Henry Marsh tiene la mirada de un hombre sabio y benevolente. Durante los últimos 40 años, por sus manos han pasado centenares de pacientes en cuyo cerebro se disputaba una batalla ente la vida y la muerte. En muchas ocasiones él ayudó a ganar y en otras fracasó estrepitosamente. Su libro “Ante todo no hagas daño” (Salamandra, 2016) es una especie de confesión, un ejercicio de sinceridad descarnada sobre su vida y su profesión que ha dejado sacudidos a miles de lectores. Marsh derriba el mito del neurocirujano infalible e invulnerable y nos cuenta de primera mano las debilidades y miserias de esos médicos que cada día salvan miles de vidas, pero son tan ‘de carne y hueso’ como nosotros. Charlamos con él en un pequeño hotel en Madrid, donde acudió este domingo para firmar en la Feria del Libro.
Más que un artista o un científico, usted se considera un artesano.
Sí, la medicina está basada en ciencia, pero realmente es un oficio práctico, una especie de carpintería, aunque la carpintería es más difícil porque los objetos no se curan como hace nuestro cuerpo. Operar es bastante fácil, lo complicado en la medicina es la parte humana, tomar decisiones, como si operar o no o hablar a los pacientes cuando tienen terribles enfermedades.
Pero operar el cerebro no es lo mismo que intervenir en otras partes del cuerpo.
El cerebro tiene menos capacidad de curarse, a veces la gente se pone mejor, pero no se cura como pasa con la piel o el músculo. Por eso los americanos dicen “cuando el aire toca tu cerebro, nunca eres el mismo".
Su sinceridad es poco frecuente, ¿ha recibido críticas de sus compañeros?
Si algún cirujano piensa mal de mí, ninguno me lo ha dicho en persona. Pero recibo miles de cartas, muchas de médicos, la mayoría jubilados, que dicen que les gusta mucho lo que digo. Y mis editores en Gran Bretaña me han dicho que gracias a mi libro hay un tsunami de médicos que quieren contar cosas (risas).
Lo que es raro es que un médico cuente toda la verdad, y es lo que necesitamos, ¿no?
Creo que sí, aunque quizá asuste un poco a los pacientes. Creo que es importante que los médicos intenten tener una relación más cercana. Cuando pensamos que los médicos nunca cometen errores nos comportamos como niños, y eso tiene un efecto perverso en los médicos, eso los corrompe, los hace vagos y malos. Por eso pienso que es importante que los pacientes tengan un entendimiento del trabajo médico, pero es importante conseguir que los médicos no sean tan arrogantes.
"No puedes tratar a cada paciente como si fuera tu hijo o tu mujer porque no podrías hacer el trabajo"
Usted ha sentido en sus propias carnes esta necesidad de pensar que el médico es infalible.
Todos estamos muy asustados cuando ponemos nuestras vidas en las manos de otro. Yo también he sido un paciente. Es irracional, pero es por el miedo.
Dice en el libro que de alguna manera el sistema prepara a los doctores para deshumanizarse.
El problema es que te tienes que apartar hasta cierto punto, no puedes tratar a cada paciente como si fuera tu hijo o tu mujer porque no podrías hacer el trabajo. La dificultad es no perder la compasión y amabilidad con los pacientes. Todos conocemos médicos que se han convertido en crueles porque ven al paciente como un problema técnico, no como un ser humano que sufre.
¿Un cirujano que comete más errores es mejor cirujano?
Bueno, esto pasa en todas las facetas de la vida. Pero en nuestro caso los errores que cometemos no suelen ser porque te tiemblen las manos.
Se tarda mucho en aprender a no operar, ¿no?
Sí, se dice que hacen falta tres meses para aprender cómo hacer una operación, tres años para aprender cuándo hacerla y treinta años para aprender cuándo no hacerla.
Cuénteme algún caso en el que operar fuera un error.
Bueno hay dos o tres historias en el libro. Una sobre una chica cuyo tumor se había reproducido por tercera o cuarta vez y su familia fue tan insistente que la operé, aunque pensaba que no era una buena idea. Y eso empeoró las cosas. En otro caso un niño, hijo único de una madre soltera, dije que no. Y la madre consiguió que le operaran tres veces más, y aun así el año siguiente el niño murió. Hay que entender que cuando tenemos hijos nos volvemos muy egoístas y a los padres les resulta muy difícil entender que deben dejarlo ir. Yo hice cirugía pediátrica muchos años y me avergüenza reconocer que sentí un gran alivio cuando lo dejé, y eso que yo había tenido mi propia experiencia con mi hijo operado de un tumor cerebral.
Y una vez usted fue un padre enfadado
Sí, y eso me enseñó muchas cosas.
¿Cómo afectó el hecho de que usted no venía del mundo médico? Porque la mayoría de doctores no han hecho nada más en la vida.
Salen directos de la facultad de Medicina al hospital y yo no empecé hasta que tenía 30 años, lo que me ha hecho siempre sentir como un 'outsider'. Probablemente eso marcó la diferencia, nunca me identifiqué del todo con la profesión médica.
"A medida que pasan los años recuerdas los terribles desastres que provocaste"
También hay momentos buenos, usted salva vidas.
Hubo muchos, pero a medida que pasan los años recuerdas los terribles desastres que provocaste además de los grandes triunfos. Porque los triunfos son solo éxitos porque existen desastres, si las operaciones siempre fueran bien, sería como conducir un coche.
Intuyo que le gusta el riesgo, porque comenzó en la profesión tras ver una operación de aneurisma, que era como desactivar una bomba.
Creo que a todos los cirujanos nos gusta pasar miedo. Nos movemos en la línea divisoria entre emoción y el nerviosismo.
Dice usted que es muy fácil esconder un error médico cometido en un quirófano.
Es muy fácil. Todos los cometemos. Y eso es por lo que en inglés decimos "los doctores entierran sus errores".
Han salido hace poco datos sobre los errores médicos en EE.UU. y hablan de cientos de miles de muertos, ¿tenemos un problema con esto?
Muchas de estas estadísticas hay que cogerlas con pinzas, porque estos números están sesgados y la gente que publica estas cifras también tiene sus negocios e intereses. Por supuesto los errores ocurren y es lo que yo enseño a los estudiantes. Mi conclusión es que los demás son mejores viendo mis errores que yo mismo, así que lo mejor para reducir los fallos es tener muy buenas relaciones entre el equipo médico. Los cirujanos suelen tener grandes egos de ‘prima donna’ y aceptan muy difícilmente que sus estudiantes sean tan buenos como ellos, de modo que nadie critica a otros para dejar de cometer errores. Terminar con los errores no tiene que ver con las grandes estadísticas sino con pequeños detalles.
¿El peor momento es decirles a los pacientes que van a morir?
Lo difícil de eso es que no puedes aprender, porque no tienes feedback. Cuando le dices a alguien algo así, nunca sabes si lo hiciste bien. El paciente nunca te llama para decirte ‘señor Marsh fue usted fantástico diciéndome que me iba a morir’ o ‘lo hizo usted fatal’. Es muy difícil aprender, creo que e n mi vida personal- con experiencias de mi familia - he aprendido más. Lo mejor es tratar a los pacientes como te gustaría que te trataran a ti.
Es curioso que en su vida profesional haya tenido más problemas con la burocracia que con la propia medicina.
Sí, creo que es universal. Yo soy un gran defensor de la sanidad pública, aunque creo que tienen problemas como acomodarse o perder la empatía, peor hay problemas mayores en la sanidad privada y competitiva. La burocracia está en todas partes, debido a que la sanidad es tan cara y se trata de controlar y hacer más eficiente.
El problema es que quienes deciden no conocen el sistema desde dentro.
Estoy de acuerdo. En Inglaterra hay una especie de crisis psicológica entre los profesionales médicos, están desmoralizados porque te llevas la culpa y nadie te deja decir cómo deberían hacerse las cosas.
Tiene usted que explicarme que es eso del "quetedenporuculo45".
En el sistema informático nos hacen cambiar tantas veces las contraseñas que un compañero puso como contraseña 'fuckoff' (que te den por culo) y cada mes le iba añadiendo un número. (Risas)
Un día se dio cuenta de que tenía un problema con sus ojos, la bestia negra de un cirujano...
Sí, de hecho estaba muy asustado cuando me di cuenta de que esto ocurría. Me tuve que someter a una operación, con cierto riesgo de quedarme ciego. Recuerdo muy claramente pensar "esto no es nada comparado con los que sufren mis pacientes cada vez" y para mi sorpresa, por primera vez en mi vida me di cuenta de que había adquirido cierto tipo de sabiduría después de ver tanto sufrimiento. Como médico ves a gente morir todos los días, todas las mañanas tengo una reunión con mis médicos más jóvenes, traumatismos, infartos cerebrales... Y normalmente no te sirve para nada en tu vida personal, pero aquella vez me alegró que al menos me sirviera para algo.
"Todo lo que piensas y sientes en este momento es electroquímica. Ahora lo veo con una sensación de asombro"
En todos estos años viendo cerebros y tocando, ¿qué ha aprendido?
Ah, ¡eso daría para un segundo libro! (risas). Antes de nada, todo lo que piensas y sientes en este momento es electroquímica. No parece eso, de alguna manera la materia física produce la experiencia consciente. Cuando era joven lo aceptaba sin más como un hecho científico. Ahora, a medida que me hago viejo y al final de mi vida, veo esto con un profundo sentido de asombro. Y también significa que no creo en nada parecido a la vida después de la muerte, si el cerebro muere, nosotros morimos. También he adquirido consciencia de lo frágiles que somos. Si dañas el cerebro de alguien, especialmente el lóbulo frontal, con su comportamiento social, sus juicios morales, su teoría de la mente y capacidad de entender a otros, todo eso lo pierdes. Y eso es terrible y extraordinario. Pero mirar al cerebro como objeto no te dice nada, es solo una masa de carne de algo más de un kilo.
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