Otra noche que se recordará siempre. Que pasará de padres a hijos, de abuelos a nietos, de generación en generación. La inolvidable comunión de una garganta y un equipo, remando todos a una, sintiendo y sangrando a la vez, bombeando un solo corazón. Cuatro veces se había aplicado el Cholo en cortocircuitar al Barça, con éxito, y ayer se animó también a atacarlo, a tumbarlo, en 20 minutos iniciales para la posteridad. La noche del Atlético, una más, porque el milagro no se agota nunca. Cada día que pasa hay más panes y más peces.
Fueron dos horas de emociones concentradas en un partido de fútbol. Jugaron los hinchas, el silbido ensordecedor en las posesiones del Barça, el aliento en las del Atlético, la canción y el himno siempre en la boca. Y jugaron los futbolistas, con un esfuerzo máximo, casi heroico, conmovedores en la presión y el acoso en las inmediaciones del área azulgrana; y la defensa ordenada, seria, contundente y atenta en las proximidades de la propia. Muchos minutos refugiados en su portería, pero sin renunciar nunca a buscar la contraria con la voracidad y casi desesperación de un hambriento. Una lección de determinación pero también de inteligencia.
El Barcelona vivió aterrorizado los primeros veinte minutos, los que jugó el Atlético al abordaje, con la bandera de las dos tibias y la calavera izada y el cuchillo entre los dientes. Se hacía con la primera pelota, con la segunda, con la tercera, con la cuarta... Un gol y tres tiros al palo y una temperatura ambiente propia de un volcán en erupción. Y sufrió también luego con la pelota, sin salida para desplegar su juego y con su máxima estrella, Messi, nuevamente bloqueada por un entramado de vigilancia y ayudas de los que no sabe cómo escapar.
El Atlético juntó un puñado de sobresalientes, casi un diez para jugador que se puso la camiseta. Villa, Koke, incluso Adrián… Pero por encima de todos, dos actuaciones imperiales, rebosantes de pulmones, musculatura y cerebro. La de Gabi, un habitual, el capitán que contagia, el Atlético concentrado en cuatro letras, y Tiago, que se anticipó a todo, que lo cortó todo, que lo cerró todo, que lo calmó todo.
El Atlético entra en las semifinales de la Champions con los ojos empañados por la emoción. El Atlético de su dios Simeone. El Atlético del partido a partido. El Atlético de todos los tiempos.