los resultados que obtuvimos fueron esclarecedores: entre los niños que identificamos como potencialmente discalcúlicos, el 81% ya había sido diagnosticado con otro desorden.
Además, comprobamos que el número de niños que tienen discalculia es el mismo que el de niñas, lo que la diferencia de otros trastornos más comunes entre los varones. Según nuestro estudio, la dislexia fue diagnosticada al doble de chicos que de chicas.
¿Por qué su diagnóstico no es tan habitual?
En los colegios de educación primaria de Reino Unido, a partir de tercer grado, los alumnos son sometidos cada año a exámenes preparados en base a los resultados obtenidos en pruebas anteriores. Si un estudiante no supera el mínimo requerido y su rendimiento no mejora de manera notable tras recibir ayuda de un especialista durante seis meses, debería ser diagnosticado con discalculia. Pero la realidad es bien diferente, ya que las dificultades en el aprendizaje de las matemáticas no suelen ser reconocidas, por lo que acaba pareciendo un trastorno raro.
A la postre, la falta de diagnóstico supone que los profesionales, al no tener experiencia con jóvenes con discalculia, carecen de los conocimientos necesarios para identificar de manera clara un nuevo caso, por lo que nos encontramos en un círculo vicioso.
Anteriormente, entre los criterios para diagnosticar discalculia se incluía el requisito de que las habilidades matemáticas del sujeto fueran notoriamente menores que las correspondientes a su nivel de inteligencia. Aunque esta condición fue eliminada, puede que los psicólogos esperen identificar, todavía, dificultades excesivas relacionadas con las matemáticas sin que se aprecie otro problema.
Al no existir unas directrices establecidas sobre cómo ayudar a los estudiantes discalcúlicos, y siendo poco habitual su diagnóstico, resulta sumamente complicado identificar a los individuos que lo padecen para someterlos a las investigaciones necesarias para probar y desarrollar métodos de intervención.
Pero la discalculia se encuentra con otra traba: cuando un niño es diagnosticado de otro trastorno, como el TDAH, este se convierte en el objetivo principal de la intervención, lo que significa que las DAM pueden ser consideradas como una consecuencia del TDAH. Por si fuera poco, hay una tendencia general a percibir las matemáticas como una asignatura difícil y pesada que, simplemente, “no es para cualquiera”.
¿Por qué el diagnóstico tiene tanta importancia?
El diagnóstico temprano es especialmente importante, ya que ignorar los principios básicos de las matemáticas dificulta a los estudiantes el seguimiento de la materia a medida que esta avanza. Esto puede generar frustración y una actitud negativa hacia las matemáticas en particular y hacia el resto de asignaturas en general.
Otorgarle el sello de oficial al diagnóstico podría conducir, también, a una mayor agilidad en los cambios de las políticas públicas. Si los estudiantes discalcúlicos aparecieran en las estadísticas oficiales, aumentarían las posibilidades de que recibieran apoyo. En el año 2009 se publicó un informe sobre la dislexia, elaborado por Jim Rose, que reclamaba la implantación de una formación específica que permitiera a los profesores ayudar a los niños disléxicos. La iniciativa gozó de un gran éxito, por lo que si se aplica a la discalculia es probable que tenga el mismo resultado exitoso.
Lo que todo esto arroja es que, al parecer, nada de lo que se haga es suficiente para ayudar a los niños que lidian con la discalculia. Si usted está preocupado por su hijo, es importante que plantee el posible problema en el colegio y que busque apoyo psicológico especializado.
¿Que se puede ir haciendo?
La obtención de un diagnóstico oficial puede llevar un tiempo, pero puede ayudar a su hijo practicando con él conceptos y procedimientos básicos utilizando objetos normales, como bolas o fichas, o jugando a juegos sencillos de números. Otra opción a tener en cuenta son los juegos de mesa con dados, que pueden ayudar a enseñar conceptos numéricos simples.
Aunque son especialmente útiles para los niños pequeños, estas actividades pueden ayudar a fortalecer la confianza de los alumnos más mayores, que pueden utilizar, por ejemplo, programas de ordenador para practicar problemas de aritmética. Al igual que ocurre con las competencias lingüísticas, es importante que el aprendizaje matemático no sea visto como una responsabilidad exclusiva de las escuelas.
La discalculia, como la dislexia, es un trastorno que acompaña a quien lo sufre durante toda la vida, mucho más allá de la etapa escolar. Ni puede, ni debe ser ignorada. Una mayor concienciación por parte de los padres, los profesores y la sociedad podría hacer posible un avance real en el desarrollo de los estudiantes afectados.
Kinga Morsanyi, Lecturer in the School of Psychology, Queen's University Belfast
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.