Cada vez que pensamos en la selección natural, nuestra mente se traslada a paisajes exóticos donde aves de colores pelean por la comida y en nuestra cabeza suena la voz en off de David Attenborough. Pero esa increíble historia de adaptaciones se está produciendo mucho más cerca de lo que pensamos, entre las plantas de nuestro jardín, en las aves que nos despiertan por la mañana y los mosquitos que nos pican en el metro. El biólogo holandés Menno Schilthuizen lleva años centrando su atención en estos fenómeno, que recopila en su libro “Darwin viene a la ciudad”, recién editado por Turner. En él nos acerca una realidad que pasa inadvertida para la mayoría de nosotros, aunque la tengamos delante de los ojos: la de las especies que han aprendido a vivir en las ciudades y se adaptan a diario a este nuevo ecosistema. Chalamos con él a través de videoconferencia desde la ciudad de Leiden, donde trabaja y estudia.
Usted también solía pensar que la naturaleza era solo lo que estaba en el campo, ¿cuándo cambió de idea?
Bueno, no he cambiado del todo de idea, me sigue gustando salir al campo, no paso todo el tiempo en la ciudad. Pero sí, pasé mucho tiempo en los trópicos y mi mundo empezó a hacerse más pequeño, en el sentido de que me di cuenta de que puedes hacer ciencia maravillosa en un metro cuadrado de terreno. Incluso en un bosque tropical puedes pasar toda tu carrera estudiando un metro cuadrado y no llegar a descubrir todo lo que pasa allí. Y esos metros cuadrados de naturaleza también están en las ciudades. De hecho están en condiciones muy diferentes y muy interesantes. Me di cuenta de que para la ciencia da igual donde vayas, hay nuevas cosas que descubrir en todas partes. Además, en este ambiente urbano estamos viendo nuevos ambientes aparecer, ambientes que hemos creado nosotros mismos y que son situaciones únicas en la historia de la vida.
¿Recuerda cuándo empezó a fijarse en las especies urbanas?
Trabajo con caracoles y escarabajos que tienen apenas unos milímetros, y me tengo que quitar las gafas y acercarme muchísimo a la superficie para verlos. Quizá todo comenzó cuando empecé a perder vista, cuando dejé de poder ver estas criaturas sin quitarme las gafas. Te tienes que acercar tanto que de pronto ves todo ese mundo por descubrir en una escala tan pequeña. Puede que eso fuera el principio de todo.
Recibió muchas críticas de biólogos que creían que estaba justificando los excesos cometidos por los humanos, ¿le costó muy caro este cambio de punto de vista?
Sí, es difícil. Me di cuenta de que mis colegas tenían mucho cuidado con lo que le decían a la prensa porque podía ser malinterpretado por los políticos y suceder que lo usaran para sacar partido. Cuando yo decía que las especies se adaptan a los cambios que producimos en el ambiente algunos colegas me advirtieron de que no debía decir eso porque los políticos le darían la vuelta y dirán que da igual lo que hagamos porque las especies siempre se adaptarán y la biodiversidad se conservará. Yo entiendo ese miedo, por siempre me aseguro de dejar claro que la naturaleza no se adaptará a todo lo que hagamos, que necesitamos áreas sin tocar, que todo lo que digo es que deberíamos valorar la naturaleza como es en el proceso de adaptación al ambiente. Y por otro lado, en el futuro, si la urbanización continúa, para mucha gente la naturaleza urbana será la única que vea en su vida. En algunas zonas, como en las megaconglomerados de ciudades chinas, seguramente suceda así, y debemos ayudar a estas personas a apreciar la naturaleza que aún queda en estos ambientes urbanos. Es parte del mensaje que quiero trasladar.
Según usted, ese mirlo que me despierta en mitad de la noche, ¿es tan urbanita como yo?
Sí, y no solo eso. Probablemente tengan muchas más generaciones de ancestros que han vivido en la ciudad que nosotros dos.
“Los humanos nos hemos convertido en grandes ingenieros de ecosistemas"
¿Qué es un ingeniero de ecosistemas?
Un ingeniero de ecosistemas es una especie, animal o vegetal, que modifica su propio ambiente y cambia el paisaje por su actividad. Y este cambio en el paisaje crea nichos para que otras especies se adapten. Las hormigas lo son, pero no por hacer hormigueros, sino por el impacto de la actividad de ese hormiguero en busca de comida, algo que también lo hacen los castores, o los corales. Y hoy en día nosotros nos hemos convertido en grandes ingenieros de ecosistemas, las conglomeraciones en las que vivimos, las ciudades, son un nuevo hábitat y eso crea oportunidades o en todo caso nuevas condiciones para otras especies.
Apunta usted la posibilidad de que estemos diferenciándonos los propios seres humanos. ¿Cree que si analizaremos el genoma de mi primo el del pueblo y el mío encontraríamos diferencias específicas?
Eso solo es posible si las poblaciones urbanas y rurales se separaran y no se mezclaran, algo que sigue sucediendo. No parece posible que eso pase, pero bueno, en “La máquina del tiempo” H. G. Wells hablaba de especiación entre personas, incluso dentro de las propias ciudades, entre ricos y pobres, y eso parece una posibilidad más real. De hecho, en las ciudades las grandes diferencias se dan entre las partes ricas y pobres.
¿El mayor error de Darwin fue pensar que la evolución era mucho más lenta?
No diría que fue un error, pero sí subestimó el poder del proceso que él descubrió. Él fue prudente y esta velocidad del cambio no se conoció hasta la década de 1960, cuando los biólogos midieron la diferencia entre la supervivencia relativa de unos individuos con unas características y otras, y que los efectos eran muy grandes entre generaciones. En las ciudades vemos cambios muy rápidos, pero hay muchos ejemplos también fuera.
¿Cómo se entiende esta paradoja de que estemos aumentando la biodiversidad en las ciudades pero haciéndola desaparecer fuera de ellas?
Para las plantas y los insectos parece claro que el campo y el ambiente agrícola se está volviendo más pobre y las ciudades más ricas en cuanto a diversidad. En las zonas agrícolas la intensificación de la explotación significa que la tierra se está usando mas eficientemente y hay pocos rincones olvidados, lo que deja poco espacio para estas zonas de vida salvaje que eran la principal fuente de biodiversidad. En las ciudades, al mismo tiempo, parece que están sucediendo una serie de cosas. Entre ellas que el paisaje es más variable, parcialmente por la existencia de un montón de jardines privados, en los que viven muchas especies a pequeña escala. Y uno de los motivos de esa diversidad es la diferencia de personalidades entre las personas que viven en las ciudades y que deciden acotar estos espacios cada uno a su manera.
En Rotterdam hubo quien defendía la presencia de los cuervos indios y a pesar de todo los aniquilaron, ¿ha vuelto a ver alguno?
Parece que se han marchado. No he vuelto a oír sobre supervivientes.
"La pregunta es: ¿por qué los gorriones son más valiosos que las cotorras?"
Usted defiende que los cuervos se queden, pero ¿qué hacemos con las cotorras, que claramente expulsan a otras aves más pequeñas como los gorriones?
La pregunta es: ¿por qué los gorriones son más valiosos que las cotorras? No es un argumento ecológico, es un argumento subjetivo. Las llamadas "especies invasoras” tienen un momento explosivo y después empiezan a adaptarse al nuevo ambiente y el ambiente se adapta a ellas,. Después de un tiempo el daño baja y la especie queda completamente integrada en el nuevo ecosistema.
¿Deberíamos repensar entonces el concepto de “especie invasora”?
Sí, creo que las especies no son por definición invasoras, sino en determinados momentos por la evolución de su población después de llegar a una zona. No puedes clasificar a las especies como invasoras o no
¿Su posición sería entonces no perseguir a estas especies?
Creo que sí, en general no creo que la conservación de la naturaleza se deba conseguir matando (risas).
En general no creo que la conservación de la naturaleza se deba conseguir matando
Bueno, eso es difícil de explicar para el que vive cerca de un nido y el ruido le mortifica…
En los casos de conflicto con la vida humana, como cuando estos animales provocan falta de alimento o de sueño, estamos legitimados para defendernos como cualquier otra especie. Pero esto solo si otra especie nos afecta negativamente, como cuando hay tantos mapaches en tu jardín que te roban la comida. En ese caso estás legitimado para defenderte, pero no debes aniquilarlos solo porque piensas que no deberían estar ahí.
Respecto a las plantas, usted propone que en los jardines verticales y en los edificios, dejemos que la naturaleza colonice esos espacios. Hacer jardines con “malas hierbas”, ¿no es un poco arriesgado?
Reconozco que es un poco ingenuo porque requiere un gran cambio de mentalidad. Pero si la idea es hacer que crezca un ecosistema en los edificios, la mejor opción es dejar que crezcan las plantas que ya han colonizado esa ciudad y se han adaptado a ella. Cuando plantas en un jardín vertical las plantas que has seleccionado de un catálogo, puede que la mitad de ellas mueran porque les falta agua o tienen demasiada. Si les aportas solo el suelo, cualquier cosa que crezca ahí estará seleccionada por la evolución. Es, lo mires como lo mires, la opción más sensata.
“Hemos visto que en los Países Bajos los caracoles tienen caparazones más claros en las ciudades"
¿Cuál es la última especie en la que se ha fijado en su ciudad?
En Leiden estoy investigando el trébol blanco (Trifolium repens), como parte del primer experimento global de la evolución urbana. Estamos participando en un estudio en cientos de ciudades del mundo para estudiar la química de esta planta, que se sospecha que es diferente de la que ocurre fuera de las ciudades. El último animal que he estado observando es el caracol de jardín (Helix aspersa), que está por toda Europa. Estamos haciendo ciencia ciudadana para estudiar la evolución del color de sus caparazones. Hace un par de meses publicamos un estudio que muestra que en los Países Bajos estos caracoles tienen caparazones más claros en las ciudades, debido a que reflejan más el calor y en verano el riesgo de sobrecalentamiento es mayor, de modo que los que tienen un caparazón más claro tienen un pequeño beneficio.
Dividimos el mundo entre lo humano y lo natural, ¿no ha sido el mayor error del conservacionismo considerar al ser humano algo distinto de la naturaleza?
Sí, creo que es verdad. Creo que debemos entender que somos parte de la naturaleza, de los ecosistemas, que lo que hacemos no se diferencia esencialmente de lo que hacen las hormigas o las termitas. Al menos, deberíamos conseguir que veamos nuestro papel en la naturaleza de una manera más sana, entender que tenemos tanto derecho a estar en el planeta como cualquier otra especie y que somos muy importantes ecológicamente porque muchas otras especies dependen de nosotros y podemos con nuestra inteligencia podemos modificar esa cadena de la que formamos parte de una manera lo mas beneficiosa para la biodiversidad. Todo esto será bueno dejar de vernos a nosotros mismos como algo separado de la naturaleza.
Más información: “Darwin viene a la ciudad“ (Editorial Turner)