Cuando vemos caminar a un chimpancé sobre dos patas nos recuerda vagamente a nosotros, pero nos parece que existe una diferencia clara a la hora de mover el tronco y las extremidades. De hecho, durante mucho tiempo los científicos han asumido que al tener una región abdominal más corta que nosotros, sus movimientos al caminar erguidos hacen que su pelvis y su torso permanezcan más rígidos que los de los humanos.
Existen muchas más similitudes de las que esperaban encontrar
Para analizarlo con más detalle, el equipo de Nathan Thompson ha realizado una serie de pruebas cuyos resultados se publican este martes en Nature Communications. Su trabajo ha consistido en poner a un humano y un chimpancé a caminar con una serie de marcadores en puntos clave de su anatomía y analizar sus movimientos. Y el análisis del movimiento de cada una de las zonas de forma independiente indica que existen muchas más similitudes de las que esperaban encontrar.
El estudio indica que existen sorprendentes similitudes con los humanos en la forma en que los chimpancés mueven su cuerpo cuando se desplazan sobre dos patas. Nuestro movimiento se caracteriza por los movimientos coordinados de la cadera y el tórax, que se mueven en direcciones opuestas mientras nos desplazamos y que permiten dar pasos más largos y usar el balanceo de los brazos para compensar las rotaciones de la pelvis. Lo que han visto Thompson y su equipo es que, aunque la dirección en que la parte superior del cuerpo se mueve durante el paso es diferente de la nuestra, la magnitud del movimiento relativo a su pelvis es casi idéntica.
Los chimpancés, recalcan los autores, rotan su pelvis mucho más que los humanos, aunque el movimiento de la zona torácica cumple la misma función de compensar el exceso de los movimientos pélvicos. Esta similitud, aseguran, indica que la forma del esqueleto de algunos de los primeros homininos, como Australopithecus afarensis podría no haber sido un impedimento para que éste se desplazara sobre dos patas y que es posible que hayamos estado interpretando mal el registro fósil. Tener un cuerpo parecido al de los chimpancés ya no debe ser interpretado como un impedimento para caminar erguidos, sino una posible señal de que nuestros ancestros pudieron hacerlo en etapas más tempranas.
Referencia: Surprising trunk rotational capabilities in chimpanzees and implications for bipedal walking proficiency in early hominins (Nature Communications) DOI 10.1038/ncomms9416