Ciencia

Otra jugarreta del cerebro: la ilusión de la lengua de goma

Con los estímulos adecuados, y en pocos segundos, podemos llegar a creer que un brazo de plástico nos pertenece. Un grupo de científicos acaba de demostrar que se puede provocar el mismo efecto con una lengua de mentira.

  • Esquema del experimento con la lengua de goma

La capacidad nuestro cerebro para adaptarse a las circunstancias empieza a superar nuestras expectativas más optimistas. Desde hace años los neurocientíficos saben que el sistema somatosensorial es capaz de adaptarse a las novedades con una facilidad pasmosa. El experimento más conocido se realiza con un brazo de goma y consiste en estimular simultáneamente a una persona su brazo real (que queda fuera de la vista) y el postizo. A los pocos segundos, debido a la coordinación de los estímulos y a la poderosa influencia de nuestra percepción visual, nuestro cerebro asume que el brazo que tenemos delante, a pesar de su aspecto artificial, es el nuestro. E incluso tenemos el reflejo de retirar la mano si alguien le acerca un cuchillo.

Los voluntarios veían la lengua de goma mientras estimulaban su lengua de verdad.

Cuando pensaban que se había alcanzado el límite de versatilidad, otros científicos probaron a hacer el mismo experimento pero sin tapar el brazo real. Y siguió funcionando. Asumimos rápidamente que tenemos un tercer brazo y en pruebas de realidad virtual, con un poco de engaño, podemos llegar a sentir que nuestro brazo se estira varios metros o que nuestro cuerpo aumenta de tamaño o encoge hasta tamaños imposibles. No hay nada que se ponga por delante si nuestros ojos nos dicen que eso es nuestro cuerpo.

Una lengua de goma como la usada en el experimento (Magicdiscount)

Con todos estos precedentes, el equipo de Charles Michel, del Laboratorio de Investigación 'Cruzada', de la Universidad de Oxford, ha querido poner a prueba otras partes del cuerpo y ha diseñado una serie de experimentos con una lengua de goma. El trabajo, que se publica esta semana en la revista Perception, consistió en reclutar a 32 voluntarios y tratar de engañar a su cerebro con un sencillo dispositivo. Los sujetos sacaban la lengua y miraban a través de una caja donde, mediante espejos, veían una lengua de plástico en el lugar que debía estar la suya. A continuación, los investigadores estimulaban ambas lenguas a la vez, de modo que la persona comenzaba a generar la ilusión de que estaba viendo su propia lengua. 

Pasaron un puntero láser por la superficie de la lengua de goma y los voluntarios decían notarlo.

La parte más interesante de la investigación vino cuando los científicos comenzaron a pasar un puntero láser verde por la superficie de la lengua de goma y preguntaron a los voluntarios qué sentían. Veintidós de los participantes (un 68,75%) aseguraron notar el láser sobre la lengua. Algunos sintieron frío, otros calor y otros hormigueo. "Sentí vibraciones en mi lengua sincronizadas con el movimiento de la luz", dice uno. "La luz estaba como frotando un lado de mi lengua", asegura el participante 32. "Cuando la luz tocó mi lengua", dice el sujeto 24, "noté que la temperatura era más baja en ese punto".

“¿Podremos sentir sabores sin tener ningún tipo de comida en la boca?”

El estudio demuestra una vez más que la visión tiene tanta influencia en nuestro cerebro que modifica nuestra percepción hasta el punto de sentir el tacto cuando no existe. “Es la primera vez que se logra probar que un estimulo táctil (en la lengua) se puede percibir 'fuera del cuerpo'”, explica Charles a Next. “Se trata de una ilusión perceptual, en la que 'engañamos' al cerebro para que crea que está observando su propia lengua, cuando en realidad se trataba de ¡una lengua de caucho!”.

El experimento, desde la perspectiva del voluntario (Charles et al.)

Esta ilusión se produce en gran parte porque el sabor no solo es una sensación que obedece a estímulos físicos, sino una reconstrucción de nuestro cerebro. El laboratorio que dirige Charles Spence lleva años investigando en este sentido, analizando todas las variables de la atmósfera o el entorno que hacen que una comida tenga una connotación u otra. “En el futuro se lograrán crear sensaciones de sabor únicas integrando tecnologías de realidad inversiva (visual), estímulos físicos y químicos”, nos dice Charles Michel.

En este sentido, los científicos creen que además de servir para comprender mejor la integración multisensotrial, este nuevo efecto puede servir para experimentar y crear nuevas experiencias culinarias. “Toda una línea de investigación se abre”, asegura el investigador. “¿Podremos algún día sacar los sabores de la boca? Es decir, ¿podremos sentir sabores en nuestra lengua, sin tener ningún tipo de comida en la boca?”. La respuesta promete ser interesante.

Referencia: The Butcher’s Tongue Illusion (Perception) | Para saber más: Cómo engañar al cerebro delante del plato

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