Almerina Mascarello pasea por la ciudad de Roma, se detiene en un jardín, arranca una adelfa y se la lleva a la nariz para olerla. Este sencillo gesto no tendría la menor trascendencia si no fuera porque Almerina lo ha hecho con su mano biónica, la primera dotada de sentido del tacto que se prueba en el exterior gracias a un sistema portátil. El dispositivo le fue implantado por el equipo de Silvestro Micera, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), en verano de 2016 y los resultados se presentan ahora, a pocos meses de que la mujer reciba un brazo definitivo con toda la tecnología integrada.
Almerina puede distinguir, con los ojos vendados, si lo que toca es un objeto duro o blando.
“La sensación es espontánea, como si fuera tu mano real”, explica la mujer de 55 años, que perdió la mano en 1993 en un accidente laboral, en una prensa de la fábrica en la que trabajaba. “Puedes hacer cosas que antes eran difíciles, como vestirte, ponerte los zapatos- todas cosas mundanas pero importantes- te sientes completa”. La principal novedad de esta mano biónica es que unos sensores transmiten al cerebro de Almerina información sobre las características del objeto que toca y puede distinguir, con los ojos vendados, si es duro o blando. “Incluye un sistema que registra el movimiento de los músculos y los traduce en señales eléctricas, que se convierten en movimientos de la mano biónica”, explica su autor. “Otro sistema transforma la información registrada por los sensores de la mano en señales que se envían a los nervios y por lo tanto en información sensorial”.
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Micera y su equipo ya habían probado por primera vez el dispositivo en 2014 con otro voluntario, Dennis Aabo Sørensen, quien podía distinguir entre superficies rugosas y lisas al pasar la mano biónica por encima. El análisis de su actividad cerebral mostró, además, que durante las pruebas se activaban las mismas áreas que en un no-amputado cuando toca un objeto. “Me encanta haber probado el nuevo sistema”, descía Sørensen, “porque es asombroso sentir algo que hace años que no sientes”. La diferencia es que en su caso el sistema que traducía las señales era un ordenador en las instalaciones de la EPFL, mientras que Almerina lleva todo el sistema dentro de una mochila que le permitió hacer vida normal y salir a la calle con la mano biónica durante varios meses.
El gran avance es que Almerina lleva todo el sistema dentro de una mochila y en breve se miniaturizará aún más
“El siguiente paso es miniaturizar la electrónica”, explica Micera. En su opinión, en pocos años esta tecnología será de uso común en las prótesis y se aplicará para diferentes soluciones, ya sea en manos, brazos o piernas. El sistema consiste en un interfaz para reconstruir las conexiones cortadas durante el accidente. La información recibida por los sensores de la mano viaja hasta un equipo externo que las traduce en impulsos eléctricos muy precisos y ajustados por los ingenieros. Estas señales llegan posteriormente hasta una zona del antebrazo donde se realizó la operación quirúrgica para implantar electrodos en los nervios de Almerina. Allí estimulan las vías neuronales que mandan la señal al cerebro , que lo interpreta como información sensorial sobre las características del objeto.
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Esta capacidad para distinguir si un objeto es más o menos blando, o su textura, mejora la capacidad y maniobrabilidad de la mano biónica de manera exponencial, según los sujetos. Saber con qué fuerza se debe coger un vaso para no romperlo, pulsar los botones del ascensor o quitarse las gafas con un brazo robótico era algo que solo soñábamos en la ciencia ficción hace unos años. Ahora Almerina es capaz de arrancar una flor para olerla o doblar delicadamente su ropa con solo unas horas de práctica. Y en el futuro otros muchos podrían beneficiarse de estos avances y disponer de prótesis robóticas sensibles que hagan su vida mas sencilla.