Que al llegar a cierta edad uno empieza a dormir menos es casi un lugar común, pero por sorprendente que parezca la neurociencia aún no se ha centrado con suficiente intensidad en este tema como para entender sus causas y consecuencias. En un trabajo presentado este miércoles en la revista Neuron, el equipo de Bryce Mander y Matthew Walker realiza una minuciosa revisión sobre sueño y envejecimiento y propone que las personas mayores no es que necesiten dormir menos- como se dice habitualmente - sino que pierden su capacidad de generar sueño reparador y esto tiene consecuencias físicas y psicológicas.
El deterioro de los circuitos del sueño podría empezar a explicar el envejecimiento en sí mismo
“El sueño cambia con la edad, pero no solo eso: podría empezar a explicar el envejecimiento en sí mismo”, asegura Walker, que lidera el laboratorio del sueño de la Universidad de California, Berkeley. “Todas y cada una de las grandes enfermedades que nos están matando en los países del primer mundo - desde la diabetes y la obesidad al alzhéimer y el cáncer - tienen fuertes relaciones causales con la falta de sueño. Y todas estas enfermedades se presentan con mayor probabilidad a medida que nos hacemos viejos, especialmente la demencia”.
Lo que sucede, de acuerdo a los autores, es que a medida que nuestro cerebro envejece, las neuronas y circuitos que regulan el sueño se degradan paulatinamente, lo que se traduce en una cantidad menor de sueño no-REM. Como este sueño “profundo” tiene un papel clave en el mantenimiento de la memoria y las capacidades cognitivas, su ausencia podría ser la raíz de muchos problemas. “Hay un debate en la literatura científica sobre si las personas mayores necesitan menos sueños o es que no pueden generarlo”, explica Walker. En su revisión exponen los argumentos de unos y otros y muestran pruebas a favor de una de las dos partes. “Los adultos mayores no tienen una menor necesidad de sueño, sino una incapacidad para generar sueño”, concluye. “Es decir, los mayores sufren una necesidad de sueño no resuelta”.
Este deterioro del sueño comienza cuando tenemos alrededor de 35 años y afecta más a los hombres
La reducción de horas de sueño profundo con la edad es un problema que hasta ahora había volado bajo el radar de la neurociencia, aseguran los autores. Las propias personas mayores no dicen sentirse soñolientas, lo que podría deberse a que se acostumbran a esta situación de falta de sueño día a día. Cuando se les somete a pruebas de medición de señal cerebral, sin embargo, los patrones como las ondas lentas aparecen claramente interrumpidos. Uno de los aspectos más sorprendentes de este proceso de deterioro y pérdida de sueño es que comienza muy pronto, cuando tenemos alrededor de 35 años. De hecho, explican los autores, hay más diferencia entre el cerebro de una persona en la treintena y un joven que entre un anciano y un treintañero.
Otro aspecto llamativo es que los sueños REM - la fase en la que soñamos - no parecen verse tan alterados como el sueño profundo a medida que envejecemos. “Hay un declive”, explica Walker, “pero no tan drástico como el que se da en el suelo no-REM. Así que la pregunta es: ¿por qué es este tipo de sueño más vulnerable? Dentro de estos cambios, además, resulta que las mujeres experimentan un deterioro menor del sueño profundo, a pesar de que la evolución de su sueño REM es equivalente. Todos estos datos son especialmente relevantes porque podrían estar detrás de la incidencia mayor o menor de enfermedades como el alzhéimer. “Necesitamos identificar la contribución causal de la falta de sueño en el deterioro mental asociado al envejecimiento y la demencia”, concluye Walker. “Debemos prestar más atención al diagnóstico y tratamiento de las alteraciones del sueño si queremos extender la calidad de vida y no solo la esperanza de vida”.
Referencia: Sleep and Human Aging (Neuron) DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.neuron.2017.02.004