Habría sido más honesto decir no hace falta que vengan. La hinchada acudió a entregar su aliento, pero el Atlético no compitió. Saltó al campo con la resignación de quien se sabe eliminado, sin la mínima intención de pelear por un imposible. Entregando la pelota y el territorio al Madrid, como si el que llevara una ventaja de 3-0 en el marcador fuera su equipo. Simeone fue esta vez muy culpable de esa sensación de derrota asumida. Diseñó una alineación cargada gratuitamente de suplentes saltándose su sagrada teoría del partido a partido, mirando la Liga y ofendiendo al escudo, olvidando que un derbi es un derbi y que el Atlético está obligado a dejarse la última gota de sudor mientras a un reloj le quede tiempo en su minutero. Dos penaltis instantáneos confirmaron enseguida que no habría eliminatoria ni vergüenza. Y si la herida no se agrandó fue más bien porque el Madrid se limitó a clasificarse con el freno de mano echado.
Al no haber partido, al menos tampoco hubo calenturas. Un combate continuo de collejas y empujones entre Raúl García y Xabi Alonso, que no llegó a mayores, y poco más. Hasta el lance más desagradable, la aparatosa y brutal caída de Manquillo (dejó el campo con esguince cervical) no fue fruto de una acción malintencionada. Cristiano saltó en falta, pero nada más. Sí quedó fea esa imagen inicial de indignación del portugués por su tarjeta, indifirente con el rival herido. Pero luego, debidamente advertido por Ancelotti, el propio jugador lo corrigió preocupándose por el lateral cuando abandonaba el campo.
Así que lo peor, lo deplorable, fue el mecherazo que se llevó el propio Cristiano de un energúmeno camino del descanso. Una acción individual que ensucia el nombre de toda una hinchada, mancha a todo el club, por muy injusto que sea. Por eso es importante y necesario que sean los propios seguidores los que denuncien y señalen al imbécil de turno para que no pise más un estadio. Como debió ocurrir en la final de Copa con el tipo que tumbó a Courtois de un monedazo. Y otra vez como el agredido no fue el colegiado, el Calderón no correrá peligro de cierre. Pero la imagen es bochornosa y grave.
El campeón vigente no renovará el título. Y a estas horas eso no es tal vez lo más preocupante. Porque aunque esta derrota tuvo mucho de voluntaria, supone la tercera consecutiva de los rojiblancos. Y esas cosas suelen generan dudas e inseguridades, tormentas y problemas. Los malos resultados invitan a los malos resultados. Le toca salir a Simeone de la peor semana de su carrera como entrenador del Atlético. De la que fue muy culpable. Pese al humillante 0-5 del global, la hinchada del Calderón no dejó ni un minuto de animar. Pero habría sido más noble avisarla de que ni fuera.