El paciente H. llega a la consulta después de que le hayan practicado una hemisferectomía, la retirada completa de un hemisferio cerebral, pero cuando le señalan el hueco en el lado derecho del cráneo le resta importancia: "Eso no es nada, eso se tapa con plastilina". El paciente R. le dice al médico que le duele el brazo y cuando éste le señala el brazo izquierdo le responde: "no, ese no: el otro brazo", en referencia a un nuevo miembro imaginario. Ambos son dos de los muchos casos en los que el daño de una región muy concreta del cerebro sufre una alteración en la percepción del propio yo, que se manifiesta de forma muy estrambótica en las primeras etapas de la lesión. A veces aparece en forma de un brazo extra, otras, en forma de explicaciones fantasiosas sobre su propio accidente.
"Estas manifestaciones aparecen muchas veces en las primeras fases", explica el neuropsicólogo David de Noreña, que trabaja en el hospital Beata María Ana, en Madrid. "A menudo vienen acompañadas de cierta falta de resonancia emocional, el paciente te cuenta algo tremendo como si te contara que llueve". El paciente F., por ejemplo, decía que su pierna izquierda era de su hija y el brazo era de su hijo. "La pierna tenía menos pelos y él cuando se la tocaba decía "esta es la pierna de mi hija", explica De Noreña. "Y el brazo a veces se lo besaba y decía que era de su hijo, y si le preguntabas dónde estaba le llamaba y te respondía: 'no sé, ahora no viene'".
"El cerebro necesita entender lo que sucede. Si no lo entiende se lo inventa".
"Yo tengo una paciente que venía todos los días al hospital esquiando y otra que era novia de Stallone", explica Álvaro Bilbao, neuropsicólogo del Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (CEADAC). La primera, cuando el médico le explicaba que estaban en agosto y que no podía haber llegado esquiando, respondía: "eso lo pensarás tú, porque yo he venido esquiando desde Navacerrada". Probablemente, deduce el doctor Bilbao, la mujer estaba asociando los recuerdos del pasado con el recuerdo de su accidente. "A medida que van mejorando estas confabulaciones van pasando", explica Bilbao. "Casi siempre tienen que ver con una lesión en el hemisferio derecho y una amnesia temporal: el cerebro necesita entender lo que sucede. Si no lo entiende se lo inventa".
Los neuropsicólogos saben que este tipo de problemas son como un tiburón blanco, "nunca sabes en quién va a aparecer, pero siempre hay pacientes donde se manifiesta de pronto de forma espectacular", explica Bilbao. El problema se produce como consecuencia de una lesión en el hemisferio que aglutina la información y la dota de sentido. Cuando el cerebro no encuentra el nexo para que algo sea coherente, lo genera para que lo sea. La paciente que decía ser novia de Stallone, recuerda el neuropsicólogo, contaba cosas como que había cenado con él porque estaba de estreno en Madrid. Si le explicaba que no aparecía la noticia, ella se revolvía. "En el periódico no sale, pero él estuvo", explicaba. ¿Y cómo es que te ha llamado?, preguntaba Bilbao. "Porque él sabe que soy muy fan suya", respondía. "Todo nace de que ella no tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí ni que había hecho el día anterior", asegura el especialista.
Este tipo de confabulaciones pueden tener distintos orígenes y estar provocadas por daños muy diferentes
"Estos síndromes son relativamente comunes cuando se produce un daño en el hemisferio derecho", corrobora el neurólogo Juan Pablo Romero, que atiende a pacientes con daño cerebral. "En el hemisferio derecho hay una zona de asociación, que interpreta los datos relativos al propio cuerpo. Ve su mano, por ejemplo, y no la reconoce, pero debe dar una explicación, y entonces suelen alucinar para llenar ese agujero". Pero no es un tema solo corporal, también afecta a la memoria autobiográfica. La paciente S., por ejemplo, una adolescente tratada en el centro de rehabilitación Polibea de Madrid, sufrió daño cerebral por anoxia tras caer a una piscina. Cuando le preguntas qué le pasó, te cuenta la historia de cómo se tiró al agua para intentar salvar a su perro, pero cuando le preguntas a su familia y a su neuropsicólogo te explicarán que el episodio no tiene nada que ver, y que está mezclando dos momentos diferentes de su vida para darle sentido a lo que le ha ocurrido.
Esta necesidad de atar cabos a costa de la propia lógica sucede de forma parecida en las fases iniciales de la esquizofrenia, apunta Álvaro Bilbao, cuando el paciente empieza a encontrar fenómenos que le resultan extraños, como que su novia tiene el mismo aspecto pero no huele igual. "El estrés emocional es tan grande y el cerebro tan incapaz de encontrar una explicación racional que acaba inventando una... ¿cuál? Pues la única lógica que podría explicar algo así: que los alienígenas han suplantado a su mujer por otra para vigilarle y que su coche en realidad ha sido modificado para retransmitir información sobre la tierra".
Todos confabulamos para que encajen nuestras opiniones y nuestros recuerdos
Este tipo de confabulaciones pueden tener distintos orígenes y estar provocadas por daños muy diferentes, desde un ictus a un fuerte traumatismo. Lo que tienen en común es que es la salida del cerebro a lo que no tiene sentido, y no es algo que haga solo cuando tenemos un problema neurológico. A menudo unimos los puntos A y B en una discusión solo para que cuadre con nuestra opinión previa, alimentando nuestros propios prejuicios. "Muchas veces la falta de información lleva a completar la historia de manera fabulada", recuerda el doctor Bilbao. "Aunque está claro que no son casos tan estrambóticos, es cierto que la disonancia cognitiva puede tener el mismo efecto, haciendo que una persona opine o recuerde en la misma línea de sus valores". De hecho, buena parte de nuestras decisiones nos parecen conscientes porque nuestro cerebro confabula para justificarlas. El último experimento de este tipo se ha publicado hace unos días en la revista Psychological Science por Adam Bear y Paul Bloom y muestra cómo los voluntarios eligen una determinada opción en un test y luego la justifican como si de verdad la hubieran elegido conscientemente. Algo parecido a lo que mostraron Petter Johansson y Lars Hall en 2010 con sus experimentos de ceguera a la elección.
¿Cómo se tratan estos casos extremos de confabulación en los pacientes que han sufrido un grave daño? "En mi experiencia, confrontar no vale de nada, el paciente no interioriza", explica Bilbao. "La manera más adecuada es trabajar muy bien y de manera intensiva la orientación y la memoria, para que el paciente tenga herramientas". "Si un paciente te dice que tiene un brazo extra", explica David de Noreña, "como tú sabes que es algo que se pasará cuando vaya mejorando, muchas veces lo mejor es simplemente la extinción; pedirle que no hable mucho del tema, decirle algo así como 'bueno tú tienes esa sensación, ya ves que los demás opinamos otra cosa, y como ves que tu mujer se pone nerviosa cuando lo dices, no estés todo el rato contándoselo, mejor nos lo cuentas a nosotros'". Al cabo de un tiempo, y si el pronóstico es bueno, su explicación de la realidad habrá vuelto a eso que hemos convenido en llamar "normalidad" para quedarnos más tranquilos.
Te interesará: Por qué nunca podemos dejar de estar equivocados (Next)