Ciencia

Demuestran que los humanos no son los únicos primates que experimentan la menopausia

El estudio, publicado en 'Science', describe los factores demográficos y hormonales que determinan la etapa postreproductiva de las hembras de una población de chimpancés salvajes

¿Qué dirían las hembras de chimpancé en su cincuenta cumpleaños si pudieran hablar? Algunas de ellas probablemente se quejarían de los sofocos, del insomnio o del aumento de peso. En cambio, no describirían con tanto amor los últimos progresos de sus nietos.

Un equipo de antropólogos evolutivos, primatólogos y ecólogos del comportamiento acaba de demostrar por primera vez que la menopausia no es exclusiva de las mujeres, sino que también las hembras de otros primates la experimentan.

El grupo de investigación comenzó a observar la numerosa comunidad de chimpancés (Pan troglodytes) de Ngogo, en el Parque Nacional de Kibale (Uganda), en 1995. A lo largo de 21 años, examinaron las tasas de mortalidad y fertilidad de 185 hembras de chimpancé con edades comprendidas entre los 14 y los 67 años.

El estudio, publicado en Science, describe los factores demográficos y hormonales que determinan la etapa postreproductiva de las hembras de una población de chimpancés salvajes. Hasta la realización de este trabajo, largos períodos de supervivencia más allá de la edad de la última reproducción solo se habían observado en humanos y en algunas especies de ballenas dentadas.

“Una hembra de chimpancé podría esperar vivir aproximadamente una quinta parte de su vida adulta en un estado postreproductivo, alrededor de la mitad de lo que viven los cazadores-recolectores humanos”, han declarado los autores.

Una larga supervivencia

La prolongada observación de la comunidad de chimpancés de Ngogo entre 1995 y 2016 tuvo como objetivo estimar la edad de las hembras y mantener un registro de todos los eventos relacionados con su vida reproductiva, como hinchazón genital regular, partos y lactancia.

Los autores lograron identificar varias hembras con al menos 40 años de edad que vivieron, en promedio, 7,9 años tras su ultimo parto. De estos ejemplares en edad postreproductiva, 16 sobrevivieron más allá de los 50, un fenómeno raro en otras comunidades de chimpancés.

La longevidad de los chimpancés de Ngogo podría atribuirse a un entorno que favoreció la supervivencia gracias a la calidad de la dieta, la ausencia de depredadores y la competencia exitosa entre grupos. Otra explicación podría ser que estos primates poseen capacidades genéticas para sobrevivir después de edad fértil.

No obstante, los humanos han alterado el hábitat natural de los chimpancés y, además, han sido portadores de virus respiratorios que han reducido la esperanza de vida de estos animales.

Las hormonas lo confirman

La fertilidad de la mujer está vinculada a su reserva ovárica, es decir, a los ovocitos que potencialmente pueden ser ovulados y fecundados. El número de ovocitos con el que una mujer cuenta a lo largo de su vida está determinado desde antes de nacer y disminuye progresivamente con el tiempo.

Después de la primera menstruación, solo un ovocito por mes completa su maduración y puede ser ovulado durante cada ciclo menstrual. Mientras tanto, otros miles no llegan a madurar y son reabsorbidos. Cuando se agotan los ovocitos que una mujer posee, su capacidad reproductiva cesa y se produce la menopausia. Estos eventos están relacionados con un patrón hormonal que regula finamente el ciclo menstrual y la ovulación y que cambia después de la menopausia.

Por esa razón, los autores del trabajo también llevaron a cabo un análisis hormonal en hembras con diferentes estados reproductivos y edades. Así pudieron observar un patrón hormonal similar al de los humanos, con una disminución en la fertilidad después de los 30 años.

Además, identificaron en la vida postreproductiva un decaimiento de las hormonas esteroides ováricas (estrógenos y progestinas) y un consiguiente aumento de las hormonas gonadotropinas folículo-estimulante (FSH) y luteinizante (LH). Estos resultados están en línea con los niveles hormonales que experimentan las mujeres después de la menopausia.

Teorías sobre la evolución de la menopausia

El descubrimiento de periodos de vida postreproductiva en chimpancés es fundamental para entender las razones biológicas y evolutivas de la menopausia. Se han propuesto dos teorías no excluyentes al respecto.

La primera es que la vida postreproductiva de las chimpancés, al igual que la de las mujeres, podría explicarse con la hipótesis de la abuela. Según esta teoría, la menopausia sería una ventaja evolutiva indirecta, ya que, al cesar la reproducción, las hembras mayores podrían ayudar a sus hijas a reproducirse o a sus nietos a sobrevivir.

Sin embargo, las hembras de chimpancé suelen abandonar su comunidad natal para reproducirse en otra y permanecen allí toda la vida. Por lo tanto, las abuelas no suelen vivir en el mismo grupo que sus descendientes femeninas y no pueden ayudarlas a reproducirse ni cuidar a sus hijos. Además, a diferencia de los bonobos (Pan paniscus), ni siquiera los descendientes masculinos reciben ayuda de sus madres, probablemente debido a la diferente estructura social de su especie.

Otra teoría que explicaría la vida después de la menopausia es la del conflicto reproductivo. Esta hipótesis postula que las hembras mayores compiten con las jóvenes por el apareamiento. Dejar de reproducirse sería ventajoso para evitar hacerlo con sus propios descendientes.

Además, el descubrimiento de una vida postreproductiva en chimpancés sugiere que los humanos contemporáneos podrían haber adquirido esta capacidad desde el último ancestro común que compartimos con los chimpancés.

“Será crucial invertir en estudios a largo plazo en diversos entornos ecológicos para comprender si las esperanzas de vida en estado postreproductivo en los chimpancés surgen solo raramente en circunstancias ecológicas favorables o si son más comunes”, concluyen los autores.

Federica Marinaro, Investigadora Postdoctoral en Reproducción Animal, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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