La primera vez que la doctora Alicia Armentia vio el polen brillando en las imágenes del microscopio electrónico no pudo evitar un sentimiento de admiración. “Se veían preciosos, era como un cielo estrellado”, recuerda. El problema era que aquel polen aparecía en la biopsia del esófago de un paciente; se trataba de granos de polen que se había tragado al respirar y se habían instalado en las paredes de sus vías digestivas provocando la inflamación que daba lugar a sus síntomas. “Era el polen germinando, echando su tubito polínico a través de la mucosa del esófago”.
La esofagitis eosinofílica (EoE) es una enfermedad conocida desde hace relativamente poco tiempo, con una incidencia cada vez más alta y una prevalencia media en torno a los 50 casos por cada 100.000 habitantes, como algunas enfermedades inflamatorias intestinales. Se trata de un problema en las mucosas del esófago que, al no estar íntegras por distintos motivos, dejan pasar proteínas que activan la reacción de un tipo de leucocitos, llamados eosinófilos, y provocan la inflamación. Esto se traduce en dificultad para tragar, dolores en el tórax y en los casos más graves en una “impactación”, cuando un trozo de alimento se queda atascado y debe ser extraído de urgencias por los médicos mediante endoscopia.
Proteínas de germinación
Como jefa de la Unidad de Alergia del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, Alicia Armentia empezó a recibir casos de esofagitis derivados de sus compañeros de Digestivo hacia el año 2010, que tenían interés por saber si existía alguna conexión con las alergias. “Al hacer el análisis molecular”, recuerda la investigadora, “nos extrañó que salían sobre todo anticuerpos de proteínas de germinación, las que tiene el polen para que eche el tubo polínico y penetrar en el pistilo de la flor. Pensábamos que algo estaba germinando y posiblemente lo hacía en su esófago”.
El siguiente paso fue biopsiar el tejido y al principio obtuvieron resultados negativos, porque estaban usando tinciones animales y no vegetales. Gracias a la aportación del catedrático de Biología Rafael Álvarez Nogal, al cambiar de técnica los análisis les mostraron algo que hasta entonces nadie había visto, polen “incrustado” en las paredes del esófago como si hubiera llegado a una flor.
El polen encuentra las condiciones de pH y humedad ideales para germinar en la mucosa del esófago
“Con el microscopio electrónico de barrido se veía perfectamente el polen en el esófago”, apunta Delia Fernández González, bióloga y botánica de la Universidad de León que participó en aquel trabajo. “El polen encuentra las condiciones de pH y humedad que ocurren cuando fecunda en la planta y va bajando el tubo polínico a lo largo del estigma de la flor”, explica a Vozpópuli. “No llega a formarse al 100 %, pero sí descarga las proteínas que provocan la alergia”.
“Lo que sucede es que el aire que respiramos también nos lo tragamos, con todo el polen que contiene”, señala la doctora Armentia. “El problema de estos pacientes es que el polen se queda ahí pinchado, porque a ellos les falta un cemento intercelular y les quedan una especie de cavidades por las que penetran los pólenes mucho mejor”. Una vez que su sistema inmunitario detecta estas partículas intrusas, entran en acción los eosinófilos, especializados en eliminar parásitos y partículas del mismo tamaño. “Hemos visto pólenes germinando en biopsias de personas sanas”, indica la especialista, “pero no dan problema porque no tienen tantos como tienen estos pacientes”.
Diagnóstico y tratamiento
Después de aquel descubrimiento, y para facilitar el diagnóstico, el equipo de la doctora Armentia diseñó un endoscopio portátil que permite de manera sencilla detectar la presencia de pólenes en la parte superior del esófago de estos pacientes mediante una técnica no invasiva. “Es tan fácil como detectar la fosforescencia del polen con luz ultravioleta”, explica. “Con solo poner la luz se veía fosforecer todos los pólenes que había ahí”. En un paciente sano no se aprecia nada, pero en aquellos que tienen mucosas susceptibles de ser invadidas, del fondo de la garganta emergen decenas de puntos brillantes.
“Es tan fácil como detectar la fosforescencia del polen con luz ultravioleta”
Aunque el endoscopio no consiguió financiación, el equipo de Armentia comenzó a tratar a los pacientes de esofagitis que presentaban este perfil y han conseguido que en una mayoría remitan los síntomas mediante inmunoterapia, como se hace con otras alergias. “Tenemos 498 pacientes, y de ellos están dados de alta el 93%”, asegura. El tratamiento es una inmunoterapia específica con el polen que les ha agredido, con una inyección al mes, y la mejora se presenta al cabo de un año y medio aproximadamente.
Uno de estos pacientes es Juan, de 34 años, que ha sufrido episodios de disfagia e impactación desde niño, una sensación que compara con una “tortura”. “El último pinchazo ha sido hace tres o cuatro meses”, explica. “Y llevo un tiempo sin esos episodios, unos nueve meses”.
Un caso aún más dramático es el de Alberto, un paciente menor de edad que empezó a tener impactaciones con 12 años y que perdió mucho peso con la retirada de alimentos que se hacen para este tipo de casos. “Cada vez me iban quitando más cosas, el gluten, los lácteos y perdí bastantes kilos”, cuenta a Next. “Medía 1,80 y pesaba 55 kg, y con la inmunoterapia empecé a poder comer de todo; ahora mido 1,92 y peso 80 kg”.
Ninguno de los dos acaba de saber qué es lo que les causa estos episodios, pero cualquier cambio que les permita evitar las crisis y comer mejor les parece un gran avance.
¿Ciencia a contracorriente?
Los hallazgos realizados por la doctora Armentia y su equipo se enfrentan a menudo con el desconocimiento, cuando no con la oposición, de los especialistas de Digestivo, que son quienes diagnostican mayoritariamente a los pacientes con esofagitis eosinofílica y aplican un tratamiento con antiinflamatorios y dietas de eliminación. Las causas últimas de la enfermedad siguen sin conocerse, pero la posibilidad de que los factores ambientales tengan un rol relevante sigue en discusión.
El doctor Sergio Casabona, del servicio de Gastroenterología del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid, no niega que los aeroalérgenos puedan tener un papel en esta enfermedad, pero cree que los criterios alergológicos no sirven a día de hoy para guiar el tratamiento. “Tenemos unos 400 pacientes de este tipo en digestivo y seguimos las guías que están aprobadas por las sociedades médicas”, asegura. “Y en esas guías los tres tratamientos que se contemplan son tanto los inhibidores de bomba de protones como los corticoides y las dietas de eliminación empírica, además de tratamientos endoscópicos”.
Los criterios alergológicos no sirven a día de hoy para guiar el tratamiento, asegura un especialista en Digestivo
Según explica Casabona, los tratamientos con corticoides y las nuevas fórmulas como los comprimidos bucodispersales tienen una eficacia que ronda el 70-80% para este tipo de esofagitis, de modo que no cree que se estén escapando tantos pacientes con los tratamiento recomendados en las guías clínicas. “En cualquier caso”, observa, “la inflamación se puede producir por un alimento o por un polen, pero en última instancia si tomo un tratamiento antiinflamatorio, yo voy a cortar esa inflamación y voy a dejar de tener eosinófilos en el esófago en la mayoría de los pacientes”.
Panaderos con esofagitis
Armentia no está sola en la búsqueda de estos aeroalérgenos que provocan la esofagitis. Elisa Gómez Torrijos, médico de la sección de alergias Hospital General Universitario de Ciudad Real, ha podido documentar un proceso parecido con cuatro pacientes, tres de ellos panaderos y una de ellas cocinera de guardería. En su caso descubrió que la reacción la desencadenaba por algo que estaba en el aire, porque los enviaba a casa y mejoraban y cuando ingerían pan no volvían a empeorar, lo que indicaba que el causante era la harina que inhalaban e introducían en el esófago en sus trabajos. "Todavía está poco estudiado porque quienes más ven esta patología son los digestivos y a ellos les interesan los alimentos. Y va a ser difícil demostrarlo, porque necesitamos hacer endoscopias y los alergólogos no podemos confirmarlo porque no las hacemos”.
Para la doctora Victoria Cardona, jefa del Servicio de Alergología del Hospital Vall d’Hebron, sí está claro que al menos en una parte de los pacientes el polen y otros alérgenos que circulan por el aire tienen un papel relevante en la enfermedad. “Al principio pensábamos que era muy poco frecuente, ahora se considera que no es una cosa tan rara”, explica. “El paciente clásico tiene alergia respiratoria y no se relaciona tanto con alergia alimentaria. Llegan a la consulta y empiezan a tener síntomas de esofagitis, y entonces los pillamos”, revela. A pesar de que sigue habiendo reticencias de algunos especialistas, asegura, lo más frecuente es que haya cada vez más grupos interdisciplinares para abordar estos problemas.
Hay varios tipos de pacientes, señala Sara Fernandez Cortés, responsable de la Unidad de Asma de alta complejidad del Hospital Río Hortega de Valladolid. “A veces la causa de la esofagitis es el propio reflujo gástrico, otras veces es un alimento y en otros casos vemos que la esofagitis de los alérgicos al polen mejoran con las vacunas. Puede ser perfectamente debido a cualquiera de las tres causas”.
Seguir la pista del polen
La doctora Armentia está convencida de que con el tiempo se verá que los aeroalérgenos juegan un papel fundamental en esta esofagitis. “Al principio se pensaba que era una enfermedad digestiva y que la alergia no tenía nada que ver, pero los alergólogos empezamos a ver señales en las pruebas para pólenes y los análisis moleculares”, asegura. “Hemos analizado más de 500 biopsias y en el 90% hay pólenes germinados”.
“Hemos analizado más de 500 biopsias y en el 90% hay pólenes germinados”.
Respecto a la afirmación del doctor Casabona de que los tratamientos antiinflamatorios funcionan en la mayoría de los casos, sea cual sea el causante, Armentia cree que es importante eliminar la causa del problema y no solo paliar los síntomas. “Nos pasa con todos los especialistas que ven procesos alérgicos, en los que predomina la inflamación”, asegura Tomás Chivato, alergólogo y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU Madrid. “El enfoque es distinto si intervienen gastroenterólogos, dermatólogos y neumólogos, porque ellos tratan el síntoma, y nosotros vamos a la causa". “Analicen sus biopsias y se van a asombrar”, invita Armentia a sus colegas médicos.
“Todo esto está muy verde”
“Es cierto que hay pacientes que no responden a nada y sí que se piensa que los mecanismos ambientales, y en especial los pólenes, pueden jugar un papel, pero todo eso está muy verde”, asegura Ruth García, coordinadora de la comisión médica de la Asociación Española de Esofagitis Eosinofílica (AEDESEO). "La teoría polínica está ahí y empieza a haber mucha evidencia, probablemente mucho más pequeña que con alimentos, pero no hay que desestimarla”, añade Ángel Nieto, también miembro de la comisión. “Nosotros, encantados de que se siga investigando por esta vía”.
En cualquier caso, desde la asociación recuerdan la necesidad de que tanto la sociedad como los medios se formen en el tema, porque todavía hay mucho desconocimiento sobre la esofagitis eosinofílica. “Necesitamos visibilizar la información, darla a conocer y hacer que la sociedad sea consciente y que sepa que con unas pautas los pacientes pueden mejorar mucho”, concluye Nieto. “Estamos seguros de que mucha gente reconocerá sus síntomas al leer sobre el tema y seguro que ayuda a que se diagnostiquen nuevos casos”.
* Para más información sobre la enfermedad, siga este enlace.
Referencias: Germination of pollen grains in the oesophagus of individuals with eosinophilic oesophagitis (Clinical and Experimental Allergy) | Eosinophilic Esophagitis due to Aeroallergens: A Systematic Review and Update (J Investig Allergol Clin Immunol)