La luz es importante sin duda en muchos sentidos. El planeta que habitamos se mantiene en unas temperaturas adecuadas para la vida gracias a la energía que recibe de su estrella, el sol. Y esa energía llega en forma de luz.
Podemos convertir la luz del sol directamente en energía eléctrica.
Desde hace unas décadas, disponemos de un procedimiento tecnológico que nos permite convertir la luz del sol directamente en energía eléctrica, se trata de la las células solares fotovoltaicas. En los materiales semiconductores los electrones están dispuestos de una forma muy particular que permite un montón de aplicaciones. Algunas son puramente eléctricas, como los transistores y los chips que están en el corazón de ordenadores y teléfonos móviles, y otras optoelectrónicas, en las que los electrones interaccionan con la luz. Esa interacción puede ir en el sentido de producir luz a partir de la electricidad, los leds, o en el contrario, produciendo electricidad a partir de luz, las células fotovoltaicas.
Las células fotovoltaicas son unos dispositivos robustos, sin partes móviles, lo que hace que puedan funcionar durante muchísimo tiempo. Es una tecnología muy escalable, resultando útil tanto en aplicaciones pequeñas como la alimentación de una calculadora de mano o una estación meteorológica como formando grandes instalación de producción de energía eléctrica. Pero probablemente donde más importante es su contribución es en satélites y sondas espaciales, equipos en los que no es fácil disponer de otras fuentes de energía.
La energía que transporta la luz, y la tecnología fotovoltaica como medio para convertirla en electricidad, son algunas de las innumerables razones para la celebración de este año internacional de la luz que es 2015.
Sobre el autor: Joaquín Sevilla es físico y profesor de tecnología electrónica en la Universidad Pública de Navarra.
* Este artículo pertenece al Especial del Año de la Luz en Next.